TODA la fe, todo el carácter, toda la determinación que al Gescrap Bizkaia le habían faltado en citas precedentes se condensaron en 1 minuto y 44 segundos que quedarán ya para el recuerdo. Con todo en contra, después de un partido en el que les pasó de todo y casi todo malo, la victoria hizo honor a esa nueva denominación de hombres de hierro que acompaña a los jugadores vizcainos desde que el pasado lunes se ligaron a su nuevo patrocinador principal. En ese rato surgió de nuevo el equipo subcampeón, el que nunca se rendía y el que, cuando las cosas peor pintan, mejor funciona.

El resultado de ayer devuelve al Gescrap Bizkaia todas las opciones en un grupo tremendamente igualado. La de ayer fue solo la tercera victoria de un visitante en cinco jornadas, o sea en quince partidos. Las mínimas diferencias tienen que ver estrictamente con los encuentros jugados en casa por cada equipo. Tiene pinta de que va a ser así hasta la última jornada, justo antes de las Navidades, y por eso el triunfo de ayer de los bilbainos tiene un enorme valor.

Europa -los afortunados que pudieran verlo- pudo disfrutar de un enorme derbi al que solo le sobraron tres tipos que vestían de naranja cuya labor fue inadmisible por la que presume de ser la mejor competición del mundo ahora mismo. Por suerte, fueron los jugadores los que pasaron por encima y los dos equipos, cada uno con sus virtudes y sus defectos, dejaron un espectáculo magnífico en el que el Gescrap Bizkaia dijo la última palabra.

Pareció que el partido se les escurría a los de Fotis Katsikaris después de perder de nuevo 19 balones y de perdonar la vida al Caja Laboral hasta el descanso. Después, el Iradier Arena fue lo que siempre han sido los partidos de Euroliga en Gasteiz y los baskonistas tuvieron el partido en las manos tras castigar con triples algunos errores del Gescrap Bizkaia, atribuibles al exceso de deseo. Pero quedaban balas en la recámara y los hombres de negro rieron los últimos. Fue el partido que necesitaban para que, a partir de ahora, todo sea diferente. Quedaron heridos, pero si el deporte es un estado de ánimo, el Gescrap Bizkaia recogió ayer toneladas de autoestima.