El Surne Bilbao Basket ha hecho gala el presente ejercicio de una de las cualidades más apreciadas en un colectivo dentro del deporte profesional, la capacidad para dar respuesta a situaciones adversas, en su caso por la acumulación de lesiones en posiciones muy concretas que se produjeron además en momentos de especial importancia en el curso. Este rasgo identitario habla muy bien tanto del cuerpo técnico que lidera Jaume Ponsarnau, por su aptitud para cambiar planes, estilos y roles en muy poco tiempo atendiendo al capital humano disponible, y también de la plantilla, por la rapidez a la hora de asimilar esas variaciones, capacidad de sus componentes para dar pasos al frente y su adaptabilidad a las novedosas circunstancias.
De los diez jugadores que arrancaron el ejercicio con galones de componentes de la rotación principal –Amar Sylla y Rubén Domínguez estaban llamados a ser los jugadores once y doce mientras Bassala Bagayoko transitaba por el tramo final de su readaptación al ritmo competitivo tras su grave lesión de rodilla–, seis han podido jugar la totalidad de las 26 jornadas de Liga Endesa que se llevan disputadas, lo que no es una mala cifra. El problema ha sido que las lesiones se han solapado de dos en dos, focalizándose además en unidades concretas. En diciembre, la rotación de escoltas y aleros quedó muy coja por la baja de Xavi Rabaseda y Kristian Kullamae y hace menos de dos semanas cayeron en acto de servicio en Dijon los dos pívots, Tryggvi Hlinason y Marvin Jones. En ambas situaciones, la respuesta del colectivo fue excelente cosechando éxitos de enorme valor, en primer lugar tres triunfos seguidos en un momento árido del curso en el que la amenaza de los puestos de descenso se vio muy cerca y ahora remontando la semifinal continental y derrotando en casa al Gran Canaria para dejar la salvación prácticamente atada.
Después de que el capitán sufriera una fractura de muñeca en Girona (jornada siete), el estonio sufrió un esguince de tobillo en el último entrenamiento previo al choque en Lleida, en el que los hombres de negro sufrieron su quinta derrota seguida tras una segunda mitad horrible. Con el mismo balance que los equipos en descenso y sin cerrar el refuerzo de Omar Silverio por sus problemas burocráticos para viajar a Bilbao, la respuesta del equipo en una situación muy áspera fue excelente, con tres victorias seguidas y autoritarias ante Manresa, Coruña (a domicilio) y Andorra, con el catalán reapareciendo en la última cita aunque solo jugó seis minutos. ¿La receta? Más tramos de partido de Melwin Pantzar y Harald Frey compartiendo cancha y aún mayor dosis de minutos y confianza para Domínguez, que en la siete primeras jornadas solo sumaba nueve minutos totales de acción y que en estos tres duelos promedió 17 siendo vital para ganar en Galicia con su partido de 35 puntos con ocho triples anotados.
Y lo vivido la semana pasada ha sido aún más radical. Sin Hlinason, un intimidador de primerísimo nivel aunque con rango de acción reducido, ni Jones, el equipo tuvo que asimilar en tiempo récord un sistema defensivo muy distinto al habitual –notablemente exitoso– para explotar las virtudes de Sylla y Bagayoko, menos rocosos pero mucho más dinámicos, lo que permitió desplegar una retaguardia más efusiva en los dos contra uno a exteriores, con más cambios y ayudas y un juego global más veloz. El éxito de la apuesta salta a la vista.