El Surne Bilbao Basket regresó ayer de Murcia con el amargo sabor de la derrota incrustado en su paladar, con el agravante añadido de haber dejado escapar una victoria que ya degustaba en tres minutos finales de tiempo reglamentario horribles, diametralmente opuestos a las muy positivas sensaciones que los de Jaume Ponsarnau mostraron en buena parte de los 37 minutos anteriores. De esta manera, incapaz de hacer valer un 67-75 a tres minutos del final –su ventaja llegó a ser de doce puntos a 5:51 de la última bocina–, el conjunto vizcaino desperdició la oportunidad de dar continuidad a su notable arranque competitivo. Se mostró implacable en la primera semana de acción oficial ante rivales cercanos a su potencial, sobre todo en Miribilla, pero ante un contrincante más poderoso físicamente y con una rotación más larga, y a domicilio, estuvo timorato a la hora de asestarle el golpe de gracia. Le faltó contundencia lo pagó caro en una prórroga en la que la derrota era ya un resultado cantado.
Así las cosas, los de Jaume Ponsarnau encajaron el primer golpe de la temporada después de sus tres alegrías iniciales, un resbalón fatal porque arrancar la Liga Endesa con dos victorias habría aportado importantes dosis de tranquilidad ante el durísimo calendario que asoma en el horizonte. Ahora tocará testar la dureza mental de estos hombres de negro para reponerse de una esas derrotas que pueden dejar huella por la cercanía de la posibilidad de cosechar el éxito.
En esos tres fatídicos minutos al Surne Bilbao Basket se le vieron las lógicas costuras de un equipo de su condición, aunque su desplome fue más doloroso porque hasta entonces había lucido vestimenta de equipo sin miedo, multidisciplinar, capaz de sobreponerse a una tempranera desventaja de doce puntos sin despeinarse y de practicar un baloncesto incluso preciosista. Pero en esos compases de la verdad todo cambió. El UCAM Murcia se jugó el todo por el todo con una defensa asfixiante en la que el poderío físico de Jonah Radebaugh, Howard Sant-Roos y Dylan Ennis, con la colaboración de un efusivo Moussa Diagné que abandonó la pintura para ayudar a colapsar aún más el perímetro, desconectó y amargó a los exteriores de los hombres de negro. Y así, el conjunto vizcaino, hasta entonces dinámico y vertical, cayó en el abuso del bote, en el pecado de retener demasiado el balón. No hubo circulación ni fluidez. El equipo se paró. Y colapsó.
En ese tramo del partido, los ataques de los hombres de negro acabaron en una penetración de Zoran Dragic taponada por Diagné, dos triples forzadísimos de Muhammad-Ali Abdur-Rahkman al límite de la posesión, otro de Melwin Pantzar que tampoco encontró red y una pérdida de balón de Tryggvi Hlinason, antes de los dos tiros libres fallados por Harald Frey y el base sueco, además del palmeo centímetros del aro de Marvin Jones, en los 30 segundos finales que hicieron posible que el choque llegara a la prórroga. Por contra, los de Sito Alonso hicieron un seis de seis desde los tiros libres cuando hasta entonces su porcentaje de acierto era calamitoso, cuatro de ellos anotados por Diagné –69% de acierto el pasado curso– y dos de Rodions Kurucs, que en ese partido llevaba un cero de cuatro. Todo lo susceptible de salir mal acabó saliendo peor.
Ponsarnau pidió “dinamismo y fluidez” para poder asaltar el fortín murciano y los suyos respondieron de manera notable durante 37 minutos. Regalar victorias en la Liga Endesa no es en absoluto recomendable, más aún fuera de casa, donde ya se vivieron episodios similares el pasado curso y donde cada éxito, por escaso, vale su peso en oro, pero no queda otra que sobreponerse y prepararse para la llegada de la fase de grupos de la FIBA Europe Cup y el duro calendario liguero. Esta semana, doble cita como local ante el Balkan búlgaro y el gigantesco Real Madrid.