El pasado mes de diciembre, los Dallas Mavericks firmaron un contrato por una temporada a cambio de 2,6 millones de dólares a José Juan Barea para cortarle escasos días después. Era la forma que tenía Mark Cuban, propietario de la franquicia de Texas, de agradecer los servicios prestados durante más de una década al base puertorriqueño de 36 años, que tras no encontrar ningún otro conjunto en el que prolongar su carrera en la NBA decidió cruzar el charco para firmar el pasado 23 de enero por el Movistar Estudiantes, un fichaje mediático y con pedigrí al que mañana domingo tendrá como rival el Bilbao Basket. En los seis partidos que ha disputado hasta el momento ha promediado 12,5 puntos y 4 asistencias en 22 minutos de presencia en cancha. Sus porcentajes de tiro no están siendo buenos hasta el momento (44,4% en tiros de dos y 32% en triples), pero su experiencia, calidad individual y capacidad para asumir lanzamientos en situaciones comprometidas aportan la guinda a una rotación exterior colegial rebosante de puntos de la mano de Aleksa Avramovic, John Roberson, Alessandro Gentile y Edwin Jackson.

Barea (26-VI-1984, Mayagüez) ha conseguido labrarse una carrera de catorce temporadas en la NBA, once de ellas en los Mavericks y las tres restantes en los Minnesota Timberwolves, accediendo a la liga por la puerta de atrás. Tras cumplir periplo universitario en Northeastern, no fue elegido en el draft de 2006 porque se entendía que su físico, rocoso pero corto de estatura (mide 1,78), iba a penalizarle. Dallas le abrió una pequeña puerta al hacerle un hueco en su equipo para la Liga de Verano y Barea la cruzó hasta superar todos los cortes y conseguir un sitio en la plantilla. Ahí empezó una relación larga y fructífera hasta convertirse en el quinto jugador que más partidos ha jugado para la franquicia: 637. Casi siempre cumpliendo la función de base suplente, su importancia en la rotación fue creciendo hasta conseguir un rol de cierta trascendencia en aquellos Mavericks liderados por Dirk Nowitzki que en 2011 conquistaron el anillo derrotando en la final a los Miami Heat de LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh. Por aquel entonces, el puertorriqueño jugaba ya 20 minutos de media y rozaba los 10 puntos por partido, pero durante los 'play-offs' su aportación creció. Fue importante en la serie contra Los Angeles Lakers y en la final Rick Carlisle apostó por darle la titularidad cuando Dallas perdía por 1-2 y su efusividad revolucionó a los suyos.

Tras lograr el anillo, encontró un mejor contrato en los Timberwolves (19 millones por cuatro cursos) llegando a coincidir con Ricky Rubio, pero en 2014 regresó a Dallas. En el curso 2017-18 firmó sus mejores registros en la NBA (11,6 puntos y 6,3 asistencias), pero la rotura del tendón de Aquiles en enero de 2019 interrumpió su carrera. Regresó el siguiente ejercicio, pero la presencia junto a Luka Doncic de bases más jóvenes como Jalen Brunson o Trey Burke hizo que su importancia en la rotación descendiera. Tras catorce temporadas en la mejor competición del planeta, en las que ha ingresado más de 40 millones, ahora apura los últimos coletazos de su carrera profesional en el país de sus abuelos paternos, naturales de Ribota de Sajambre (León).