Vamos, que Osasuna celebró por todo lo alto su centenario a costa de uno de los clubes a los que menos admira, o más odia según se mire, su gente. Miel sobre hojuelas. Y lo hizo a modo de regalo de un Athletic que se empequeñeció en un derbi en que quizá fue un pelín superior a un conjunto rojillo plagado de bajas y conservador en su propuesta, pero ayer no se trataba de un combate de boxeo que se decide a los puntos, aunque por momentos sí lo pareciera por el maltrato del balón y la querencia por el choque cuerpo a cuerpo, sino de un encuentro en el que tocaba sacar por lo menos la versión de una semana atrás, la de su victoria sobre el Levante. Apenas hubo noticias de la misma y si acaso emergió el perfil del Athletic que más se ha proyectado a lo largo de este curso. Un Athletic rácano en juego, nada creíble en el área rival y que no encontró soluciones desde el banquillo, lo que deja señalado una vez más a Gaizka Garitano, consciente de que se le examina con lupa y que su crédito se va agotando para una parte de la masa social, no así para los que mandan en la entidad.

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Osasuna 1 - Athletic 0

Lo cierto es que para el Athletic sí hubo un quinto malo, porque no hincaba la rodilla en El Sadar desde la campaña 2011-12, precisamente merced a un gol del entonces rojillo Raúl García, y después de encadenar cuatro triunfos consecutivos en Iruñea, por lo que este nuevo fiasco, el cuarto en seis encuentros recorridos, duele mucho en el entorno rojiblanco, que se las prometía felices después del espejismo que supuso el éxito sobre el Levante. A este Athletic, sin embargo, se le atragantan los equipos como Osasuna, que le dejan jugar, escenario que desnuda las carencias de los leones en su política de creación, un dominio ficticio de la posesión de un balón que habitualmente les quema. Sucedió también así en Los Cármenes, frente al Cádiz en San Mamés y en Mendizorrotza, partidos que son prácticamente clones y que recuerdan muchos otros de los últimos veinte meses, una reiteración que, no obstante, no deja de irritar a sectores de su parroquia.

Garitano insiste en su idea, de la que en muy escasas ocasiones se sale del guion. Confió en el mismo once que el domingo pasado, espoleado por la consecución de la victoria, pero el derbi de ayer, visto lo visto, quizá requería de una fórmula diferente. El derioztarra no solo no varió su plan, sino que lo mantuvo hasta el minuto 77 pese a que no le daba resultado. Fue en ese momento cuando introdujo el primer cambio, al dar entrada a Asier Villalibre en lugar de un negado Iñaki Williams, al que le volverán a llover las críticas; seis minutos después les tocó el turno a Jon Morcillo, el principal damnificado del fichaje de un ayer flojo Álex Berenguer; y a Yuri Berchiche, apenas 48 horas de superar la infección del covid-19; y cinco minutos más tarde llegó la hora de Iñigo Vicente y Oier Zarraga, dos futbolistas virtuosos en el matiz técnico. O sea, el Athletic cerró el derbi con tres canteranos debutantes esta liga, además de Villalibre, pero se quedó en una declaración de intenciones de Garitano, que precisamente no puede presumir de dar continuidad a los chavales de la casa, resignados a ejercer de apagafuegos en los partidos que están cuesta arriba. En Granada les tocó salir en el tramo final a Sancet, Villalibre y Vencedor; ante el Cádiz, a Villalibre, Iñigo Vicente y Sancet; y en Mendizorrotza a Morcillo y Villalibre. Es más, de todos estos solo Morcillo (Granada, Eibar y Cádiz) y Sancet (Alavés) han sido titulares.

la amargura de capa

Osasuna, como ya hiciera el Alavés en el derbi de Mendizorrotza, ganó gracias a su acierto en una de sus escasísimas llegadas a la meta defendida por un Unai Simón al que le están castigando los errores flagrantes y puntuales del colectivo. Ayer fue el turno de Ander Capa, que vivió una amarga efemérides personal. Se trató de su partido número 200 en Primera División y lo conmemoró de la peor manera posible, al cometer un penalti tonto y evitable sobre Kike Barja y que transformó Rubén García, que acabó por sentenciar el choque. El portugalujo, al que no le salen las cosas como le gustaría en lo que lleva recorrido de liga, gozó de la oportunidad de resarcirse en la última jugada del duelo, pero no tuvo el acierto de cabecear con fuerza y dirección un servicio de Iñigo Vicente al segundo palo, que detuvo sin apuros Sergio Herrera. Al Athletic, por tanto, le toca pasar de nuevo una semana complicada y en la que debe pensar en el Sevilla, que ayer cayó ante el Eibar.