Quizá sea el momento de parafrasear de nuevo a Howard Kendall, que, como se sabe, proyectaba un optimismo contagioso. El británico, fallecido hace un lustro y que tan buena huella dejó en su paso de poco más de dos años por Bilbao, regaló la mítica expresión "UEFA posible" aún consciente de que las posibilidades de conseguir plaza europea en el tramo final de la liga 1988-89 eran muy reducidas, objetivo que no alcanzó. Kendall era así de afable y a la vez muy bilbaino, perfil que se puede rescatar cuando este Athletic afronta la recta decisiva de la competición en busca del mismo premio. El club rojiblanco encadena dos cursos sin catar la Europa League, que da prestigio y también unos milloncejos golosos tal como de negras pinta las previsiones dinerarias la Junta Directiva de Aitor Elizegi, que ayer sonrió por partida doble, porque le tocaba celebrar sus 54 tacos. El Athletic de Gaizka Garitano venció al Mallorca en una sesión de baño y masaje solo alterada durante veinte minutos, los que fueron entre el penalti transformado por Budimir y la sentencia que selló Asier Villalibre, un chaval de la casa ansioso de hacer carrera como león. Ayer se estrenó como goleador en San Mamés con el primer equipo y lo hizo ante un viejo conocido, porque el de Gernika ya mojó en La Catedral frente al cuadro balear, entonces en las filas del Bilbao Athletic y en Segunda División. Paradójicamente, en ambos casos ejecutó el 3-1 después de comparecer desde el banquillo a lo largo del segundo acto.

Estadística aparte, el Athletic respondió a la exigencia de batir a un conjunto que presenta un marcado tufo a Segunda División, porque solo le valía sumar los tres puntos para acentuar sus posibilidades de alcanzar como mínimo una séptima plaza que partido a partido se encuentra más cerca para los intereses del conjunto rojiblanco, que, con este nuevo triunfo, mete una evidente presión a los equipos que le preceden en la tabla y que están inmersos en la misma pomada. No en vano, la carrera por meterse especialmente en la Europa League emerge trepidante, con seis equipos implicados en un estrecho margen de seis puntos y con varios enfrentamientos directos a la vista. Hoy mismo se enfrentan en el Estadio de La Cerámica el Villarreal, sexto, y el Valencia, octavo; y mañana lo hacen en el Coliseum Alfonso Pérez el Getafe, quinto, y la Real Sociedad, séptima y a la que se le ha atragantado el rentrée de la competición.

El Athletic, que se acuesta noveno, mete el miedo en el cuerpo a la Real, que se había erigido para su gente en el paladín del buen fútbol como gesto altanero hacia los leones, a los que calificaban de toscos hasta hace un puñado de días. El tiempo pone a cada uno en su sitio y, pese a que el equipo de Imanol Alguacil cuente con un partido menos, la tropa de Garitano ha recortado en estas últimas cinco jornadas ocho puntos al conjunto donostiarra, que parece despertar del sueño de la Champions y aterrizar en la tierra de la Europa League, plaza que incluso perdería provisionalmente esta tarde si el Valencia vence en su derbi ante un submarino amarillo en plena ascensión. El Athletic, a la espera de lo que suceda en el campo castellonense, se sitúa a solo dos puntos del último billete que da acceso a la competición continental y, como dijo Kendall, "UEFA posible".

Para ello, el conjunto de Garitano, que ayer recuperó su plan prioritario tras la revolución que aplicó en el Camp Nou, debe reivindicarse el miércoles en Mestalla en lo que puede denominar como una final antes de recibir en San Mamés a un Real Madrid que se juega el título en su mano a mano con el Barça.

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Garitano sustituyó a los cinco titulares con mayor vocación ofensiva y cuatro de los recambios fabricaron la jugada del 3-1 definitivo.