SEVILLA: Vaclík; Jesús Navas, Mercado, Kjaer, Escudero; Aleix Vidal (Min. 80, Nolito), Amadou, Rog (Min. 46, Gnagnon) Franco Vázquez (Min. 69, Bryan Gil); Munir y Ben Yedder.

ATHLETIC: Iago Herrerín; Capa, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri; Dani García (Min. 76, San José), Beñat, Muniain, Raúl García, Balenziaga (Min. 55, Ibai); y Williams (Min. 76, Aduriz).

Goles: 1-0: Min. 44; Ben Yedder. 2-0: Min. 92; Munir.

Árbitro: Sánchez Martínez (Comité Murciano). Por el Athletic amonestó a Dani García (Min. 19) y Raúl García (Min. 29); y por el Sevilla a Rog (Min. 36), Gnagnon (Min. 55), Navas (Min. 60) y Mercado (Min. 65).

Incidencias: Partido de la trigésima octava y última jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ante unos 28.000 espectadores.

El sueño se esfumó en la jornada decisiva. El Athletic no supo defender su ventajosa posición para estar en Europa el año que viene, ofreció una imagen desoladora durante la mayor parte del encuentro, en absoluto acorde al valor de la mencionada recompensa. Defraudó frente a un Sevilla de circunstancias al que le bastó con hacer lo mínimo exigible para llevarse una victoria que escuece y señala a los jugadores, pusilánimes, conformistas, torpes, demasiado pendientes del rival, del cronómetro y quizá del marcador que registraba Cornellá, escenario donde se fraguó el éxito del Espanyol, que se adueñó de la séptima plaza que el Athletic ha ocupado durante un mes y ayer dejó escapar de manera lamentable.

Para el recuerdo queda el remate de Iñigo Martínez, estrellado en el larguero cuando se consumía el añadido, porque hubiese significado el empate, pero en el análisis esa acción puntual no hace ni sombra al comportamiento global, un cúmulo de despropósitos que acabó condenando al equipo a una derrota sin paliativos. Después de darle mil vueltas a las diferentes alternativas y factores que concurrían en la visita al Sánchez Pizjuán, de especular en torno a la disposición del Sevilla, que podía ceder a la tentación de la especulación, de dar por supuesto que Espanyol o Real, uno de los dos, forzaría para apurar sus probabilidades de cazar al Athletic en la clasificación, resultó que los cálculos y las predicciones, en bloque, se fueron al garete a causa de la actitud del Athletic.

Tampoco se trataba de salir a tumba abierta, pero qué menos que de entrada transmitirle al Sevilla la intención de que se iría a por la victoria. Un Sevilla por cierto muy mermado en la construcción de juego por las bajas de Banega, Roque Mesa y Sarabia, todos ellos clave en la zona ancha. Dio igual que la propuesta local fuese de una simpleza apabullante, que Herrerín fuese un espectador más en la primera media hora, porque a la impotencia ajena respondió el Athletic con desdén. Los de Garitano dejaron que los minutos pasaran sin que ocurriera nada. Parecían confiarlo todo a su acreditada eficacia en la contención, como si no les interesase más que aguantar el 0-0, sin intentar siquiera percutir alguna vez, avanzar líneas, adueñarse de la posesión a fin de probar a alterar una inercia estéril.

Pelotazos, despejes sin ton ni son, el balón mucho tiempo por el aire, los delanteros totalmente desconectados, un centro del campo plano agregado a la zaga para levantar un muro y así, renunciando a crear, a atacar, se fue la primera mitad. Bueno, se iba, pues quedaba un minuto para el descanso cuando Navas, el más inquieto de los suyos, se proyectó como extremo y ante la pasividad de Balenziaga y Yuri, el blindaje del ala izquierda, puso un centro en el cogollo del área y allí se lanzó en plancha Dani García. Su pretendido corte, en realidad un remate letal ejecutado a dos metros de la línea, lo repelió por puro instinto Herrerín y Ben Yedder no tuvo más que empujar a la red sin oposición.

Premio gordo al formidable desperdicio brindado por el equipo. Medio partido tirado por la borda y encima, si ya el rendimiento por si mismo no fuera desquiciante, con la obligación de forzar la igualada en la reanudación. ¿Qué cambió? Nada, salvo el que Muniain, ausente desde el sorteo de campos, centró su posición. Tras un rato intentando de una santa vez tomar la iniciativa, aunque sin inquietar a la zaga andaluza, se incorporó Ibai y Balenziaga pasó al banquillo. Cerca de la hora llegaban las malas noticias: gol del Espanyol. El Athletic estaba ya fuera de Europa, pero había margen para enmendar el fiasco. Se percibía cansancio en las filas del Sevilla, que se replegaba sin disimulo, y en esto Beñat probó desde la frontal y el árbitro castigó con penalti el despeje con el brazo de Mercado.

FINAL SURREALISTA El golpe de fortuna lo frustró el VAR y siguió una fase presidida por el quiero y no puedo de los rojiblancos, en vista de lo cual Garitano no quiso esperar más: Aduriz y San José suplieron a Williams, otro que no compareció, y Dani García, que de tan gris que estuvo cabría afirmar que concentró su protagonismo en el lance del gol sevillista. Había más candidatos a dejar el partido, pero el reglamento no permite más relevos. A partir de ahí, el Athletic se tiró arriba y sirvió una buena ración de balones al área, casi todos defectuosos para ser rematados. No obstante, Aduriz contó con uno aprovechable y no halló postura, luego Raúl García, un día más el único que descontado Iñigo entendió de qué iba la fiesta, cabeceó cerca del palo derecho.

Fue la mejor oportunidad, posiblemente la única merecedora de tal consideración hasta que a la salida de un córner Iñigo estampó un durísimo chut en el larguero. Del rebote montó una contra el Sevilla que puso la guinda surrealista al desaguisado. Herrerín había salido hasta la divisoria para cortar el avance, lo hizo pero se la entregó a un rival y Navas avanzó hacia el área, allí cedió a Ben Yedder, quien fintó y buscó el segundo. Herrerín llegó milagrosamente para tapar, pero la pelota quedó muerta a los pies de Munir, que zanjó la contienda a puerta vacía.

La imagen de los jugadores tirados en el césped, que se repetiría al escucharse el pitido final, clausuró la temporada. La nefasta lectura del partido realizada por el Athletic propició una amarga derrota y pinchó el globo de la ilusión. Se dirá que, así todo, se ha de ponderar en su justa medida el esfuerzo desplegado desde navidades y la tranquilidad con la que se han vivido los últimos meses de un curso que empezó torcido. Es innegable que Garitano ha sabido reflotar la nave y otorgarle incluso una entidad para competir, pero cómo obviar que al equipo le ha faltado convicción y tampoco ha ido sobrado de argumentos para poner el broche que por números se antojaba asequible. Terminar en tierra de nadie y con este fiasco invita a una profunda reflexión de cara al porvenir. De momento, lo evidente es que el club deja de ingresar un dinero que muy probablemente echará de menos más pronto que tarde.