Nombres propios

COMO es costumbre en los días electorales, se vive un tiempo de entreguerras donde los nombres propios son y serán las cartas a jugar más apetecibles de la baraja. Es raro que sean nombres ya usados porque es tradición que cada candidato (y aquí no hace falta señalar con el dedo: han sido todos salvo, como es lógico, quienes se han presentado a la reelección...) piense que lleva consigo el don del ave Fénix, la cualidad que hará al Athletic resucitar de sus cenizas, como si todo hubiese sido pasto de las llamas. Ha sido anunciar que iban a convocarse las elecciones y ya ha anunciado Marcelino su adiós; ha sido decir que abrirán las urnas y vemos cómo se han aprobado los nuevos estatutos del club nuevos estatutos (ya era hora, gracias a Dios...) que colocarán al club, con su idiosincrasia propia, en la órbita de los clubes deportivos del siglo XXI; han sido clasificarse octavos en la liga y ya se manejan nombres propios para enriquecer la plantilla. Se diría que todo lo hecho hasta la fecha ha quedado en humo de pajas o agua de borrajas.

¿Tan deforme era la realidad? No parece que sea así. El juego propuesto por Marcelino, con sus pros y sus contras, iba in crescendo en lo que se refiere a la consecución de agradables objetivos; la temporada ha dejado la buena noticia de incorporaciones de altura como las de Vivian, Nico Wiliams o Sancet entre otras; el pulso del Athletic en las competiciones del K.O. ha mantenido su firmeza de los últimos años. ¿Nada vale? Yo creo que sí. Y presumo que también lo creen los tres candidatos. Lo que ocurre es que a las urnas solo invocan las campanadas de los nombres propios nuevos. Y es ahí donde entra en juego la realidad de que les hablaba: se hace necesario sacar a la luz necesidades que justifiquen la apuesta de cada cual. En ello estamos ahora y más pronto que tarde aparecerán en el horizonte los susodichos, aquellos que llegarán con el pan de un puñado de votos bajo el brazo. Imagino.