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Las siete diferencias

Condicionado por el calendario, Ziganda aún no ha podido abordar en profundidad los cambios respecto a la etapa de Valverde que introducirá en el funcionamiento del equipo

Las siete diferencias

Bilbao - Junto al crucigrama, la sopa de letras o el jeroglífico, era muy común en las páginas de los diarios el juego de las siete diferencias. Hoy comparten espacio o han cedido a la pujanza del sudoku. Lo de comparar dos imágenes, generalmente dibujos, y descubrir en qué detalles dejan de ser idénticos era quizá el pasatiempo más fácil de resolver, el favorito de los niños. En el entorno del Athletic se percibe un especial interés por saber en qué se parecen y en qué no el equipo que dirige José Ángel Ziganda y el que tuvo en sus manos Ernesto Valverde. Es la curiosidad lógica que provoca un tránsito, un relevo. De momento no resulta sencillo distinguir en qué ha podido cambiar porque es muy pronto, lo cual no es óbice para que haya voces que insistan en que costará encontrar innovaciones sustanciales puesto que el actual proyecto no es sino la mera prolongación del anterior.

Quienes así opinan parten con la ventaja de un argumento bien fundamentado: no ha habido fichajes, la plantilla permanece intacta. Están los jugadores que estaban y la única novedad se localiza en la habitual promoción de jóvenes llegados del filial o repescados de cesión. Ziganda dispone de los mimbres que dirigía su antecesor, lo que en principio supone una limitación importante a la hora de intentar alterar el estilo y la personalidad del grupo. Grupo que después de cuatro temporadas bajo unas directrices está acostumbrado a desenvolverse en la competición, así como en el día a día en Lezama, de una manera concreta que, encima, se plasma en un notable balance deportivo, muy superior a la de etapas precedentes.

El partido del Nacional Arena de Bucarest parece dar la razón a los que no esperan ver nada nuevo. Recordó en demasía a tantas actuaciones que hubo fuera de casa a lo largo de la última campaña. El equipo desplegó un fútbol predecible, faltó elaboración en la zona ancha, actuó con muchas precauciones, tuvo problemas para gobernar el choque en varias fases y hubo poca llegada nítida a posición de remate. Y por supuesto, como no puede ser de otro modo, la inmensa mayoría de los protagonistas fueron los del año pasado.

SENSACIONES CONOCIDAS Las sensaciones que dejó el partido no resultaron extrañas o desconocidas. Frente a un oponente de inferior nivel, el Athletic estuvo incómodo en cuanto su propuesta inicial fue replicada, en adelante su consistencia quedó en entredicho y terminó cediendo un empate, que hasta debe darse por bueno. El desenlace pudo ser peor, aunque también mejor, para decirlo todo. En suma, el partido estuvo abierto hasta la conclusión, algo que por una cuestión de jerarquía no constituye una noticia positiva desde la óptica del Athletic.

La lectura realizada hasta aquí de lo sucedido el jueves, probablemente se ajusta a la percepción de muchos aficionados que siguieron la cita de Bucarest. Los que barajan la única carta de la continuidad coincidirán en el juicio con aquellos que confiaban en asistir a un espectáculo que les permitiese pasar página. Estos últimos se fueron a la cama con las ganas. Sin embargo, conviene reparar en que era el primer partido oficial de un ciclo incipiente.

Tres semanas de entrenamientos y cinco amistosos metidos con calzador hablan de una planificación marcada por la obligatoriedad no de llegar en condiciones a la primera fecha del calendario, sino de resolver a toda costa una eliminatoria. A la que presumiblemente seguirá otra, acaso más compleja. Es el condicionante con que Ziganda ha tenido que funcionar en el poco tiempo de que ha dispuesto para transmitir su ideario a los futbolistas. Con ese par de cruces a negociar en el cortísimo plazo, lo más inteligente era facilitar la tarea de adaptación a los jugadores y de estos a su persona sin remover de entrada los cimientos heredados.

EVOLUCIÓN Por otra parte, él es el primero que sabe que la labor que se le ha encomendado no consiste en poner patas arriba lo existente. Con qué sentido iba a promover una revolución cuando se ha responsabilizado de llevar las riendas de un proyecto consolidado y contrastado, que además ha seguido de cerca y en absoluto le es ajeno. Ello no quita para que paulatinamente se observe una evolución y se vayan detectando diferencias en lo que ofrecerá su Athletic. Acaso no serán tantas como siete, o sí, pero las habrá sin ningún género de dudas.

Ziganda no hubiese aceptado el cargo sin el convencimiento íntimo de que puede elevar las prestaciones del Athletic y eso pasa por incrementar el grado de aplicación en las sesiones diarias, así como por fomentar la competitividad en el seno del grupo. Algo ya se empieza a atisbar, los propios jugadores han comentado cómo se está apretando en los entrenamientos y ante el Dínamo Bucarest dejaron una muestra a través de la acción que significó el gol de Laporte.

Ziganda expuso en su presentación la intención de incidir en el margen de mejora, huyendo del acomodamiento. “Lo que no mejora, empeora” fue la expresión empleada, y no hay avance sin variaciones sobre lo hecho en la etapa anterior. Por tanto, las diferencias aflorarán, el vestuario ya se ha hecho a la idea en estas tres semanas. El aficionado las irá notando.