LO malo del asunto es que apenas queda espacio para las excusas. El Getafe fue mejor, como ningún otro rival que haya pisado San Mamés en la presente temporada. Por ocasiones, intensidad, juego, estrategia y, lo más importante, acierto. Para colmo, esta cuadrilla de rufianes va y dibuja un gol apabullante, de orfebrería brasileña, a lo Lionel Messi, o sea, una genialidad. Resulta que bajo la piel de ese uruguayo que apenas levanta dos palmos, camorrista singular, blasón del equipo marrullero por antonomasia, se escondía el genio de la lámpara. Dicho de otra forma, Damián Suárez ha dejado pasmados al orbe futbolístico, comenzando por él mismo, que al poco de terminar el partido tampoco era muy consciente de lo que había hecho (¿era yo, verdad?), salvo que agarró la pelota junto a la divisoria, lejos de su lugar natural, la banda derecha, y no se lo pensó dos veces: ¡allá que voy! Se escapó por velocidad de Villalibre, condujo el balón como haciendo eses, pero no estaba borracho, dribló a un par de rojiblancos, tiró dos paredes, una con Jaime Mata, otra con Deyverson, y aún le quedó temple para fintar otros dos requiebros, dejar a toda la defensa del Athletic con el culo al aire y marcar un gol de antología.

Cuando un tipo de su estirpe, o sea, bajito, filibustero, feo y de mirada aviesa arma un taco como este y no juega en el Barcelona, joder, hay que aplaudirle. Damián se sabe al dedillo el guion de José Bordalás, arquitecto de este Getafe de mala fama y sensacional, porque chapoteando en estas charcas labró su bien ganada fama de pendenciero.

No tuvo necesidad de emplearse a fondo el Getafe en las artes oscuras que tanto irritan a la afición rival. Desde el comienzo salió a por todas el equipo madrileño mostrando el alcance de su desafío. Cortó el juego por las bandas del Athletic, jamás se concedió un minuto de tregua en su afán y hace mucho que no se ve un ejercicio de impotencia de la tropa rojiblanca en su propia guarida. Garitano lo probó todo, hasta el triple cambio. Un gesto inhabitual, un síntoma de desesperación.

Por esta actitud bizarra el modesto equipo del sur de Madrid se ha encaramado hasta la tercera posición de Primera División.

La derrota, por inesperada y clara, ha caído como una losa en el ánimo de la hinchada. Antes se empataba, y de lo malo tampoco se perdía. Ahora la tibia perspectiva cobra una dimensión diferente: son siete jornadas consecutivas sin ganar, anotar un gol parece empresa de titanes y así no se va a ninguna parte. Tampoco se mira de la misma forma la épica clasificación copera en Tenerife, pues ocurrió ante un equipo de segunda división y consecuencia de los errores groseros que obligaron a buscar la remontada.

Hubo incluso una pincelada cruel. Venía Lekue de cometer un penalti en el partido copero, en plena agonía de la prórroga, y ayer le ocurrió lo mismo, otro penalti, y justo después de una insensata pérdida del balón. El Getafe anotó su segundo gol, que cayó como una losa con epitafio en San Mamés. Recién salido de una larga lesión, el lateral derecho se reencuentra con la competición de la peor manera posible, así que llega también el momento de ofrecerle calor y y mucho apoyo.

El Leganés, el otro equipo del sur de Madrid, protagonizó la otra gran sorpresa de la jornada, derrotando a la Real Sociedad en la última jugada del encuentro con otro gol magistral, de Óscar Rodríguez. Eso debe doler, teniendo en cuenta la catadura del rival, en puestos de descenso. La corriente de alabanzas que ha provocado el equipo txuri-urdin se desvanece y resulta que tampoco pisa puestos europeos.

Con estas trazas se barrunta un derbi extraño, donde unos y otros confrontarán sus frustraciones, y desprovisto del ruido que sin duda habría provocado un nuevo regreso de Iñigo Martínez, declarado felón oficial del club donostiarra. El central cobró su quinta tarjeta y probablemente Garitano no recurrirá a la defensa de cinco, su apuesta lejos de San Mamés en las últimas jornadas.

Entre medias está la Copa, justo cuando la hinchada implora una descarga de optimismo. Y con la Copa viene el Barça. Qué gran oportunidad...