Visto el ingrato desenlace, viene a cuento esa máxima de que más vale amarrar el empate cuando ya se ha comprobado fehacientemente la carestía de la victoria. Pero el revés sufrido por el Athletic merece un análisis más global que centrarse exclusivamente en la desgraciada acción que permitió a Correa marcar el único gol de la tarde en el tiempo añadido. Admitir que el potencial que el oponente atesora en el fondo de armario es bastante superior al propio también ayuda a entender lo sucedido. El Atlético de Madrid ganó en confianza con las sustituciones que realizó Simeone, quien aprovechó para cargar la mano en ataque cuando su equipo se había tirado un montón de minutos contemporizando. De algún modo, todo le salió a pedir de boca al técnico argentino: propuso un encuentro muy cerrado, que exigió un enorme desgaste, y a última hora sacó petróleo gracias a la calidad de su larguísima plantilla y, qué duda cabe, a una considerable dosis de fortuna.
Fue un duelo de gran tensión, un tuteo con papeles muy distintos, pero resultó evidente que a medida que avanzaba el Atlético se sentía más cómodo, mientras un Athletic laborioso y constante acusaba el peso de la frustración y en diversas acciones no podía disimular ansiedad, factor que no le benefició en absoluto. Aspirar al triunfo, intentarlo de todas las formas posibles, es loable, pero sin perder la perspectiva. Y, como se ha apuntado, el Atlético no dejó de crecer desde el intermedio y contaba además con las bazas que precisaba para dar la puntilla a un choque que si concluye sin goles hubiese repartido justicia entre ambos conjuntos.
Aunque en el primer acto y varias fases del segundo no hubo sensación de que los tres puntos pudiesen volar de Bilbao, tal probabilidad sí que empezó a rondar a raíz de los cambios del Atlético. También se notó el efecto del triple relevo que ordenó Valverde, pero al equipo le siguió costando un mundo hacer daño. Sancet se fue agotando, igual que Iñaki Williams y el hermano de este, Guruzeta o Djaló, estuvieron muy desdibujados. Con el tanque de combustible lleno tampoco fabricó peligro el Athletic, una verdad objetiva que obedeció básicamente al pragmático ejercicio desplegado por el contrario en tareas defensivas.
La apuesta por dos laterales distintos a los de la jornada anterior o la titularidad de Nico Williams eran novedades previsibles en la pizarra de Valverde. También se esperaba que Jauregizar tuviese descanso, no así que su relevo fuese Ander Herrera, cuya escasa participación hasta la fecha inducía a pensar en que el elegido fuese Vesga. Lo fácil sería argumentar que la pareja formada por Herrera y Prados se entendió de maravilla en la victoria liguera en casa sobre el Atlético del año pasado, en un día donde el bloque entero estuvo de sobresaliente. No obstante, seguro que el entrenador albergaba otros motivos para decantarse por dicha fórmula.
Este sábado valió para dirigir las operaciones con pulcritud, nada más, frente al muro que levantó Simeone con toda la intención. Puede que fuese porque todavía no están en plenitud física o sencillamente se debiese a que decidió que el planteamiento ideal pasaba por replegarse sin el más mínimo rubor en torno a la frontal del debutante Musso y dejar que el cronómetro corriese sin incidencias que resaltar, aunque ello supusiera mirar con catalejos a Agirrezabala. Semejante disposición táctica deparó un espectáculo sin gracia, muy alejado del choque de trenes que se auguraba. Dos no discuten si uno no quiere y el visitante optó por centrarse en la contención, generando un problema irresoluble para el Athletic.
Filtrar un balón a zona de remate o aventurarse a probar una internada era prácticamente imposible. Demasiada acumulación de personal en pocos metros y mucho oficio en las filas colchoneras, factores que rebajaron las revoluciones del partido o, para ser precisos, del Athletic, que insistió en vano. No halló ninguna compensación a su empeño. De hecho, no anotó ni un remate digno de tal nombre hasta cubierta la hora de juego y los escasos centros que cruzaron el área se malgastaron ante la ausencia de receptores.
El monótono guion apenas se alteró en los minutos más próximos al descanso. Algo de cansancio y un punto de resignación provocado por la impotencia, concedieron un par de turnos de posesión al Atlético. En uno se registró un chut, a cargo de Gallagher, cuyo golpeo con rosca salió a varios metros de la portería. Hasta entonces el Athletic no sufrió apuros, si se descuenta un providencial cruce de Yuri para desviar el chut de Julián Álvarez en el minuto 13. Pero que un adversario tan hundido sorprendiese era difícil, más aún con la aplicación que mostraron los rojiblancos en la presión.
Los futbolistas se soltaron algo en la segunda mitad. Intimidó el Atlético con un Griezmann renacido y fue entonces cuando Valverde refrescó filas. Llegó el zurdazo de Sancet, única prueba comprometida que afrontó Musso. Siguió otro tiro desviado de Jauregizar, pero de inmediato Simeone metió tres tipos más ofensivos. El Athletic había recuperado el control y Unai protagonizó un avance hasta la cocina sin que nadie acompañase la acción.
La amenaza colchonera se incrementó al poner otros dos delanteros en liza. Con el Athletic volcado, a Lekue, que era el cierre en el círculo central, se le escapó la pelota en una disputa con Sorloth, a quien le benefició un leve toque de Yeray, que no llegó a tiempo para interceptar, y el ariete lanzó al espacio para que Correa burlase la salida de Agirrezabala y empujase a puerta vacía. Y aún estuvo cerca Sorloth de doblar la ventaja en otra contra. El Athletic, fundido, noqueado por el golpe, trató de empujar, a la desesperada. El frontón del Atlético gestionó impasible los segundos restantes. Coronada la faena con el golito, no iba a dejar escapar un botín tan goloso ante un Athletic generoso, pero sin repertorio para colonizar el área enemiga.
ATHLETIC: Agirrezabala; Lekue, Yeray, Vivian, Yuri; Prados (Min. 64, Vesga), Herrera (Min. 64, Jauregizar); Iñaki Williams (Min. 71, Berenguer), Sancet (Min. 81, Unai Gómez), Nico Williams; y Guruzeta (Min. 64, Djaló).
ATLÉTICO: Musso; Llorente, Le Normand, Giménez, Reinildo, Lino (Min. 70, Riquelme); Barrios, Koke (Min. 88, Correa), Gallagher (Min. 70, De Paul); Julián Álvarez (Min. 70, Sorloth) y Griezmann (Min. 83, Giuliano).
Gol: 0-1: Min. 92; Correa.
Árbitro: Hernández Hernández (Comité de Las Palmas). Mostró tarjetas amarillas a Nico Williams (Min. 15), Yeray (Min. 34), Sancet (Min. 35), del Athletic, y a Koke (Min. 85), del Atlético de Madrid.
Incidencias: Partido correspondiente a la cuarta jornada de LaLiga EA Sports disputado en San Mamés con 48.617 espectadores en las gradas, según datos oficiales. Realizó el saque de honor el boxeador catalán Sandor Martín, tres veces campeón de Europa del peso superligero.