aUTOR del gol que tumbó al Athletic en su reciente visita a Do Dragao, Ricardo Quaresma trata en su segunda etapa en las filas del Oporto de recuperar parte de un prestigio del que nunca gozó plenamente por su mala cabeza. Representa como nadie al futbolista que lo tenía todo para ser figura a nivel mundial y pasará a la historia por los tumbos que ha descrito a su paso por varios de los mejores clubes y ligas del continente. Adorado en su actual destino, no en vano allí ofreció quizás su repertorio más brillante, que le valió para ser elegido Futbolista del Año de Portugal en 2005 y 2006, se afana sin excesiva fortuna en convencer a Julen Lopetegui de que tanto talento le hace acreedor a un puesto en la delantera. Por el momento, las reticencias del técnico, que le han colocado en el punto de mira de la afición, no han provocado un incendio, acaso porque a estas alturas, con 31 años cumplidos, Quaresma, llamado a ser el sucesor natural de Luis Figo, ha amansado la fiera que lleva dentro.
En 2003, por ejemplo, enojado por sus frecuentes suplencias, la armó gorda al declarar que no jugaría más a las órdenes de Frank Rijkaard. Ahí frustró su primera gran oportunidad, la que le ofreció un Barcelona que quería reinventarse con Ronaldinho, Davids, Rafa Márquez, Van Bronckhorst? Quaresma parecía una apuesta segura, generó unas expectativas impresionantes, su debut fue espectacular, pero muy pronto quedó en un segundo plano por culpa de su incapacidad para asumir su rol entre futbolistas ya consagrados. Pensó que deslumbraría en el club culé con su formidable técnica y su potentísima arrancada, se olvidó de jugar para el equipo, malgastando los minutos con mil y un regates hacia ninguna parte.
Su acusadísimo individualismo le marcó entonces y también más adelante. En realidad, nunca ha dejado de cargar con esa cruz que delata una personalidad demasiado simple. El Barça se lo quitó de encima pronto y le utilizó para captar a Deco, el crack del Oporto. Regresar a casa le sentó bien y durante cuatro campañas rindió a satisfacción. El nombre de Quaresma empezó a sonar vinculado a la flor y nata, siendo el Inter de José Mourinho, previo pago de 28 millones de euros, el que anduvo más listo. O tonto, según se mire, pues su paso por el Calcio también fue muy gris. Mourinho se cansó de su compatriota e intentó colocarlo en el Chelsea, pero en la Premier solo participó en cinco encuentros. Volvió a Italia para no jugar y Bernd Schuster aprovechó su depreciación para alistarle en el Besiktas por 7,5 millones.
El renacer, en Turquía Turquía vio el renacer de Quaresma. Fueron tres años notables, no exentos de episodios desagradables, normalmente por esa incorregible tendencia a querer resolver los partidos por su cuenta y riesgo. Carvalhal, otro luso, tuvo la ocurrencia de suplirle en el descanso de una cita de Europa League y volvió a explotar. Seis meses apartado del equipo fue el premio a su acceso de locura. Cuando expresó su arrepentimiento, la respuesta fue una revisión a la baja del contrato. Se negó en redondo y en 2013 recaló en los Emiratos Árabes, en el Al-Ahli: mucha pasta, poca diversión y un campeonato sin gracia, destino de estrellas ya de vuelta. Se lesionó y apenas tuvo tiempo de dar algún taconazo y media docena de caños y rabonas, sus especialidades.
El pasado enero, el Oporto se acordó de él y de nuevo, en su ámbito natural, emergió una buena versión de Quaresma. El equipo defraudó, pero se salvó de la quema con nueve goles en 24 partidos, que valieron para perdonarle dos tarjetas rojas y diez amarillas. Nunca se ha arreglado con los árbitros, como lo prueban las nueve expulsiones que colecciona, un récord para un extremo alérgico a colaborar en tareas defensivas.
Siendo un crío salió del Sporting de Portugal al mismo tiempo que Cristiano Ronaldo viajaba a Manchester. Aún hay quien sostiene que es el más hábil y vistoso de los dos. Lo es, pero mientras Cristiano se ha ganado a pulso el prestigio a base de constancia y de firmar registros estratosféricos, Quaresma se esfuerza en persuadir a Lopetegui de lo bueno que es. Sus historias se condensarían en el reparto de galardones de 2008: Cristiano fue Balón de Oro con el United y Quaresma ganó el Bidón de Oro, que señala al peor fichaje de la temporada en Italia.