LA temporada 2007/08 no fue el comienzo de nada, pero marcó un importante punto de inflexión en el seno del Bilbao Basket. El conjunto vizcaino pisó mucho territorio virgen aquel curso. La primera Copa, el primer play-off... Fue la campaña del impulso competitivo y social, la de los bailes en mitad de pista, en La Casilla o en el Bizkaia Arena, para celebrar las victorias y también el ejercicio en el que los hombres de negro cerraron el año natural encaramados a lo más alto de la tabla clasificatoria de la Liga ACB.
Ha llovido mucho desde entonces, no en vano hoy se cumplen diez años de aquel histórico hito. Impulsado por 11.000 aficionados, el Bilbao Basket superó al Estudiantes por 73-67 en el recinto del BEC, firmó su séptima victoria consecutiva (antes habían caído Menorca, Baskonia, Girona, Valladolid, Valencia y Manresa) y terminó aquella 15ª jornada con la vitola de líder, luciendo un excelente balance de doce triunfos y tres derrotas, con el Real Madrid como único adversario capaz de aguantar su ritmo. Para el conjunto vizcaino aquello era, evidentemente, territorio desconocido. En sus tres anteriores cursos en la máxima categoría del baloncesto estatal, su clase social había sido muy distinta, mucho más mundana. Pero aquel ejercicio todas las piezas encajaron a la perfección para formar un grupo humano extraordinario, tan rocoso y punzante dentro de la cancha como dicharachero y risueño fuera de ella. Aquella plantilla moldeada por Txus Vidorreta transmitía ilusión y ambición sin límites y, sobre todo, buen rollo. Muy buen rollo. Marcelinho Huertas, cedido por el Joventut -acabó siendo elegido en el quinteto ideal de la temporada- y Javi Salgado prendían la mecha, Luke Recker y Paco Vázquez se encargaban del bombardeo desde la larga distancia, Quincy Lewis y Pedja Savovic equilibraban desde el puesto de tres, Marko Banic y Martin Rancik suministraban puntos en la pintura (Mile Ilic llegó en el tramo final para suplir al lesionado eslovaco), Fred Weis y Drago Pasalic sumaban envergadura en las cercanías del aro, y los jóvenes Asier Zengotitabengoa, Xavi López y Thomas Hampl arañaban minutos siempre que podían.
Ese fue el plantel con el que aquel Bilbao Basket, con Iurbentia como patrocinador nominal, cerró el año 2007 como primer clasificado de la Liga ACB. Posteriormente, aquel equipo jugaría su primera Copa en Gasteiz (batió al Barça en cuartos y no estuvo lejos de dar la campanada en semifinales ante el Baskonia pese a las lesiones de Recker y Rancik), llegó a acumular seis derrotas seguidas como consecuencia de las bajas de efectivos vitales, pero acabó disputando las eliminatorias por el título. Muchos hitos, pero aquella jornada del liderato sigue fresca en la mente de los que formaron aquel vestuario. “Aquel año todo funcionó y encajó, teníamos un grupo humano increíble”, recuerda Javi Salgado, el único que sigue como hombre de negro. “Recuerdo que Txus nos dio dos o tres días libres. ¿Sabes lo que fue para nosotros irnos a casa a pasar Nochevieja siendo líderes de la ACB? ¡Muy fuerte, muy muy fuerte!”, añade Paco Vázquez, ahora ayudante de Joan Peñarroya en el Morabanc Andorra.
Muchas fueron las claves del éxito deportivo de aquel grupo humano. “Marcelinho se salió, fue el año de su explosión”, recuerda Marko Banic, recientemente fichado por el Pinar Karsiyaka turco; “Txus trataba cada partido de una manera diferente, cambiaba un montón de sistemas, los propios nombres de los sistemas, escudriñaba al dedillo al rival, te daba la radiografía de cada jugador del otro equipo... Una pasada”, señala Asier Zengotitabengoa, el más joven de aquel vestuario y ahora jugando en la NM1 de Francia, en las filas del Gries/Oberhoffen. Pero por encima de todo, cada uno de los consultados destaca, sin titubear “el buen rollo” del vestuario y la “increíble conexión” con la grada. “Ese año se produjo la comunión perfecta entre una afición y un equipo, lo digo con añoranza. Nosotros sabíamos que en casa íbamos a ganar. Lo sabíamos, era así. No era exceso de confianza, pero estábamos convencidos porque era una simbiosis perfecta con nuestra gente. Además, el grupo que teníamos era espectacular. Recuerdo los bailes después de los partidos, la gente no se iba con el bocinazo final porque sabía que algo íbamos a liar”, rememora, con un tono de emoción en su voz, Paco Vázquez.
Aquellos bailes Y es que aquellos bailes de la victoria en el centro de la cancha forman ya parte de la historia del Bilbao Basket. Cuando se cuestiona sobre ello a los protagonistas, todos remiten al actual técnico ayudante del Andorra como instigador de aquellas celebraciones. Vázquez recoge el guante: “Pues mira, ahora mismo no recuerdo cómo empezó todo, pero fue espontáneo y acabó convirtiéndose en nuestra seña de identidad. Yo tengo guardada una foto genial saliendo de la cancha hacia vestuarios haciendo la conga con Lucas (Recker). Para nosotros cada victoria era una fiesta”, recuerda, sacando a la luz intimidades de aquellas celebraciones: “Antes de entrar a cancha, en el pasillo que había en La Casilla, pasaba de todo, ni te lo imaginas. Cantar era lo más cotidiano. No te digo más que allí había una pequeña cabina con un teléfono y había días en los que Lucas hacía como que nos cogía el encargo para pedir unas pizzas, la gente que pasaba por ahí, casi siempre empleados o miembros del equipo rival, flipaba. Entonábamos villancicos... Recuerdo una vez que estábamos haciendo tiro antes de un partido, ni siquiera había entrado la gente aún y un equipo rival estaba dando vueltas al campo, haciendo el precalentamiento. Ellos cada vez pasaban más cerca de nuestra zona y hubo un momento en el que nos pusimos todo el equipo en fila de a uno, formando una barrera en plan por aquí no pasáis, un cachondeo”.
“Había mucho personaje en aquel vestuario, desde el maestro Savovic hasta Fred, con el que tengo mucho contacto desde que me he ido a Francia. Javitxu, Paco... Es que empiezas a decir nombres y cada uno tiene lo suyo. Ahora les veo a todos en puestos importantes de sus respectivos equipos, recuerdo aquellos ratos en los vestuarios de La Casilla y digo joder, míralos ahora qué serios”, dice, divertido, Zengo. Banic confirma la teoría: “En el plano personal es el mejor año que he vivido. pasábamos mucho tiempo juntos, disfrutábamos unos de la compañía de los otros y, además, tenía conmigo a Drago, que es un hermano para mí”. “Teníamos unos americanos increíbles, con Quincy y Lucas, que era un figura; luego estaba el clan de los serbios y croatas, que estaban todos medio locos, Marcelinho con la samba brasileira, Paco que es un dinamizador de vestuarios de la leche... Mucha gente con muy buena predisposición a trabajar y a hacer cosas para el equipo, tanto dentro como fuera de la cancha”, resume Salgado.
Porque para la historia han quedado las celebraciones y los bailes, pero detrás de aquel equipo había mucho trabajo. “Éramos serios currando, una cosa no quita la otra. También te digo que hay equipos en los que no puedes tener dinámicas así. Nosotros después de los partidos nos íbamos todos a comer a la Cervecería Henao... Por ejemplo, el otro día me encontré con Markota, que llegó más tarde, y cuando empezamos a hablar de los recuerdos de Bilbao se le abrían los ojos... Lo mismo con Janis Blums, que heredó el testigo del buen rollo... Es que los años de La Casilla fueron mágicos”, destaca Paco Vázquez. Y todos glosan la gran influencia de Vidorreta en aquellos éxitos, con Salgado resumiendo a la perfección la opinión de todos: “Txus entendió muy bien ese vestuario. Él es muy listo, enseguida capta las dinámicas de equipo y lo que debe hacer. Nos llevaba muy bien. Entrenábamos muy fuerte y muy duro, pero cuando había que descansar se descansaba sin problemas. Sabía perfectamente que tenía un grupo con gente muy joven, con ganas de hacer otras cosas y en ese aspecto nos dio mucha libertad dentro del orden y el rigor que tienes que tener a nivel profesional para ser feliz fuera de la cancha y así rendir mejor dentro”. “Disfrutó como el que más porque todo lo que planteaba en la pizarra salía en la cancha”, remata Banic.