bilbao. Han pasado ya quince días, una quincena larga y descorazonadora para el Bilbao Basket y su entorno, desde que Gorka Arrinda expusiera el pasado 30 de diciembre en la Junta General de Accionistas el momento crítico por el que atraviesa la tesorería del club y la necesidad de ingresar de manera inmediata 1,5 millones de euros para poder hacer frente a los compromisos adquiridos -a los jugadores y componentes del cuerpo técnico se les adeuda ya un mes-. Han transcurrido nueve jornadas desde que el máximo accionista del club se reuniera con los capitanes de la plantilla para explicarles en persona la situación y prometerles libertad plena para buscarse las habichuelas en otros lares si antes de que concluya el enero no encuentran soluciones contantes y sonantes. Ha pasado el tiempo y nada tangible ha pasado. Todo sigue igual, con las hojas del calendario del margen de confianza cayendo sin pausa. La situación sigue bloqueada y la pregunta es tan obvia como el símil con la acción de juego: ¿Hacia dónde ira la continuación de todo esto?

Han salido a la palestra estos días los contactos que han existido entre Arrinda y un grupo de empresarios vizcainos interesados, con un supuesto patrocinador bajo el brazo, en acceder a la gestión del club en una operación que debería llevar consigo la salida de puestos de mando del máximo accionista. Ha trascendido también que en estos contactos han participado como interlocutores, entre otros, Juan Elejalde, exempleado del club, exdirectivo del Athletic y exconsejero del Racing de Santander; Carlos del Campo, exdirectivo también del conjunto rojiblanco; y Javier Montoya, exconsejero del club, pero, hasta el momento, no se dan las condiciones que las partes precisan para que la operación fructifique.

Así las cosas, y salvo que esa situación sufra un desbloqueo o Arrinda encuentre sobre la campana el solvente patrocinador que el equipo ha echado de menos desde hace más de un año, la sostenibilidad futura del club se presenta incierta y repleta de incógnitas. También el futuro deportivo del equipo a corto plazo, que quedaría en manos de las decisiones individuales de unos jugadores que, en muchos de los casos, ya han pasado por esta ingrata situación la pasada campaña. Varios de ellos no tendrían problemas en encontrar acomodo fuera de Bilbao, pero salvo que alguien pague traspaso por ellos -Dairis Bertans, una promesa convertida ya en notable realidad, podría ser un caramelo- los problemas de liquidez seguirían intactos. Se liberaría masa salarial y, probablemente, parte de la deuda contraída, pero no pasaría de mero parche. El camino, entre tanta rama que se cruza en él, es difícil de encontrar mientras la masa social solo pide explicaciones claras y precisas y, por encima de todo, soluciones.