L Consejo de Administración del club muestra su total apoyo y confianza en el entrenador hasta el final de temporada". Un comunicado oficial que comienza así refleja con total crudeza la existencia de una grave crisis deportiva y, en circunstancias normales, se interpretaría como el paso previo al despido del técnico. Sin embargo, por una vez se ha de realizar la lectura opuesta porque el párrafo en cuestión está sacado de la nota que en la tarde del martes hizo pública el Eibar. En la misma, los dirigentes aseguran que "siguen creyendo plenamente en el trabajo y el compromiso de José Luis Mendilibar y el cuerpo técnico", así como en la capacidad de la plantilla. Señalan por último que el actual "no es, ni de lejos, el momento más difícil de nuestra historia" y el escrito reafirma la convicción absoluta de que "el equipo conseguirá la permanencia".

Siendo cierto que en las siete temporadas que encadena en la máxima categoría ha sabido resolver más de un apuro, la trayectoria reciente del conjunto armero resulta descorazonadora y muy significativa. Son ya diez jornadas sin saborear la victoria, una racha que le ha situado penúltimo en la tabla. Tres puntos de treinta posibles han transformado una situación de relativa calma en un auténtico agobio. Los dos puntos de desventaja que mantenía con respecto al Athletic en el ecuador del campeonato, hoy son una docena, pero conviene reparar en otros indicativos. Lo delicado del asunto estriba en que con un tercio escaso del calendario por disputar, el Eibar ha visto cómo le adelantaban sus competidores directos (Osasuna, Valladolid, Alavés y Elche) con la excepción del colista, un Huesca desahuciado en otoño que desde hace un par de semanas le echa el aliento en el cogote tras recortarle cinco puntos.

En plena caída libre, Mendilibar mantiene la calma en sus análisis. Pese a que, como en él es costumbre, no tiene reparos en llamar a las cosas por su nombre, detecta aspectos positivos, extrae conclusiones en que apoyarse para activar la reacción. El domingo sin ir más lejos, después de caer con el Villarreal (1-3), destacó que su equipo estuvo siempre metido en el partido y compitió aunque fuera perdiendo desde el primer minuto. Subrayó que los jugadores no se comportaron como un colectivo desquiciado, abrumado por la presión, sino que plantaron cara a un enemigo de superior nivel.

Esta historia se repite cada fin de semana. El Eibar ha entrado en la típica fase donde el infortunio pesa mucho más que la intención, la entrega o el buen juego que a ratos continúa desplegando. La propuesta permanece inalterable, la plantilla tiene interiorizado el guión, que no ha perdido un ápice de atrevimiento, pero cada error supone un gol en contra. Los cinco penaltis malgastados de ocho lanzados son otra prueba de que a perro flaco€ Lo curioso es que el Eibar, a pesar de los riesgos que asume con su defensa adelantada, únicamente ha concedido 32 goles, cifra que por sí sola le permitiría optar a plaza continental.

El problema se localiza en el apartado del remate, el peor de Primera: 21 goles en 27 jornadas. La explicación al déficit en la faceta creativa sale sola, basta con revisar los movimientos habidos en la plantilla en años precedentes. Las incorporaciones efectuadas no resisten una comparación con las salidas registradas. Ha habido una paulatina e incesante descapitalización del vestuario, cuyas consecuencias se notan en exceso. El listado de titulares que hicieron las maletas es elocuente, los Capa, Dani García, Escalante, Cucurella, Jordán, Orellana, Charles o Rubén Peña; por no citar a Ramis, que colgó las botas, o a varios más que a causa del desgaste acumulado son una sombra de lo que fueron: Pedro León, Enrich, Inui,...

Este proceso menguante apenas se ha compensado con la llegada de Dmitrovic, que saldrá este verano, y el feliz descubrimiento de Bryan Gil, cedido por el Sevilla, a punto de estrenarse como internacional y sobrado de pretendientes. La mayoría de los fichajes acometidos durante un lustro, sigan o no en el club, no ha aportado algo diferencial, bastantes de ellos ni siquiera lograron afianzarse como titulares.

El Eibar, reconocido como un ente modélico por su gestión económica, ha orientado los sustanciosos ingresos obtenidos en sus siete campañas en la élite hacia proyectos de futuro y de índole social: ciudad deportiva, sucesivas ampliaciones de Ipurua e iniciativas que revierten en la población de la villa, pero se diría que ha olvidado por completo que la fuente de ese dinero son los resultados de su primera plantilla.

En este contexto, se entiende que cuando un cálculo aproximado sitúa la permanencia en la consecución de casi el doble de puntos que hoy posee, el Consejo de Administración salga a mostrar su rotundo apoyo a la figura del entrenador. Sabe que la culpa de que el Eibar se haya metido en un lío no es imputable a Mendilibar, abocado a dirigir un grupo que es peor cada curso que pasa. Los millones que se manejan en los despachos no llegan al campo y el sueño armero se tambalea.