RECUERDO cuando era pequeña que mi hermano y mi aita hacían todos los años el amago de pisar La Catedral cada vez que se disputaba un clásico como el de anoche. Veinte años después, todavía no han visitado San Mamés, ni el antiguo ni el nuevo, y no me pregunten el motivo porque no lo sé ni yo. Creo que lo organizaban a última hora y ¿cuál era la sorpresa? Que no había entradas como ha ocurrido en esta ocasión. Pero lo mío sí tiene una clara explicación. A mí no me gusta el fútbol y paradojas de la vida, ayer acabé viendo desde las gradas el primer partido de mi vida. Sí, me he estrenado por todo lo alto y no niego que me hizo ilusión. Sé que ahora mismo mi familia me envidia pero prometo llevarles el próximo año para que sientan los colores con la misma intensidad con los que los viví yo ayer.

Bien abrigada, hacia las 20.15 horas -los que me conocen saben que no me oriento muy bien- me dispuse a vivir un día diferente rodeada de aficionados rojiblancos. Como era de esperar, no encontraba ni la puerta por la que tenía que entrar ni la localidad a la que debía dirigirme. Era un mundo nuevo para mí. Me sentía totalmente perdida hasta que un agradable señor, que se notaba que era un forofo de verdad porque iba equipado de los pies hasta la cabeza con ropa y accesorios del Athletic, decidió ayudarme. ¿Es la primera vez que vienes?, me preguntó. Creo que se me notaba a kilómetros, pero hice lo que pude. Yo me llevé el bocata, como creo que se suele hacer, y una chamarra roja para estar en sintonía con el resto de asistentes. He de confesar que cuando escuché el himno del Athletic y vi que los aficionados lo cantaban al unísono se me pusieron los pelos de punta. El estadio me encantó al igual que el buen ambiente que se respiraba. El sonido de los tambores y los gritos de ánimo a los jugadores no cesaron durante el partido.

Al final, noventa minutos dan para mucho y acabé hablando más de la cuenta con el hombre que tenía a mi derecha. Muy amable llegó a ofrecerme refrescos hasta en cinco ocasiones. Si necesitas cualquier cosa que no te de vergüenza, me repetía una y otra vez. Comprobé de primera mano la generosidad que se gastan los athleticzales con los nuevos invitados. Pero también doy fe de que cuando los jugadores hacen una mala jugada sacan la peor versión de si mismos. “Mal, muy mal. Eres un inútil, soltó por la boca uno al que no logré ubicar. Sin embargo, no pararon de arropar a los leones hasta el último minuto. Yo sinceramente estaba más pendiente de que la cámara no me enfocase en la gran pantalla. Menos mal que no fue así. Lo siento por mi ama porque se tragó todo el partido para ver si me veía.

Fue una noche para recordar y por eso no paré de inmortalizar el encuentro con imágenes y vídeos para enviárselos a mi aita. Lo vi todo desde muy cerca. Desde los empujones, la caídas y las paradas de ambos porteros. Es lo que tuvo situarse detrás de una de las porterías. Incluso llegué a esquivar algunos balonazos en los primeros minutos del partido. Para todo hay una primera vez y la de ayer fue una de ellas. Eso sí, espero poder vivir el próximo año este mismo encuentro con mi familia, que ya es hora.