Harina, agua, aceite, azúcar y una pizca de sal. Son los ingredientes que han mantenido, durante 38 años, a Ana María del Carmen García al frente del mostrador de su churrería y con los que se ha ganado la fidelidad de muchos paladares. Sus churros han viajado por casi todo el Estado pero donde más se conocen es en el barrio bilbaino de Rekalde.
"¡Hola churrera!". Así saludan a Ana María cuando se acerca a la panadería o a la carnicería. Y es que, durante 20 años, ha sido la encargada de proveer de este manjar a los rekaldetarras. La fidelidad de su clientela le enorgullece, pero también "gusta mucho" que vengan de fuera exclusivamente a por sus churros. "La gente me viene desde hace muchos años de Deusto, San Inazio, Basauri... así que será porque les gusta y eso halaga", reconoce García.
¿El secreto? La tradición. "El churrero tiene que hacerlos como siempre se han hecho, a mano no con máquina. Cuanto más artesanos sean mejor. De los de toda la vida, hechos con la pala de madera y a movimiento", explica.
Ana María del Carmen hace cinco años que dejó de remover la masa y estar tras el mostrador. Ahora se ha pasado al otro lado, al de clienta exigente, y le ha tomado el relevo su hijo, el encargado de que los vecinos de Rekalde sigan disfrutando de los churros artesanales. Ana María tiene la esperanza de que "mi hijo esté, al menos, los años que he estado yo aquí".
La receta de esta churrería familiar es la misma a pesar de cambiar de manos. Lo que tampoco ha cambiado con el tiempo son las preferencias de los paladares más sibaritas. "Los churros, el buñuelo y la porra es lo que más se vende". Y eso que la oferta es cada vez más variada: churros cubiertos de chocolate, rellenos de crema, gofres, ganchitos... "Los clientes prefieren los churros calientes, por eso hay que hacerlos al momento. Hay veces que se forman filas porque no les importa esperar para comerlos recién hechos", comenta. Cuando el tiempo lo permite, los churros se acompañan de un vaso de chocolate caliente y se degustan in situ, de pie en los aledaños de la plaza o sentado en un banco, da igual. Si las nubes acechan o el frío es insalvable "lo normal es que se lleven el chocolate y los churros y los coman en casa".
Pero los paladares y estómagos no entienden de mal tiempo. "La semana que nevó, por ejemplo, había bastante gente por aquí y ahora, que el tiempo ha mejorado, ha pegado un bajón terrible. Normalmente, después del día de Reyes, siempre se nota que bajan las ventas, el dinero se va gastando en navidades y luego se nota", explica Ana María. Una fecha señalada en el calendario, llueva, nieve o haga frío, es el 31 de diciembre. "En Nochevieja vienen aquí a comerlos. La churrería está toda la noche abierta, desde las dos de la mañana hasta las 13.00 horas de Año Nuevo. Antes se montaban la juerga aquí, mientras comían, pero ya no", asegura.
Más trabajo en verano Pero estas frituras no son patrimonio exclusivo del invierno. De hecho, "se trabaja más en verano que en invierno", cuenta García. El 31 de enero, la churrería se despide de Rekalde pero no descansa.
"Cuando cerramos aquí, se empieza a preparar todo para abril en Lérida. Se está un mes allí, luego se va a Bergara, Eibar, Laudio, Barakaldo, Zaragoza...". Y de nuevo a la plaza de Rekalde. Esta churrería familiar forma parte del atrezzo de las fiestas de San Juan y de San Pedro, fechas en las que "la gente come más churros" y sustituye el chocolate por "el agua o los refrescos".
Ligada a la feria, Ana María del Carmen García se "quitó" de la feria hace cinco años, pero "nunca lo dejas del todo porque siempre vienes, de vez en cuando, a ver cómo va". Ahora, retirada de todo este mundillo, recuerda con añoranza sus comienzos y mira con incertidumbre al futuro.
"La primera churrería la puse en El Arenal hace muchos años pero con las inundaciones me quedé sin nada. Salvamos la caravana porque nos dio tiempo a sacarla, pero fue lo único", explica.
"La demanda siempre ha sido buena pero llevamos unos años, sobre todo este, que ha habido algo menos. Además, no se puede comparar estar en la plaza de Rekalde con estar en El Arenal. Allí son miles de personas las que pasan diariamente y aquí, sólo la gente del barrio y se está quedando muy vacío. Yo me acuerdo que antes pasaba por aquí un montón de gente. No es ni la sombra de cómo estaba el barrio antes. Los sábados y domingos se queda desierto y antes, aunque no comprasen churros, veías a la gente pasear".
Ana María del Carmen tiene asegurada otra generación más de churreros en la familia. Su hijo y su nuera se encargan del negocio artesanal "espero que durante muchos años". "Mi hijo ha nacido, como yo, en la feria, le gusta y sé que va a continuar montando la churrería. Cuando tengan hijos no se qué harán...", concluye la churrera de Rekalde.