La irrupción de Irene Oguiza (Durango, 2000) es una de las buenas noticias del Athletic esta temporada. La espigada centrocampista solo tiene buenas palabras para Iraia Iturregi, su gran valedora.

¿Cómo le va todo?

—Muy bien. Estoy muy contenta.

Regresó el pasado mes de enero tras su grave lesión y se ha convertido en fija para Iraia Iturregi.

—Está siendo un año bastante especial para mí. Me recuperé de la lesión entre octubre y noviembre y estuve con el Athletic B algunos partidos para empezar a coger el ritmo. Y cuando Ira se despide del B y se pone al mando del A es cuando, al partido siguiente en Santa Teresa, me dice que voy a jugar y además de titular.

¿Y qué pensó entonces?

—Me hizo muchísima ilusión. Me dijo que jugara como lo hacía en el B y que no me iba a pedir nada más. Estuve muy tranquila y disfruté mucho de ese partido. Yo, que soy una jugadora muy nerviosa, estuve muy tranquila.

¿Nerviosa? Pues no lo parece en el campo.

—Sí que soy nerviosa. Para todo, no solo para el fútbol.

Llegó Iraia. ¿El equipo necesitaba entonces algo de aire fresco?

—Para mí Iraia es una grandísima entrenadora y está haciendo un buenísimo trabajo con el equipo. A las jugadoras se las ve muy contentas y muy cómodas y creo que esa es la clave para sacar mayor rendimiento al equipo. Que las jugadoras disfruten con lo que hacen y es por eso por lo que han venido luego mejores resultados.

¿Es complicado pasar de un vestuario como el del Athletic B al del primer equipo?

—No, por el grupo, no. Las jugadoras del A me recibieron con los brazos abiertos, ya las conocía al haber entrenado muchas veces el año pasado con ellas. Conmigo se han portado genial. Para mí, son buenísimas jugadoras y buenísima gente. Se hace fácil subir con ellas.

¿Ha notado mucha diferencia entre Iraia y Villacampa?

—Son completamente diferentes. Yo he estado mucho más tiempo con Iraia y he aprendido mucho con ella. Villacampa me subió bastantes entrenamientos, pero no estuve tanto tiempo con él. Aunque me hizo debutar, por lo que le voy a estar siempre agradecida. Jugué tres partidos y disfruté muchísimo. Por ese aspecto, solo tengo palabras de agradecimiento para Villa. También hizo cosas buenas. Pero con Iraia hay muchísima relación porque hemos coincidido en tecnificación y en el B, me parece una buenísima entrenadora.

Una tranquilidad sentirse salvadas ya del descenso.

—Quieras que no, te da un poco de tranquilidad. Porque te ves ahí abajo, que no puntúas y se pasa mal. Ahora con los puntos que tenemos, corres peligro, pero tenemos las pilas cargadas y queremos ganar todo.

¿Con su incorporación y la de Valdezate parece un equipo de baloncesto, no les vacilan?

—Sí. El vacile viene de hace tiempo. En tecnificación y en el B, que coincidí con Valde, éramos siempre las altas y nos vacilaban por ello. Pero nuestro objetivo es ayudar al equipo, si puede ser metiendo goles, y que siga así.

¿Qué espera hacer en el Athletic?

—Estoy súper orgullosa de la camiseta que visto y espero que siga así durante muchísimo tiempo. Me gustaría hacer una carrera como la de Iraia, Erika o Vane... Sería un placer enorme que cuenten tantos años conmigo y al mayor rendimiento. Es un objetivo muy grande pero, como es un sueño vestir la camiseta, seguir haciéndolo sería estupendo.

Dos ligamentos dañados en la misma rodilla, una operación de tobillo... ¿Ha aprendido mucho de ese tiempo en el dique seco?

—Los primeros cuatro años que pasé en el Athletic estuve bastante tiempo fuera de los terrenos de juego. No me arrepiento de nada de lo que me ha pasado, estoy agradecida, porque por ello soy la jugadora que soy. Las lesiones te hacen valorar cada entrenamiento y cada partido. Llegué del Ezkurdi con 16 años al Athletic y me lesioné el cruzado, y tras año y medio fuera del campo volví como otra persona. Maduré y valoraba cada entrenamiento e iba a cada balón como si fuese el último.

Además, compagina el fútbol de primer nivel con sus estudios de ingeniería.

—Sí, estoy en segundo de Ingeniería Industrial. Es difícil porque no estoy yendo a clase al tener entrenamientos a la mañana, pero tengo compañeras en la universidad que me mandan lo que hacen y, a la tarde, cuando tengo tiempo, intento adelantar lo máximo posible. Mi objetivo es sacarlo.

¿La reconocen por la calle cuando pasea por Durango?

—No. Por futbolista, no. En ese aspecto no me ha cambiado la vida por llegar al primer equipo. El entrenar a la mañana sí que es un cambio a más profesional pero en lo demás, no. Hombre, las amigas de mi ama le dicen que quieren conocerme o sacarse una foto conmigo y te hace ilusión. Cuando salgo en la tele dicen esa es la hija de Maite, pero poco más.

¿Qué le dice en casa su familia?

—Mis dos hermanos mayores jugaron a fútbol de pequeños y están siempre pendientes de lo que hago.

¿Cómo empezó en esto del fútbol?

—Cuando era pequeña iba todos los fines de semana a los partidos de mis hermanos y, en el descanso, en cualquier momento, me metía en el campo a jugar. Llevaba siempre el balón conmigo en la mano. Estaba obsesionada con el balón.

Desde sus 183 centímetros todo se verá diferente, ¿es mucho más fácil?

—Como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Tienes más poderío, impones más (eso dicen), pero no es tan fácil. Hay que coordinarse, es más complicado. Y lo de salir y resaltar en las fotos no me gusta. Desde pequeña me daba mucha rabia. Ahora menos porque Valdezate es alta también. Nos ponemos en una esquina para disimular y a veces me agacho un poco.

¿Con qué sueña Irene Oguiza?

—(Se lo piensa bastante). Con ganar algún título, sería lo mejor, por supuesto.