Bilbao. Suena el teléfono en su despacho. "¡25 años! ¡Qué rápido han pasado!", contesta. A Josu Urriolabeitia, arquitecto de Surbisa, le apasiona rehabilitar edificios bilbainos. Su favorito, la Alhóndiga. Pero a pesar de que siempre lo soñó, esa reforma no formará parte de su currículo.

Muchos años trabajando como arquitecto en Surbisa. ¿Ha evolucionado mucho el ámbito de la rehabilitación?

Sí. A mí me gusta verlo como una historia. Cuando empezamos había una gran inquietud por recuperar los cascos íntegramente. Se desarrollaban planes de Bellas Artes. Todo tenía valor. Todo debía ser recuperado. Después, empezamos a ver que el problema de los barrios antiguos es que deben estar preparados para que la gente viva en ellos. Tiene que existir una actividad de trabajo, de ocio, acceso a la cultura, al deporte, al ámbito asistencial... A estos aspectos hay que darles importancia para que pueda producirse la revitalización, que implica que la gente pueda generar actividad, usos del barrio sin tener que desplazarse a otro lugar de la ciudad.

Y después vino la rehabilitación de los barrios más degradados.

Fuimos a Atxuri, donde se propusieron unos programas muy ambiciosos para recuperar la zona, y de ahí pasamos a Bilbao La Vieja. Esa fue una lucha por recuperar todo un barrio que había caído en un aislamiento, en un progresivo deterioro de todas sus actividades.

¿Esas actuaciones ayudan a mejorar la situación social de esos barrios degradados de la ciudad?

Sin duda. Donde hay mayores problemas es aún más importante generar actividades que funcionen, que arropen el barrio con la vida de los vecinos ya que pueden tener todo tipo de respuesta a sus necesidades. No se puede pensar en la ciudad de una manera nostálgica, en que vuelva a ser lo que fue en el pasado.

La ciudad cambia...

Claro. La ciudad está viva, va evolucionando. Nuestras ciudades ya no son aquellas de antes prácticamente endogámicas si no que ya están abiertas al mundo. Esta necesidad de cambio se vio en Bilbao La Vieja, sobretodo por la interculturalidad. Y ahora se cuida más otros aspectos como la sostenibilidad.

Los que llevamos toda la vida en la rehabilitación sabemos que siempre hemos trabajado de manera sostenible. De hecho, nuestro trabajo es sostenible en sí mismo: recuperar la vida de un edificio que la estaba perdiendo. Se ahorra la energía que gastamos al tirarlo y volverlo a construir. Ahora, hemos incorporado la eficiencia energética. Trabajamos la accesibilidad, eliminar barreras arquitectónicas, transformar infraviviendas en hogares con tamaños adecuados, instalar la iluminación y ventilación adecuada, la seguridad... Y hemos querido incorporar, además, una visión a futuro, al cambio del uso energético para mirar al planeta y al bolsillo. Tenemos que ir hacia un concepto de edificio que requiera el menor aporte energético.

¿Tiene cabida un edificio inteligente dentro de uno histórico?

Sí, perfectamente. Tenemos que partir de la base de que un edificio histórico se puede equipar de una manera similar a uno nuevo.

La rehabilitación más reciente que tenemos en Bilbao es la Alhóndiga...

Sí, pero esa reforma se escapa de nuestra actividad general ya que en Surbisa no llegamos a planteamientos tan radicales. La Alhóndiga sólo mantiene del edificio original la primera crujía, la capa externa. Surbisa se maneja en un campo que conserva los edificios, aunque se pueden reestructurar, lo que hacemos es adaptarlo a nuevos usos con ese afán de hacerlo durar en el tiempo.

¿Qué vida puede tener un edificio rehabilitado?

Lo que queremos es que duren tantos años como los que ya han vivido. Estamos hablando, en muchos casos, de edificios con más de cien años sobre sus espaldas. ¡Pretendemos que duren otros cien! Además, tras la reforma están mejor preparados para el futuro. No sólo recuperamos y rehabilitamos el edificio, de alguna manera lo renovamos.

¿Qué es más complejo, rehabilitar o construir un edifico desde cero?

Creo que la complejidad siempre va en función de las técnicas a aplicar. Evidentemente la Alhóndiga es un ejemplo de una actuación muy compleja... Pero habilitar un edificio de viviendas no tiene por qué ser más complejo que hacer uno nuevo.

Bilbao es una ciudad en la que conviven grandes y vanguardistas estructuras como la Torre Iberdrola con edificios históricos, ¿cómo definiría arquitectónicamente la villa?

Lo bonito de la arquitectura es, precisamente, que es la que nos va mostrando la historia. Cada edificio nos habla del periodo en el que fue construido y podemos ver hasta las tramas urbanas que se dieron, qué se pensaba, cómo se vivía... La ciudad tiene que ser así, una amalgama de toda la historia y el proceso que la ha convertido en lo que es. Me gusta ver ese Bilbao medieval, de 1300, pasando por el renacentista, el barroco, el ilustrado, el que da el salto a la ría y se va al desarrollismo moderno a través del Ensanche... Ahora Bilbao se ha lanzado a ponerse en el globo, quiere que el mundo nos mire. Eso presupone una ciudad orgullosa de sí misma y de su ciudadanía. Bilbao ha sido capaz de mirarse en el espejo, ver que se había descuidado mucho y decir, tenemos que arreglarnos. Por propia autoestima y para que los demás nos vean como nos gusta.

¿Eso se nota fuera de la villa?

El fenómeno Bilbao está llegando. Hay una gran revolución en este sentido.

¿Cómo ve el futuro de la capital?

Espero que siga manteniendo esa tensión por mejorarse, por hacerse más amable, con personalidad propia, pujante y abierta al mundo.

¿Cuál es su fachada favorita de Bilbao?

Lo tengo fácil: la de Alhóndiga. Es el paisaje de mi infancia. Ricardo Bastida es el arquitecto más grande que ha existido en la villa.