Bilbao Basket, ¿y ahora qué?
El Bilbao Basket, visiblemente temeroso, no mejora ni su imagen ni su juego en el debut de Mrsic, cae ante el Burgos y se queda a una victoria de la zona de descenso
Bilbao - El Bilbao Basket ha alcanzado la décima jornada de la Liga Endesa con el mismo número de victorias en su casillero, tres, que cambios ha realizado ya sobre la marcha con respecto al grupo humano que comenzó a entrenar el pasado mes de agosto. Mal asunto, qué duda cabe. Si el duelo de ayer, tras dos semanas taquicárdicas que se saldaron con un relevo en el banquillo de los hombres de negro y un importante mosqueo en la masa social por el modus operandi empleado, debía suponer un punto de inflexión en la trayectoria del equipo, un renacer con un nuevo capitán a los mandos de la nave, nada de eso se pudo ver ayer en el Bilbao Arena. Visitaba el recinto de Miribilla el San Pablo Burgos, una contienda que en caso de triunfo permitía a los anfitriones fabricar un tranquilizador colchón de tres victorias sobre la zona de descenso, pero a los de Diego Epifanio les bastó con jugar un choque aseado y correcto para llevarse el gato al agua. Y esta vez ni siquiera hubo mosqueo generalizado en la grada, más bien importantes dosis de resignación. Gastados ya dos cambios de cromos en la nómina de jugadores y utilizada ya la bala del relevo en el banquillo, no eran pocos los que ayer se preguntaban: ¿Y ahora qué?
El duelo no hizo más que demostrar que las vías de agua en la embarcación bilbaina son mucho más profundas que las derivadas de la pizarra de Carles Duran. Siendo aún pronto para que el equipo asuma las líneas maestras de lo que quiere Veljko Mrsic que sea, el Bilbao Basket fue más de lo mismo, un equipo superado por las circunstancias y por la tensión en lo mental y un colectivo que en lo referente al juego mantiene las carencias de siempre. Pérdidas de balón que el rival castiga con canastas sencillas, un juego ofensivo previsible y romo a más no poder y unos baches de rendimiento que impiden cualquier atisbo de sostenibilidad.
El Bilbao Basket carece de desborde en el juego contra uno, genera entre poco y nada al poste bajo y apenas da el balón a sus pívots en ataque, ni siquiera cuando el rival cambia en defensa y pone a un exterior a defenderles. Si a ello se le suma que los tiradores no tuvieron el día (0 de 6 de Lucio Redivo, 3 de 11 de Dejan Todorovic) se explica que los hombres de negro solo fueran capaces de anotar 62 puntos ante un rival que hasta ayer encajaba 93,2 de media. Por contra, el San Pablo Burgos tuvo mucha claridad de ideas. Mucho juego uno contra uno, sobre todo con un Corey Fisher que hizo trizas la defensa bilbaina, y, cuando no era posible, balones al poste para que Goran Huskic o Deon Thompson resolvieran. Lo del base del Bronx fue apabullante. Si hace años acaparó titulares al anotar 105 puntos en un choque veraniego de streetball, ayer convirtió Miribilla en su playground particular con 24 puntos, 11 de ellos en un abrir y cerrar de ojos para fabricar un 0-13 en el segundo acto que su equipo aprovechó para hacerse con el control del luminoso y no volver a mirar atrás.
Y no fue porque Mrsic no lo intentara, pero la baja de Jonathan Tabu tampoco ayudó. El croata devolvió al puesto de alero a Álex Mumbrú en varias fases del duelo, probó una defensa zonal en el último cuarto e incluso acabó jugando con Redivo como base ante la floja matinal de Ricardo Fischer, otra vez bloqueado mentalmente por las pérdidas en primera línea de pase, y Javi Salgado, superado una y otra vez por el director de juego del Bronx, pero nada funcionó y el descenso, esa palabra que tanto asusta a los rectores de la entidad de Miribilla, queda ahora a un solo partido. Quizás ahora sí que haya motivos para asustarse.
Mucha tensión La contienda arrancó con los dos bandos amasando errores. La tensión era palpable, aunque fue el Bilbao Basket el primero en imprimir sus líneas maestras al partido. Con el equipo bien cerrado en defensa y Mumbrú y Todorovic acertando desde la línea de 6,75, los de Mrsic acumulaban pequeñas ventajas, pero fallaron demasiado debajo del aro como para abrir una brecha mayor. La entrada en escena de Saiz y Fisher revitalizó a los de Diego Epifanio en las distancias cortas y en el juego uno contra uno, respectivamente, y tuvo que ser el debutante Devin Thomas, con dos canastas de mérito, el que respondiera equilibrando el luminoso a 18 puntos al término del acto inaugural. El segundo cuarto se inauguró con otro triple de Mumbrú, pero esa iba a ser la única canasta de los hombres de negro en mas de seis minutos de juego. Los ataques se embarullaron, amasando demasiado balón y sin ser capaces de sacar ventajas, y el Burgos encontró un ecosistema perfecto para poner pies en polvorosa. Fue Fisher, muy superior a Salgado, el que actuó de ejecutor, con dos triples, un dos más uno y una bandeja tras robo que fraguó un parcial de 0-13 (21-31). Tuvo que ser Mumbrú, con cinco puntos seguidos, el que acudió al rescate cuando los locales parecían besar la lona, aunque una canasta de Thompson tras rebote ofensivo permitió a los visitantes alcanzar el ecuador de la cita con un 29-33.
El choque se convirtió en un intercambio de canastas al regreso de vestuarios y fue el Bilbao Basket el primero en perder pie. Cada acción ofensiva local era un tormento, mientras que en las filas locales todo fluía. O era Fisher el que exprimía su talento en el uno contra uno o eran Huskic y Thompson los que dominaban al poste. Las alarmas no tardaron en encenderse con el 41-52 a 3:02 del final del tercer acto. Entre Thomas y Mumbrú taponaron la vía de agua (46-52), pero el momento de efervescencia bilbaina no fue a más. De hecho, a base de tiros libres los visitantes volvieron a amasar su máxima renta (49-60) en los primeros compases del último cuarto. Los locales volvieron a acercarse hasta el 55-60, pero dos pérdidas de Fischer y otra de Todorovic facilitaron la vida a los de Epifanio. El Bilbao Basket ni siquiera amagó con la remontada. Deshilachado y desnortado, acabó como un títere en manos de un agradecido Burgos.