Bilbao
TOMÁS Lanzagorta y Carmen Legina, de 88 y 83 años, respectivamente, viven felices rodeados de frutales y gallinas en un caserío en Bilbao. Sí, en Bilbao, en el barrio de Txurdinaga, junto al Colegio Alemán. Ella nació allí, en el caserío Etxezuri, más conocido por Txakoli Legina, toda una institución en la capital vizcaina. De la noche a la mañana se enteraron por la prensa de que su casa podría ser derribada si se lleva a cabo un plan del Gobierno vasco que prevé la construcción de cuatro torres de viviendas. Tomás confía en que las instituciones -Ejecutivo de Gasteiz y Ayuntamiento de Bilbao- "entren en razón" y mantengan en pie un caserío con más de 200 años , "una parte de la historia de Bilbao, de Bizkaia y de Euskadi", dice.
Las alarmas en la familia Lanzagorta-Legina saltaron el pasado el pasado mes de mayo cuando vieron publicada en DEIA una noticia en la que se daba cuenta de un proyecto de construcción de más de 200 viviendas de protección oficial en Txurdinaga, en la finca donde se encuentra el caserío Etxezuri. "El día que vimos el periódico, por poco nos da un mal. No nos lo podíamos creer", relata Miren Lanzagorta, hija de Tomás y Carmen, y también criada en el caserío familiar. "Al principio me entró un poco de bajón", comenta Miren, "pero pasados unos días, decidí que había que luchar a tope por mantener algo que no sólo es la vivienda de mis padres y la de mis antepasados, sino que es un patrimonio cultural".
La familia hizo piña, como siempre, y se puso en marcha para defender lo que creen que es justo. "Nosotros no estamos en contra de que se construyan viviendas, ni de este plan que ha diseñado el Gobierno vasco", señala Asier Beldarrain, casado con una nieta de Tomás y Carmen. "Lo único que queremos nosotros es que no derriben el caserío, que se mantenga por el aspecto humano, ya que viven actualmente dos personas mayores, y porque tiene un valor arquitectónico, histórico y cultural que no se puede echar por tierra", explica Asier. "Hay que tener en cuenta" , prosigue uno de los portavoces de la familia, "que este caserío refleja la historia de lo que ha sido Txurdinaga, toda una zona dedicada al cultivo del txakoli, con todo lo que ellos significa". Asier está convencido de que "lo viejo, el caserío, y lo moderno, las viviendas, pueden convivir perfectamente en este barrio bilbaino".
Plan de viviendas
Alegaciones
Para ello van a alegar ante el Ayuntamiento de Bilbao. Tienen de plazo hasta el próximo 10 de agosto. Y para que el caserío quede fuera de ordenación y sea recalificado, la familia Lanzagorta-Legina está recopilando toda la información histórica posible sobre el caserío Etxezuri. Recientemente se pusieron en contacto con la Diputación Foral de Bizkaia para que la Dirección de Patrimonio elaborare un informe. Según los datos que maneja la familia, el caserío podría haber sido construido a finales del siglo XVIII o principios del XIX. Todos coinciden en que puede tener algo más de 200 años. Aunque desconocen quiénes fueron los primitivos propietarios, los Legina llevan más de 150 años habitando en el caserío. También tienen constancia de que el caserío fue txakoli desde el año 1813. Y ya como Txakoli Legina estuvo funcionando desde 1924 hasta 1980. "Eso también forma parte de la historia de esta casa", dice Asier. "¿Quién no recuerda haber estado en una comida o una despedida aquí, debajo de la parra tomando bacalao y txakoli? La familia también ha abierto otro frente: la recogida de firmas de apoyo para que el caserío no sea derribado. "El apoyo que estamos teniendo de la gente es estupendo", señala Miren. "Estamos recibiendo muchas muestras de solidaridad y comentarios muy positivos". Esos apoyos también serán incluidos en el dossier de alegaciones que están elaborando para presentar ante el Ayuntamiento de Bilbao.
Toda una vida
"En un piso me matan"
La familia quiere que todo este lío afecte lo menos posible al matrimonio. Tomás, que nació "en la República de Begoña", confía en que todo se arregle y pueda pasar el resto de sus días en el caserío, donde vive felizmente "en plena naturaleza". "Tengo más de 200 frutales; manzanas sanas, sin nada de química", señala orgulloso. Tomás intenta distraerse con el cuidado de la huerta, los manzanos, las gallinas y los conejos, mientras sus hijos y nietos luchan por la casa familiar. "Yo no quiero poner ninguna zancadilla a nadie, impidiendo que se construya", dice Tomás, "pero creo que el caserío no estorba a nadie". Lo que sí tiene claro es que "como me metan en un piso, me llevan directo camino del cementerio de Derio". Pero Tomás todavía tiene cuerda para rato en Etxezuri.