Bilbao - Del análisis que Gaizka Garitano hizo tras el partido del Benito Villamarín se deduce que en su opinión la derrota fue algo accidental: el equipo tuvo el típico mal día del que nadie está a salvo por mucho que en líneas generales su trayectoria sea positiva. En principio este diagnóstico se antoja ajustado porque es innegable que los resultados y las sensaciones previas eran inmejorables y, además, el Athletic falló gravemente en aquellos aspectos del juego que mejor domina. Así que siguiendo con el argumento, sería razonable confiar en que, desmenuzado en Lezama el vídeo del pasado domingo, a partir de la siguiente jornada vuelva el Athletic seguro, intenso y agresivo que se había instalado en una plaza continental que, por cierto, conserva incluso después de haber impulsado la canonización de Joaquín.

Lograr que el próximo sábado en San Mamés comparezca una versión reconocible del Athletic es un objetivo bastante más asequible que la reedición del desastre que puso en bandeja los puntos al Betis. Es inimaginable que frente al Eibar defienda tan mal, no sepa leer la propuesta del oponente y muestre semejante flojera en las disputas, en el cuerpo a cuerpo; que sea incapaz de reaccionar, ya con un gol en contra, pasen los minutos y continúe sin saber qué hacer para impedir que el rival transite por auténticas autopistas y acabe machacando a Unai Simón.

Para enterrar el recuerdo de lo que fue una actuación desconcertante y expresarse de nuevo como un bloque fiable no hace falta montar una revolución, bastaría con remitirse al abecé de la propuesta que se viene desarrollando en el último año. Vamos, que parafraseando al técnico no procede “volverse locos” por no haber competido en una jornada suelta y desperdiciado el hecho de que Rubi tuviera que diseñar una alineación de circunstancias sin Sidnei, Mandi, Carvalho, Pedraza o Fekir. Este dato se aporta para cuestionar el lamento que en el entorno rojiblanco generó la baja de Raúl García.

Se notó la ausencia del hombre que ha ejercido de delantero en jornadas recientes, pero del mismo modo que se pudo comprobar hasta qué punto la alternativa escogida por Garitano no funcionó. Probablemente y por motivos que no es preciso desgranar, Kenan Kodro sea el menos culpable del desaguisado, pero pretender neutralizar los automatismos del Betis en el nacimiento de su juego con la pareja Kodro-Sancet era una fórmula de muy dudosa consistencia. Uno carece de ritmo y no se distingue por su poderío físico, mientras que el otro todavía está muy verde y se pasó la tarde flotando por el Villamarín, como si no hubiera comprendido cuál era su misión sin balón. Ni robaban ni inquietaban a la zaga andaluza y los desajustes apreciados son en buena medida consecuencia de que no se apretó al contrario en la primera línea de presión.

Prefirió Garitano, al igual que en El Sadar, tocar lo mínimo la estructura y a tenor de lo presenciado acaso hubiese sido más interesante probar algo diferente. Cambiar de dibujo táctico, recurso que se adoptó para gestionar la segunda mitad con todo el pescado vendido, o de salida mover, por ejemplo, a Williams, un elemento intimidante arriba del todo aunque participe poco y apenas reciba suministro. Por otra parte, el Betis utiliza tres centrales para dar rienda suelta a sus laterales y Williams no es el idóneo para vigilar, en este caso, a Álex Moreno, un extremo reconvertido. En el origen del 2-0 hay una desatención de Williams a su par que desequilibra al Athletic y desemboca en el lucimiento del capitán bético.

Tiempo muerto No fue el único error de índole táctica que costó un gol. Nadie llegó a tapar a Loren cuando se benefició de un robo de Guardado a Unai López en terreno de Betis y salió en estampida camino del área para establecer el 3-0. La acción reclamaba a Dani García, pero este jugó lastrado al encontrarse a falta de una tarjeta para completar el ciclo que supone suspensión. Ello explica parcialmente que el apartado de faltas cometidas por los rojiblancos fuese ridículo durante el primer período, en la fase en que el equipo anduvo al garete y el Betis halló amplísimos pasillos para proyectarse en ataque. Que fuese Unai López el que más faltas hizo, alguna jugándose la continuidad en el partido, da una idea del tono blando que presidió las evoluciones de un grupo que podrá estar más o menos inspirado, pero no suele renunciar a la contundencia en labores destructivas.

El impresionante acierto del Betis pesó lo suyo en el ánimo de unos jugadores acostumbrados a blindar todas las vías que conducen a su portero, cabe pensar que se pasarían largo rato preguntándose qué es lo que ocurría, mientras el rival siguió a lo suyo, sacándole chispas a cada desatención, retraso o mal cálculo de las distancias. El Athletic hubiese agradecido un tiempo muerto para tomar aire y rehacerse, pero de momento y a no ser que medie la intervención del VAR, los partidos no se interrumpen. Y este equipo tampoco maneja los trucos que emplean el Getafe, el Granada o el Atlético.