A la tercera ganó el Athletic, por la mínima pudiendo haber goleado y gracias a que el Betis malgastó un penalti cuando el partido moría. Y a la tercera hizo valer la baza de golpear primero, que no le sirvió para derrotar al Atlético de Madrid y el Eibar. Entre el taconazo de Iñigo y la conclusión se registraron múltiples situaciones propicias para abultar el marcador, la mayor parte en el área visitante, pero el larguero en dos oportunidades y la impericia en varias más terminaron comprometiendo un triunfo justo. Los de Garitano se embarcaron en un sobresalto constante en la última media hora por no saber cerrar el partido, pero no fue más tranquilizadora la experiencia de un Betis que maquilló levemente su fragilidad defensiva impulsado por el aliciente que supone hallarse siempre a un solo gol de puntuar. El intercambio de golpes deparó un espectáculo muy entretenido para el público imparcial, no para los seguidores de los contendientes y menos aún para entrenadores y futbolistas, gestores y víctimas de una vorágine de lo más inquietante.A la locura del final le precedió una primera parte muy distinta. Con la ventaja en el bolsillo, el Athletic ejerció un control bastante aseado. De entrada aprovechó la siesta andaluza para adelantarse en una acción de estrategia. El Betis no se enteraba. Su afán por salir desde el área propia tocando era una invitación para la presión, muy adelantada y con las líneas bien coordinadas, de los rojiblancos. Estos recuperaban fácil y pillaban al enemigo desubicado, pudiendo mover la pelota con cierta holgura. El concienzudo sacrificio de las piezas más ofensivas de Garitano obligó al Betis a probar con el envío en largo e inesperadamente así halló una vía para emitir señales de vida. Núñez, que tardó en entonarse, tiró de potencia para corregir un mal cálculo previo que dejó a Fekir delante de Simón.

Cuando parecía que el visitante cogía el hilo con sus largas series de pasecitos, el Athletic reaccionaba, imponía su agresividad e intimidaba con las subidas de sus laterales. Pocas noticias de relieve hubo hasta el descanso. Prevaleció la contrastada eficiencia del cuadro de Garitano en labores defensivas, lo mismo yendo muy arriba a morder que adoptando un prudente repliegue. Pero quedaba mucho partido y el Betis estaba forzado a buscar algo que agitase la dinámica. No tardó Rubí en probar con un doble cambio y para entonces Williams había dispuesto ya de una carrera a su gusto para liquidar el asunto. Mientras, Simón miraba desde lejos.

El Betis agradeció el retoque, movió hombres de sitio, Canales asumió la dirección, mientras que Tello y Moreno aportaron frescura en las alas. Iglesias recibió en profundidad de Canales y remató muy flojo en posición inmejorable, Simón tocó levemente e Iñigo, a un metro de la portería, zanjó el susto. Era un aviso y el Athletic se dio por aludido. En su siguiente avance, Unai López templó un córner y Raúl García se elevó sin oposición, cabeceó y se le escapó al larguero. De nuevo, replicaba el anfitrión, como hizo en el primer acto en cuanto percibía que el forastero amagaba con subirse a la parra.

Se cumplía la hora y a esas alturas el aspecto físico adquiría un valor superior. Garitano disertó al respecto la víspera y no mintió al anunciar que preparaba más cambios de salida que los introducidos en Ipurua. No mintió: hizo uno más, tres. Consecuencia de semejante parquedad asomaron síntomas evidentes de cansancio en gente como Muniain, Raúl García, Williams y algún otro. Por si acaso, Rubí quiso hurgar en el descenso de revoluciones ajeno con otro par de sustituciones. El Athletic siguió currelando, pero sin posibilidad de atravesar la divisoria y ya se sabe los riesgos que entraña ceder metros y pelota.

el penalti

Córdoba continuaba entero y muy listo para colaborar con Yuri, Raúl García echaba el resto junto a Unai López para proteger a Capa, el triángulo que forma Dani García con los centrales tampoco se distraía, pero el duelo iba adquiriendo un color distinto. Por fin Garitano tuvo a bien meter un medio más a fin de apuntalar una estructura sólida y sin embargo amenazada. Y en pleno tira y afloja, el Betis ligó una combinación profunda, Simón evitó el gol en dos remates consecutivos, el segundo sobre la línea de gol y si las protestas andaluzas reclamando que la había sacado de dentro no fueron atendidas, el VAR sí denunció que Iñigo había desbaratado el peligro cometiendo penalti sobre Fekir, autor del remate de la discordia.

Rebasado el 80, hallaba el Betis la solución a sus urgencias. El lance era clave y lo fue porque el horrible lanzamiento de Canales, apuntó a la grada, terminó de hundir a los suyos. En vista de lo delicado del trance, Garitano agotó el cupo de relevos y el Athletic contó con tres balones francos para firmar la sentencia. El que menos, un calco del gol de Iñigo a cargo de Villalibre, que también se estrelló en la madera. Sancet, que chutó el aire, y Vesga, que casi sorprende a Joel, completaron el balance ofensivo. En medio, el anárquico Fekir dibujó un vistoso golpe franco que dio pie a una no menos plástica intervención de Simón.

La trepidante recta final disparó las pulsaciones, pero dejó tal cual estaba el resultado, que en el fondo era de lo que se trataba. Una pizca de inspiración hubiera evitado tanto sufrimiento, pero ganando el choque resulta más digerible. Y la verdad es que, en el cómputo global, el Athletic fue bastante mejor.