Bilbao
Luke Babbitt ha tenido que irse muy lejos de su Cincinatti natal para reencontrarse como jugador. El alero estadounidense dejó atrás tres temporadas en los Portland Trail Blazers y decidió firmar por el Nizhny Novgorod, en la estepa de Rusia, con la intención de desprenderse de la etiqueta de especialista que le habían colgado en la franquicia del estado de Oregón. Un excompañero suyo, Nolan Smith, también se ha venido a Europa para crecer y también se ha cruzado en el camino del Bilbao Basket esta temporada con el Cedevita Zagreb.
Lo que había empezado como un sueño para Babbitt porque "no hay muchos jugadores blancos y de 2,06 metros que lleguen a la NBA desde Reno, Nevada" se había convertido en casi una broma de mal gusto para un tipo elegido en el número 16 del draft que desde el instituto era considerado introvertido, casi antisocial, pero también extremadamente competitivo y trabajador, y que coloca el baloncesto en el tercer lugar de sus preferencias vitales tras la fe y la familia. En sus tres campañas en los Blazers participó en 126 partidos, pero con apenas once minutos de juego para 3,8 puntos y 2,3 rebotes de media. Lo peor fue que su carrera llegó a convertirse en objeto de chanza entre los aficionados y los medios que siguen al equipo.
Todo empezó en aquel partido de la pasada temporada ante los Sacramento Kings cuando Luke Babbitt recibió un pase, precisamente de Nolan Smith, y anotó un triple que la afición del Rose Garden celebró como si fuera un tiro decisivo. La razón es que con esa canasta los Blazers superaron los 100 puntos y, con ello, la cadena de comida rápida Taco Bell repartió entre los aficionados de forma gratuita uno de sus productos, llamado Chalupa. Babbitt pasó a ser casi un vehículo publicitario y se le empezó a conocer y corear como "Cha-luke-a", esperando el momento en que volviera a convertir uno de esos lanzamientos. "Me gustaría ser un ganador, contribuir al éxito del equipo, no alguien que solo mete tiros Chalupa", confesó.
La cosa empeoró al final del curso cuando su nombre apareció entre los candidatos a mejor sexto hombre. Alguien, de forma anónima, le había otorgado un voto para el tercer lugar en la elección que acabó ganando JR Smith. Pronto, los medios especializados trataron de averiguar, aún sin éxito, quién eligió a Babbitt, un jugador con promedios muy discretos y ninguna actuación descollante en la temporada. El alero de Cincinatti era considerado un jugador unidimensional, sin capacidad para crearse sus tiros y débil en defensa, así que ese voto que recibió solo podía entenderse como una broma, otra más de las que afectaba a Babbitt.
Los Blazers no ejercieron la opción de renovación para la cuarta temporada y Luke Babbitt quedó libre para reconducir una carrera que en la NBA ha tenido un paso frustrante. Llegó con el cartel de mejor tirador de su camada de novatos y sus compañeros confesaban que era capaz de anotar series de más noventa triples en los entrenamientos, pero le pudo la presión. De hecho, su primera temporada en la NBA fue horrible: la cerró con un 27,3% en tiros de campo, un 18,8% en triples y un 33,3% en tiros libres. Sus números mejoraron en los dos años siguientes y la pasada campaña llegó a tener el mejor porcentaje de triples de la NBA con más de un 48%. Pero su intermitente presencia en la cancha no le permitía alcanzar el nivel que tuvo en el high school de Galena y en la Universidad de Nevada.
Babbitt entendió que todo formaba parte del plan que Dios había trazado para él. No es extraña esa manera de pensar ya que el jugador de Nizhny Novgorod, hijo de un ingeniero y una anestesista, lee la Biblia a diario y reconoce que su música favorita es la religiosa. "La gente puede pensar que no soy feliz, pero una parte de ser cristiano es no esperar demasiado", comentó la pasada temporada. Quizás por ello rechazó la retirada de su camiseta en Galena hasta que no hicieran lo mismo con todos los compañeros con los que logró el título escolar del Estado.
Porque Luke Babbitt también tiene fama de excéntrico. Por ejemplo, solo compra coches usados "porque hay que ahorrar", pero en su casa de Portland tenía un armario lleno de chocolate o también interrumpió sus vacaciones en China porque no le gusta la leche. Dios le ha concedido "la gran oportunidad" de jugar en el Nizhny Novgorod y, de momento, la está aprovechando. En solo 16 minutos de juego, Babbitt promedia 13,2 puntos con un 63% en los triples para demostrar que es algo más que un anotador en partidos decididos.