A Juanma, salvo para aumentar su autoestima, de poco o nada le han servido las matrículas de honor que sacó en la Universidad. Trabajó como periodista un par de años tras conseguir una brillante licenciatura en Comunicación Audiovisual en la UPV. Pero harto y cansado de que no le dieran continuidad en las empresas que le contrataban para hacer prácticas, decidió ponerse a vender cupones de la ONCE. Sí, porque Juanma es ciego. "Soy un cegatillo", dice con un sentido del humor que nunca le abandona. Un cegatillo con un tesón y una fuerza de voluntad capaz de mover montañas. Su falta de visión (sólo tiene un resto visual en un ojo de menos de un 10%) no le ha impedido andar en bici en su juventud, estudiar, hacer películas de vídeo, su gran pasión, y viajar. Juanma, a sus 34 años de edad, asume con agrado su condición de vendedor callejero porque "de algo hay que vivir". Eso sí, Juanma reparte la suerte con cupones cum laude.
Nunca se le han caído los anillos por tener que estar en la calle. "Al principio me dio un poco corte, y eso que yo soy una persona extrovertida, pero en un par de semanas me hice a este tipo de trabajo", comenta en plena Gran Vía, frente a una salida de El Corte Inglés, donde tiene instalada la cabina de la ONCE. Un cabina, por cierto, que sólo la utiliza cuando hace " frío o lluvia extrema". El resto de los días vende el cupón sentado en una silla, diseñada por su suegro, "para que me vean bien los clientes". Juanma llegó a ese puesto después de ver frustrada su salida profesional como periodista. Pasó por las redacciones de Canal Bizkaia, EiTB, DEIA y El Correo. "Me dio pena porque para eso había estado cinco años estudiando en la universidad, pero también estaba cansado de no tener continuidad y de cobrar poco". Así que el año 2003 solicitó la venta del cupón. "Al principio lo hice por probar porque no sabía cómo se me iba a dar eso de vender". Y lo hizo bien. En un año vendió los suficientes cupones como para que le ofrecieran un contrato fijo en la ONCE. Tras pasar por Santutxu, Trauko y Barakaldo, Juanma solicitó un puesto en la Gran Vía. "Este es un buen sitio porque pasa mucha gente, pero ahora, con esto de la crisis, se nota mucho la venta". Esa gente anónima es la que le compra los cupones y le cuenta su vida. "Se acercan y me hablan de sus problemas. Yo no me podía imaginar que podía haber tanta gente sola en la vida". Todo lo contrario de Juanma, que vive felizmente casado con Iratxe, también ciega y vendedora de cupones en la misma calle, frente a la BBK.
Infancia Juanma desborda entusiasmo desde que era un niño. Su ceguera no le impidió tener una infancia feliz en Artzentales, donde se crió hasta los siete años con su amama y donde posteriormente pasaba los veranos. "Allí hacía de todo, andaba en bici, ayudaba en las labores del campo". Esa fortaleza física adquirida gracias a la vida asilvestrada fue decisiva cuando se incorporó a las aulas del centro escolar Mukuzuluba de Barakaldo. "Cuando entré en la escuela no tuve problemas, me integré enseguida. Hubo alguno que se rió diciendo: ahí está el cegatillo de la clase. Le di una buena y como vieron que era fuerte, no hubo más problemas". Su carácter afable hizo el resto. Gracias al apoyo de los profesores tutores, Juanma superó la educación primaria para pasar al instituto. En Cruces, en La Siebe, tampoco tuvo mayores dificultades académicas. "Me costó un poco los dos primeros años de BUP porque las materias ya eran algo más difíciles, pero 3º y COU los superé mejor". Y llegó a la Universidad. "Fue chocante. Llamaba la atención porque no era normal que un cegato como yo estudiara Comunicación Audiovisual", recuerda. Pero Juanma no se amilanó. Hizo la carrera que siempre había soñado, movido por su gran afición al cine y a la radio. "Mis profesores de instituto todavía se acuerdan cuando había algún festejo y cogía el micrófono para animar el cotarro". ¿Y cómo puede ser que un ciego sea apasionado del cine? "Porque en uno de los ojos tengo un resto visual que me permite ver en una pantalla grande y con unas gafas especiales las películas".
Viajes Las nuevas tecnologías le han permitido descubrir nuevos mundos. Por ejemplo, Canarias. Hace tres años descubrió por internet un lugar en Tenerife, la Playa de Los Gigantes, y le dijo a su mujer: "Ahora o nunca". Para ellos fue una experiencia inolvidable el poder trasladarse en avión ya que se quedaron sin luna de miel "por culpa de las agencias de viajes, que siempre nos ponían problemas". Mientras piensa en el sol de Canarias, Juanma pisa tierra firme y húmeda en la Gran Vía bilbaina. Ya no le da más vueltas a su frustrada carrera como periodista. Sólo piensa en seguir repartiendo suerte y dinero para hacer feliz a la gente.