Balaídos confirmó que el Athletic no es el que era. Hace bastantes semanas que su rendimiento se ha resentido y el compromiso de anoche no era precisamente el idóneo para alterar una dinámica que solo le ha permitido ganar uno de sus últimos seis partidos. Se preveía la dificultad que entrañaría sacar algo en limpio, básicamente porque el Celta se jugaba el pescuezo. Esas urgencias se agravaron al conocerse que un rato antes el Cádiz había vencido en el Sánchez Pizjuán, de modo que acabó imponiéndose la lógica: quien más necesitaba los puntos terminó quedándose con ellos. Lo logró a base de echar el resto y así volteó el marcador adverso que había colocado Berenguer en la primera mitad. La reacción gallega en la reanudación respondió a las circunstancias enumeradas y el Athletic careció del cuajo suficiente para aguantar la ofensiva desaforada de un Celta empujado de principio a fin por una grada muy caliente.

17

Las mejores imágenes del Celta-Athletic EFE/EP

La posibilidad de recibir un nuevo revés pudo augurarse con el anuncio de la alineación dispuesta por Ernesto Valverde, pero la realidad es que los ocho cambios que introdujo en relación a la jornada anterior no fueron un obstáculo para que el Athletic controlase el encuentro en el primer acto. La revolución en el once no afectó al carácter combativo de un grupo que saltó al campo a todo tren y no rebajó la intensidad hasta el intermedio. La consigna de ir a buscar al Celta a su terreno se plasmó con una constancia encomiable, compensando cualquier desajuste o imprecisión, errores comprensibles porque también enfrente quisieron apretar.

La consecuencia de tanta entrega por parte de ambos contendientes fue un ritmo difícil de sostener. Los rojiblancos demostraron estar más acostumbrados a correr mucho y mantener el orden táctico. Otro efecto del ardor guerrero: las dificultades para fabricar acciones elaboradas, en especial en las zonas próximas a las áreas. Hubo que esperar casi veinte minutos para que Simón interviniese, fue en un remate muy centrado de Carles Pérez.

¿Qué te parece el cambio de Unai Simón para asegurar el trofeo Zamora?

  • 1707
  • 215

La siguiente acción reseñable tuvo lugar en el área opuesta y silenció el estadio. Berenguer se atrevió a buscar el gol en lanzamiento directo de córner y su rosca superó al portero. La ejecución fue perfecta, el balón se coló rozando el larguero y cerca del segundo palo; de hecho, murió en el lateral interno de la red. Villar, que calculó mal, debería haber dado un par de pasos hacia atrás para alcanzar el envío o medir un puñado de centímetros más.

El Athletic aprovechó el aturdimiento de un rival al que ya le estaba costando crear fútbol para, a través de la posesión, elevar la sensación de dominio que ya había prevalecido en la fase previa. Unai dispuso de un par de cabezazos, uno en plancha. El juego se inclinó claramente hacia terreno vigués durante un rato largo. Era evidente el impacto que el acierto de Berenguer había producido en el ánimo del Celta, ahora con graves problemas para conectar con sus elementos más ofensivos. Berenguer volvió a amenazar con un centro cargado de veneno que cruzó el área pequeña sin hallar un rematador.

Antes del descanso sí se registraron un par de llegadas locales. Paredes, muy firme, abortó un chut de Bamba, y Domínguez advirtió con un cabezazo que se marchó alto. Para entonces intensificaban el calentamiento en la banda tres hombres del Celta. Claudio Giráldez les puso en acción de inmediato. El Celta estaba obligado a modificar la tónica como fuese. Lo hizo, a la tremenda. Empezó a merodear el área rojiblanca con toda la fe del mundo y el Athletic se vio embotellado, impotente para frenar el ímpetu de un equipo consciente del valor supremo del resultado.

Los continuos apuros no anunciaban nada bueno para un Athletic que cumplida la hora se permitió el lujo de sustituir a Simón para que se asegurase al Trofeo Zamora, un detalle que sin duda se presta a la controversia. También se incorporaron Williams y Raúl García, pero el panorama no estaba para pensar en estirar al equipo. El Celta percutía con el alma y su mejor baza, el joven Hugo Álvarez, no tardó en exhibir la clase que atesora. En cuestión de tres minutos, se fue de dos defensas para servir el pase que Williot empalmó a la red y luego, sin que se hubiese apagado el eco de la celebración, dirigió una contra que culminó con un chutazo desde la frontal imposible para Agirrezabala. En medio, el portero evitó otro gol de Larsen.

Desbordado por el empuje vigués, el Athletic no atravesó la divisoria hasta la recta final del choque. Se limitó a protegerse, sin opciones de generar nada decente que sirviese para interrumpir la oleada de ataques. Entraron Vesga y Galarreta en el lugar de Dani García y Prados, agotados en su ir y venir para sujetar una estructura que hizo aguas y vivió inmerso en un sobresalto.

Solo el cansancio y el temor a recibir un susto en un lance aislado hicieron que el Celta cediese metros según se acercaba el minuto noventa, mientras su afición se desgañitaba bajo el aguacero para que no decayese. Y a trancas y barrancas pudo el Athletic contar con dos llegadas. Vesga cabeceó arriba una falta de Berenguer y Raúl García marcó a centro templado por Lekue, pero antes desequilibró a Starfelt y el árbitro sancionó la falta. El tiempo añadido no dio más de sí.

El Athletic se retiró de Balaídos cabizbajo, rumiando una derrota sin paliativos y con el leve consuelo de que muy probablemente su portero titular había asegurado el galardón al que merecidamente ha opositado durante la temporada, sobre todo cuando el equipo peleaba de verdad por sus objetivos. Cubiertos estos, ha ocurrido lo que cabía suponer. Por eso anoche la celebración le correspondió al Celta, que acabó exhausto y feliz.