El Girona viste de rojo y blanco, pero se alimenta desde que comenzó esta temporada del espíritu albiceleste que le impregnan los cuatro jugadores argentinos que integran su plantilla. Desde el Baskonia de la primera década de este siglo, no había una concentración tal de basquetbolistas de ese país en un equipo. Tres de ellos, Juani Marcos, Juan Fernández y Francisco Caffaro, han coincidido en estas ventanas FIBA con Christian Lambrecht, el preparador físico del Bilbao Basket. El cuarto, Maxi Fjellerup, no ha sido citado esta vez por el seleccionador Pablo Prigioni, pero suele ser habitual.

La reacción del Girona, al margen de en la aportación táctica de Moncho Fernández, se ha apoyado en el carácter y competitividad de su cuarteto argentino, que ha ganado en presencia en cancha y en responsabilidad en el juego. Caffaro se mantiene como tercer pívot, con una aportación discreta en su primer año en la Liga Endesa tras formarse en el baloncesto universitario estadounidense y debutar como profesional en el Estudiantes, pero los otros tres han mejorado mucho desde la llegada del técnico gallego hace nueve partidos.

Fjellerup, un jugador enérgico, cumple su cuarta temporada en Girona después de haber sido pieza clave en el ascenso junto a Marc Gasol y vive su mejor momento desde que llegó a la Liga Endesa. Sus promedios de minutos son de 19, solo uno más que con Fotis Katsikaris, pero ha doblado su aportación de puntos (de 6.5 a 12,8) gracias, sobre todo, a que está lanzando por encima del 50% en triples, algo que no estaba considerada la mejor virtud de un alero de buena capacidad física que suele acabar muchas jugadas cerca del aro.

Por su parte, Marcos se ha convertido en la prolongación del técnico, que ha otorgado el mando a un base talentoso por el que se interesó el Bilbao Basket el pasado verano. Una lesión en la segunda jornada apartó al jugador rosarino, salido de la cantera del Barça y ya desvinculado del club azulgrana, durante seis partidos y lo notó para mal su equipo. Ahora, Moncho Fernández le da 25 minutos de juego, casi diez más que antes, en los que anota casi diez puntos y reparte más de cinco asistencias, pero sobre todo impone un ritmo muy alto de juego en el que no le resulta difícil encontrar soluciones en los dos lados de la cancha.

“Lo que me hizo decidir por seguir en Girona y su proyecto es toda la gente, todo el apoyo que me dieron desde el principio y todo el que me siguieron dando incluso cuando no sabían si seguiría en Girona o si iba a estar cedido. El club hizo un esfuerzo muy grande, siempre estuvieron ahí para ayudarme; eso lo valoro muchísimo”, comentó Marcos para justificar su deseo de descartar otras ofertas y mantenerse en el conjunto gerundense, que seguramente será en el futuro un escalón hacia un mayor nivel competitivo.

Un pívot más contenido

El caso más evidente de cambio de rol en el Girona es el de Juan Fernández, pívot formado en el Fuenlabrada, a veces demasiado emocional y con tendencia a pasarse de vueltas en lo físico, quizás porque aún solo tiene 22 años. Eso le costó una sanción de cuatro partidos al inicio del curso por propinar un codazo a un rival. Pero su actual entrenador ha sabido canalizar esa hiperactividad y el jugador de Santa Fe está logrando explotar su movilidad e intensidad para doblar también su anotación, de siete a catorce puntos, con solo cuatro minutos más de juego sin pasar de veinte. En siete de los últimos nueve partidos, Fernández ha anotado más de diez puntos y en uno de ellos, ante el Baskonia, llegó a 29 con solo dos errores en el tiro, lo que le permitió ser el jugador más valioso de esa decimosexta jornada. Su progresión es clara ya que la pasada temporada promedió con el Breogán 8,5 puntos.