Bilbao. Una oca con instinto asesino, un gigante escocés que escancia sidra, artefactos eléctricos que dan leche, un cowboy del Salvaje Oeste entre hortalizas o una familia china que compra cuatro capones bien cebados. Pero también dos cerdos asados con carbón de leña y servidos a la multitud en compañía de suculentas raciones de alubias de Gernika, tropezadas sólo con la papada del animal, tazas de caldo para combatir el frío o Erik, Cabeza de vaca, quizás el último vikingo que haya pisado Bilbao... Hay una feria de Santo Tomás que merece ser contada con la singular voz del realismo mágico de Latinoamérica. Es la trastienda de esa otra, más conocida, donde frutas, legumbres y hortalizas conviven con animales de granja, productos ecológicos o los sacrosantos talos con chorizo y botellas de sidra o txakoli, según se tercie.

Entre ambos mundos se movieron ayer las más de 150.000 personas (ha bajado la asistencia pero los expositores tocan campanas de gloria por las ventas...) que bajaron hacia El Arenal tierra de reconquista agrícola, donde el campo se adueñó de la ciudad. Era algo predestinado, si se juzga que el santoral precisa que se celebra Santo Tomás Leñador. Y ya sabrán que hace tiempo que en Bilbao desapareció el uso de la estufa de leña o la chimenea.

Bien pudiera ser este un curioso cuento de Navidad que comienza por los extremos del calendario, es decir, con los primeros visitantes de la mañana, que oscilan entre la cuerda de estudiantes y los jubilados. ¿He dicho calendario...? Un año más se libró lo que ya debiera conmemorarse como la Batalla de BBK, una dura pugna por hacerse con el almanaque de la entidad finaciera.

Prosigamos con la narración. Había un gigante en Escocia, Benandonner, enemigo acérrimo de Finn MacCumhall, un gigante irlandés. Así lo cantaban los bardos celtas y viene al caso la leyenda porque un descendiente del primero se paseó ayer por el empedrado de El Arenal, escanciando sidra. "That is la hostia, txapeldun!", exclamaba a quien le preguntaba su procedencia. Cosmopolita puro...

Zancada a zancada, el paseante llega hasta el puesto de Juan Antonio Zabala, uno de los clásicos en la crianza de capones. "He vendido cuatro a una familia china", comentaba entre asombros, antes de desenjaular a "una oca asesina; ha herido en Getxo a más de uno..." Fue abrirle el portón y ver al animal lanzarse a uno y otro lado, en busca de presa. Tiene prohibido matar a los animales en el mercado y nadie parece dispuesto a cargar con Jack El Destripador emplumado...

Van y vienen las cuadrillas, corren ríos de txakoli y sidra -en algún puesto se abren hueco tazas de caldo, que se agradecen...-, el pan recién hecho por la tercera generación de panderos de Orozko humea, bizkaiaesnea.com congrega miles de miradas, con su máquina dispensadora de leche... Es el mercado en plenitud, con la tradición de las alubias, el talo con chorizos, los quesos de cabra y oveja o las flores de pascua, entremezclándose con el gran protagonista, el cerdo. Bilboko Konpartsak, a la vera de la iglesia de San Nicolás, encargó el asado de dos txones campanudos a Ibarrondo, el hombre que recorre medio mundo -ayer partió a Lleida a media mañana...- y las alubias de Gernika a Kepa Freire. El reclamo hizo furor, hasta el punto de que Erik, Cabeza de vaca, repitió papada. ¿Quién es Erik...? Un pelirrojo que se coronó con astas de buey. Los amigos ejercían de akullaris, azuzándole. Pero má que buey parecía tratarse de un vikingo. Fue uno de los agraciados que disfrutó de las más de mil raciones de txon servidas...

Las frutas de José Etxebarria y los txakolis de Txabarri, Sasikoetxe y Aretxabaleta; las hortalizas de Adela Andikoetxea y el queso de Ricardo Murias... De puesto en puesto, mañana y tarde se fundían mientras uns estatua humana que representaba a un vaquero hacia el agosto en diciembre. Era un ir y venir de El Arenal a la Plaza Nueva, donde el arin arin embrujaba a las etxekoandres hasta hacerlas bailar, por encima de la artritis. Una kalejira de txistularis recorría las calles para marcar el compás. Bilbao hervía, emprendía la larga marcha verde que desembocó en la plaza del Gas, donde Natxo de Felipe y la gente de Oskorri pusieron las ilustraciones musicales más armónicas del día. Hacia allí enfilaron el gigante, indestructible, y miles de pasajeros de esta máquina del tiempo, un Santo Tomás que nos recuerda que en el campo están las raíces.