LA Primera División era una ilusión para Jon Pascua (Bermeo, 1972). Un “sueño que no necesitaba para ser feliz, pero que quería cumplirlo porque era el fruto de muchos años de trabajo”. Mucho tiempo invertido hasta llegar a convertirse en el entrenador de porteros del Betis. Cada persona tiene su camino y el bermeotarra lo afrontó a base de constancia y de vivir sin miedo las nuevas experiencias. Tras dar sus primeros pasos como preparador de guardametas en el Bermeo y el Amorebieta, compaginando esa labor con la formación de jugadores de categorías inferiores, pasó a formar parte del Bilbao Athletic, donde coincidió con Raúl Fernández, Javier Mandaluniz y Iago Herrerín, que casualmente será el encargado de defender la portería rojiblanca mañana. Sin embargo, los siguientes pasos de Pascua, que también le marcaron como entrenador y persona, fueron a miles de kilómetros de casa.
Pascua vivió dos años muy intensos en los que “no había vida más allá del fútbol” cuando estaba en el Athletic y tras abandonar la entidad bilbaina, llegó una oferta del Mamelodi Sundowns sudafricano. “Iba a dedicarme a aquello que me apasiona y la oferta económica era más de lo que necesitaba realmente para ser feliz. Pero lo que más me ilusionaba era la oportunidad de trabajar en un equipo de élite y vivir esa experiencia desde dentro”, explica a DEIA. Fue un cambio total en su vida. A miles de kilómetros de casa, pero no tardó en adaptarse: “Sudáfrica es un país muy entrañable y África un continente que engancha. Todo lo negativo quedaba en un segundo plano frente a todas esas emociones que me provocaban el fútbol, las relaciones personales y los viajes por el continente. Vivía una vida de auténtica aventura en torno al fútbol. El fútbol no era el fin, era el medio. Lo sigue siendo”.
Fue una aventura en la que el entrenador de porteros vizcaino fue feliz y al mismo tiempo evolucionó gracias a las enseñanzas del día a día. “El mayor reto era adaptarse a las diferentes razas y culturas, a los idiomas? y lo que ello conlleva. El desgaste a nivel emocional es terrible, pero todos esos retos me ayudaron a evolucionar mucho como persona. A pesar de que mantengo mi esencia, mis comportamientos y conductas son totalmente diferentes a las que tenía antes de ir a África”. En ese escenario de aprendizaje constante, Pascua encontró un ecosistema para quedarse durante cinco años. Valorado por todo los integrantes del equipo, peleando por todos los títulos con el mejor equipo de África y con un “clima de trabajo espectacular con un nivel altísimo tanto en la calidad como en la intensidad del calentamiento”. La situación era perfecta para seguir.
Pero toda etapa tiene su final y la de Pascua en Sudáfrica también terminó. Necesitaba un cambio. “Sentía que mi etapa allí había acabado. Fue una decisión personal para dar un giro a mi vida. Quería entrenar al máximo nivel en España, y para dar ese paso tenía que ponerme en el mercado. También es verdad que el desgaste emocional que tenía era ya también muy grande”, detalla. Así, lo que iba a ser un tiempo de desconexión y descanso, se convirtió en un mal momento porque “echaba mucho de menos trabajar. Soy tan libre como esclavo soy de mi trabajo, y estar alejado de los campos de entrenamiento me entristecía muchísimo”.
Entonces llegó la oferta que le devolvió a los banquillos. La selección de Filipinas contactó con el bermeotarra y otra vez tuvo que adaptarse a un medio muy diferente a lo que había conocido. “Filipinas es un país muy peculiar y si nos centramos exclusivamente en el fútbol lo es todavía más. Están muy alejados del fútbol profesional, aunque intentando avanzar y dar pasos hacia delante”, explica Pascua. El principal problema eran los medios limitados de los que dispone el país. Aunque eso no le hizo rendirse, si no que se esforzó para continuar con su mejora. “Aproveché para reflexionar sobre mi modelo de trabajo y ordenar todas esas conductas y procedimientos que implementaba de manera innata. Les di un mayor orden, rigor, criterio, y abandoné la selección siendo mejor entrenador que cuando llegué”, cuenta el entrenador de porteros del Betis, tras reconocer que “las aventuras de Sudáfrica y Filipinas me han hecho mejor entrenador. Me han ayudado a convertirme en lo que soy”
“es el equipo de mi tierra” El partido de mañana ante el Athletic será especial para el técnico bermeotarra. “Es el equipo de mi tierra, en el que siempre quise jugar y no pude. En el que trabajé durante varios años, un club al que me costó llegar y del que me tuve que marchar”, recuerda. Pascua encuentra muchas similitudes entre el Athletic y el Betis y reconoce que ambos “no son dos equipos, son dos sentimientos”. Todo ello hace que haya encontrado un vínculo especial con el conjunto andaluz: “Este partido es especial porque además de enfrentarme al Athletic, lo voy a hacer defendiendo los colores del Betis. El mejor momento será cuando todos los béticos canten el himno antes del comienzo del partido. Estamos ya en diciembre y se me siguen poniendo los pelos de punta como el primer día”.
Otro de los factores que hacen que Pascua se sienta cómodo en el conjunto verdiblanco es su relación con el resto de los miembros del cuerpo técnico, que está encabezado por Quique Setién, del que opina que “tiene un gran concepto futbolístico, una gran visión y una gran determinación para llevarlo a cabo”. Aunque no solo destaca la labor del entrenador cántabro: “Eder Sarabia es uno de los entrenadores con más conocimiento con los cuales he compartido vestuario y está llamado a ser entrenador. Con todos ellos comparto filosofía, tanto de trabajo como de vida. Esta experiencia con ellos no la olvidaré nunca. Tanto por lo futbolístico como por lo personal, son gente muy especial”.