La solidez del Athletic condena al Sevilla y acerca la Champions
En una tarde donde solo brillaron los porteros, un solitario gol de Yeray en una acción de estrategia cerca del final premia al equipo que exhibió mayor entereza
Paso, si no definitivo, cuando menos muy esperanzador de cara a certificar la propiedad de la cuarta plaza. En una jornada mediatizada por el hecho de que venía de disputar partido europeo entre semana, el Athletic se impuso en el Sánchez Pizjuán, escenario donde volvió a poner de manifiesto su fortaleza mental, ese carácter ambicioso que le convierte en un adversario muy incómodo. El pulso con el Sevilla no fue vistoso y analizando las alternativas que deparó pudo haberse inclinado hacia cualquier lado. En este sentido, es de justicia resaltar el protagonismo adquirido por ambos porteros. Nyland y Simón fueron clave para mantener la incertidumbre prácticamente hasta el tramo final, pero ahí, en una jugada a balón parado se adelantó el equipo que en líneas generales emitió mejores síntomas durante más minutos. Yeray cabeceó de manera inapelable una falta templada por Berenguer, que evidenció la flojera de la zaga sevillista, y hundió a un rival que nunca dio excesivas muestras de estar convencido de sus opciones.
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En esto último, la responsabilidad correspondió en gran medida al gran esfuerzo desplegado por los hombres de Ernesto Valverde. Salvo en instantes esporádicos, el Athletic funcionó bien como bloque, sobre todo sin balón, reduciendo a una versión bastante vulgar el desempeño del cuadro local. Y en la fase en que el Sevilla estuvo más incisivo, después del descanso, emergió la figura de Simón, con cuatro intervenciones de mérito. Como en el lado opuesto hizo Nyland antes y después: además de anotarse la parada más complicada de la tarde a remate a bocajarro de Iñaki Williams, en las postrimerías del primer acto adivinó la dirección del penalti lanzado por Vesga, ejecutado sin una pizca de veneno.
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Malgastar semejante baza dio rienda suelta a los peores augurios, después de 45 minutos sin apenas nada productivo en ataque que resaltar, desde luego nada en absoluto en los dominios de Simón. El clásico error que suele tener un efecto positivo en el conjunto que peor estaba. De hecho, a la vuelta de vestuarios se asistió al único turno ofensivo andaluz, como se ha apuntado. Pero el marcador continuó inamovible y el correr del cronómetro pareció potenciar al Athletic, mientras el Sevilla se fue sumiendo en un paulatino letargo que desembocó en el 0-1.
Visto el desarrollo de la primera mitad surgieron dudas razonables en torno al signo de adquiriría el encuentro. Valverde introdujo ocho caras nuevas respecto al jueves, mientras García Pimienta repetía el once que asaltó Anoeta. Desde el comienzo, el Sevilla pareció un grupo temeroso, sin jerarquía. Eludió cualquier riesgo y su circulación de pelota fue de lo más insulsa. El Athletic plantó a seis hombres en terreno rival para obstaculizarle la salida y lo logró casi siempre. Esa impotencia para superar el buen trabajo sin balón de los rojiblancos dio a entender que la situación era propicia para aspirar a los tres puntos. De ahí que a raíz de que Saúl, en disputa con Nuñez, repeliese con un brazo un córner, y el VAR se lo hiciese ver al árbitro, diese la impresión de que la acción condicionaría el resto del choque.
El valor de la estrategia en el Athletic
Vesga telegrafió su envío, flojo y centrado en exceso, generando un malestar justificado. El Athletic, que previamente solo pudo merodear el gol en un golpe franco de Berenguer repelido por la madera, acababa de tirar por la borda una baza excelente para orientar un partido sin ritmo, básicamente porque el Sevilla jugaba con el freno de mano echado y enfrente, currelaban a destajo para ponerlo en evidencia. Visto lo visto, el penalti señalado a escasos segundos del intermedio se antojaba la puntilla, el empujón necesario para hundir al anfitrión. Cierto que restaba por disputarse la mitad de los minutos, pero la imagen del contrario invitaba a una reflexión de ese tipo.
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Se desconoce qué dijo García Pimienta en vestuarios, pero el Sevilla salió más incisivo y tuvo hasta tres llegadas muy amenazadoras. Simón mantuvo entonces la nave a flote y Valverde probó a refrescar la zona ancha. El riesgo de que el asunto pasase a mayores asomó de nuevo cuando se enfilaba el tramo final, pero el portero neutralizó el intento de Vargas, como antes hizo ante Lukebakio, Ejuke y Carmona. La monotonía del inicio había mutado en un espectáculo más movido que no estaba satisfaciendo las expectativas del Athletic.
Coincidió con la presencia de Maroan un cambio de decorado que ya no se vería modificado. El Athletic le arrebató al Sevilla la efímera alegría de su fútbol y a base de insistir inclinó el campo hacia Nyland. Nico Williams aportó una primera advertencia, pero apuntó al muñeco. Le siguió una preciosa ocurrencia de Maroan, cuyo taconazo tras ganar la disputa a dos defensas, dejó a Iñaki Williams en una posición ideal para fusilar al meta escandinavo. Su volea fue repelida in extremis, pero la jugada era sintomática.
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El Athletic había recuperado el mando, se mostraba más entero, salía vencedor de los duelos, poseía más chispa que un Sevilla que albergaba ya motivos para temerse lo peor. Ya no pisó más el área de Simón y en una falta lejana, cometió un fallo colectivo que no es de recibo. Maroan y Yeray entraron hasta la cocina sin nadie que les molestara, el primero no llegó al servicio de Berenguer por centímetros, pero el segundo cabeceó a placer con toda su alma y el balón entró en la red tras botar en la línea. Imposible para Nyland.
El puñado de minutos restantes fueron estériles. Quiere decirse desde la óptica del anfitrión, sin ánimo ni fuerzas para asaltar la estructura de un Athletic que, como a lo largo de casi toda la sobremesa, se mantuvo serio en la contención, actuando como un bloque firme que, incluso el día que no se luce, sigue carburando. Es a lo que se llama fiabilidad.