Durante el tramo de la temporada que corresponde a Gaizka Garitano, uno de los caballos de batalla más utilizados para cuestionar su labor fue la participación de los jóvenes. A la vista de las alineaciones, se acusaba al técnico por su reticencia a repartir minutos entre los jugadores venidos del filial que pelean por hacerse un sitio. Los chavales jugaban poco, se decía, cuando además los habituales no ofrecían un nivel que les hiciese acreedores a la titularidad. Un asunto que en ocasiones era enunciado de otro modo: siempre actúan los mismos, lo hagan bien o lo hagan mal.

Los resultados que acumulaba el Athletic En fútbol, cuando algo no funciona a satisfacción se tiende rápidamente a discutir los criterios y las decisiones del responsable. Y en el caso del Athletic, el tema de los jóvenes, de las caras nuevas, resulta muy recurrente. La escasa presencia de los Vencedor, Morcillo, Sancet, Villalibre o Vicente, alimentaba una polémica que se reabría después de cada partido. Casualmente, los citados son futbolistas llamados a ocupar demarcaciones de corte ofensivo. Son delanteros o centrocampistas, circunstancia que se esgrimía para reclamar que se les concediesen más oportunidades en un contexto presidido por la inoperancia del equipo en su relación con el gol, el remate y la creación de juego.

Garitano dirigió desde el verano un total de 17 partidos, con un discreto balance de goles a favor, en la línea de las campañas anteriores. Los fijos en punta o en la media tenían evidentes problemas para adecentar sus estadísticas personales y su comportamiento general distaba mucho de parecerse a una aportación acorde a las expectativas y al trato de que gozaban por parte del técnico.

Esto último ha cambiado con la llegada de Marcelino. Raúl García, Muniain y Williams han experimentado una mejoría sustancial, reflejada en datos objetivos, goles y pases de gol. Al trío de clásicos se ha agregado Berenguer, hoy el máximo realizador. Asimismo y en buena medida gracias al súbito crecimiento de estos hombres, el Athletic ha obtenido una serie de victorias y éxitos, con el gran reclamo del título de la Supercopa, alterando la percepción que había del equipo y, por supuesto, el ánimo del entorno.

media de edad

Ganar más, perder menos, marcar con una frecuencia superior y transmitir unas sensaciones colectivas con las que el aficionado se identifica fácilmente, ha aparcado aspectos que eran muy controvertidos hasta hace dos meses. Uno, el relativo al protagonismo de los jóvenes. Ya no se recurre a calcular la media de edad del once rojiblanco, pero la del domingo con el Villarreal Ni lo fueron frente a Cádiz y Levante. En esos equipos el único representante de la nueva camada fue Vencedor, que tuvo 45 minutos en la semifinal. El resto de las posiciones estuvieron copadas por los asiduos de la etapa de Garitano.

El técnico despedido en enero no era muy amigo de apostar por la juventud, acaso porque entre sus prioridades la principal era lo inmediato, el siguiente partido, y pensando así nunca hallaba margen para ir rodando a las promesas. Sin embargo, al final de su etapa le otorgó la batuta a Vencedor y un puñado de titularidades a Villalibre. Ambos le correspondieron sobre el verde. En el arranque del curso también promocionó a Morcillo, aunque desapareció del mapa una vez aterrizó Berenguer, el fichaje que tanto había reclamado. Sancet careció de la continuidad precisa y no contó con Vicente o Zarraga.

Vencedor conservó su puesto con Marcelino, quien recientemente le ha relegado. No ha estado fino en varias tardes, algo normal por su escaso contraste en la élite, y las alternativas han dado la talla, aunque pronto volverá a sumar minutos. Sancet prolonga su infeliz idilio con el banquillo, mientras que Morcillo es otro que aguarda turno sentado. Vicente y Zarraga siguen inéditos.

Lo de Villalibrey, por qué no, a avivar la censura. Vale que los titulares se hayan lucido, pero desde hace unos partidos su brillantez ha decaído y, al igual que Vencedor, el ariete de Gernika, se ha reivindicado como legítimo aspirante a ser titular o, en su defecto, a poseer un rol muy diferente al que Marcelino le adjudica. No es de recibo que la mitad de sus apariciones, cinco, se hayan producido en torno al minuto 80. Por cierto, hubo una sexta, en la final de la Supercopa, pero entonces jugó 38 minutos porque al filo de la conclusión hizo gol y forzó la prórroga.