EL Bilbao Basket logró ayer su octava victoria de la temporada después de once jornadas. Es el mismo número que en todo el curso pasado. Y ganó por 29 puntos, una diferencia que no se había visto en el Bilbao Arena desde tiempos que quedan ya muy lejanos. Sin embargo, flota en el ambiente de Miribilla una sensación de insatisfacción, de ansiedad que va de la cancha a la grada y de la grada a la cancha. Como si se hubiera instalado un sentido de urgencia, de que el Bilbao Basket está obligado a ganar todos los partidos con marcadores abultados y resolverlos cuanto antes mejor para que puedan salir los jugadores menos habituales.
Y conviene recordar que nadie juega la Copa en diciembre, que nadie asciende, si ese es el objetivo real, en enero y que los jóvenes no van a ganarse el sitio nada más llegar, ni siquiera por aclamación popular. Todas las cosas llevan un proceso y hay que tomárselas con más tranquilidad porque en esta LEB Oro nada está escrito y, como siempre, hay que demostrarlas en la cancha, como apuntó Álex Mumbrú antes de empezar la temporada. Porque los demás también juegan, algo que se suele olvidar con frecuencia. La victoria de ayer debe servir para que algunos jugadores eliminan esos toques de incomodidad y de impaciencia que aún muestran en la cancha, como si estuvieran obligados a demostrar cada día que su presencia en la plantilla está justificada y ganarse así el favor del público y del entrenador.
Por eso, de nuevo al Bilbao Basket le costó hacerse con las riendas ante un Cáceres inferior que resistió hasta la mitad del segundo cuarto. Los hombres de negro volvieron a caer en las dudas, en una deficiente toma de decisiones hasta que apareció la inspiración y la única manera que en este deporte separa a los buenos de los malos: meterlas. Los de Mumbrú engancharon una racha de triples, con protagonismo para el esperado Edu Martínez, y todos los fantasmas que había dejado el Araberri escaparon de Miribilla. Por primera vez el equipo bilbaino alcanzó un 40% de acierto en los triples, lo que se puede esperar de una plantilla que presume de contar con buenos tiradores, y así quizás pocos repararon en que el Bilbao Basket tiró más triples que tiros de dos.
Pero en el baloncesto la verdad universal es anotar y eso dio confianza a los jugadores de Mumbrú. Aún hubo que pasar por un tercer cuarto de escaso nivel, pero al menos el Bilbao Basket ya tenía el partido controlado gracias ahora a su desempeño defensivo, que no dejó que el Cáceres pareciera mejor de lo que era, y se vio que esta vez no iba a pasar apuros para sumar el triunfo. Lo que también puede disgustar a alguno por aquello de que se eliminó el factor de la emoción que se asocia al baloncesto.
El orden de prioridades del banquillo estuvo claro y primero se trataba de asegurar una victoria lo más amplia posible, ya que la ocasión lo propiciaba, y solo al final dar unos minutos o segundos a los tres vinculados, que también tenían que jugar por la tarde con el Santurtzi. Mendikote, Aldekoa y Martín, que debutó en la LEB Oro, tuvieron tiempo de hacer un tiro cada uno e, incluso, el base durangarra, que ya había jugado unos segundos ante el Levitec Huesca, dio una bonita asistencia para el triple desde la esquina de Leonardo Demetrio que cerró el marcador, como refleja la imagen que acompaña estas líneas. Por cierto, el brasileño demostró el acierto de su contratación y fue el mejor del partido junto a Rafa Huertas, la otra incorporación que hizo el club con la temporada en marcha.
una buena cosecha Evidentemente, el Bilbao Basket puede jugar mejor, pero a veces el ritmo que marca el público y el que marcan los protagonistas no es el mismo. Después de once jornadas, la cosecha no es mala, sobre todo viniendo de donde venía el equipo, ya que los hombres de negro están solo a un partido del líder Real Betis, que también está dejando asomar que es la mejor plantilla de la LEB Oro.
Lo que ha logrado el Bilbao Basket en términos numérico antes de esa otra prueba de fuego que será la visita de este viernes al Palencia no es mucho menos de lo que se podía esperar a estas alturas en una competición que, hay que recordarlo una vez más, no perdona a nadie. Solo hay que mirar la clasificación: entre el primero y el decimotercero solo hay tres partidos de distancia.
Como las sensaciones son tan subjetivas como respetables, cada aficionado del Bilbao Basket tendrá las suyas, sus motivos para ser optimista o pesimista en función de lo que ve, pero nada más empezar diciembre parece demasiado pronto para empezar a rasgarse las vestiduras y poner notas. Por echar la vista atrás: en la temporada del ascenso a la ACB, los vizcainos atravesaron este punto del ejercicio con nueve victorias y dos derrotas, empatados en cabeza con La Palma. Acabaron como líderes de la fase regular con doce partidos perdidos.