bilbao - Algo tiene un entrenador cuando ejerce su profesión en la élite durante 35 temporadas consecutivas. Dicen que Mircea Lucescu (Bucarest, 1945) mantiene intactas la ilusión y la afición cuando está apurando su contrato en el Shakhtar Donetsk. Si realmente quiere seguir en la brecha no le faltarán ofertas. A nadie extrañaría que su club intentase retenerle, pero llamadas recibirá unas cuantas, como ha sucedido este mismo verano. Lo más significativo es que un par procediesen de equipos donde ya ha trabajado. El fútbol de Rumanía, Italia, Turquía y Ucrania, rinde pleitesía a un profesional que necesita varios pares de manos para lustrar los trofeos que atiborran la vitrina de su domicilio. Son casi medio centenar de títulos, la mitad dirigiendo al Shakhtar, donde ha iniciado su undécima campaña.
En 2009, después de celebrar la conquista de la Europa League, en plena pretemporada, Lucescu sufrió un infarto, pero en cuanto tuvo el alta ocupó su lugar en el banquillo. Idéntico proceder que en 2012, tras un aparatoso accidente de carretera que afectó seriamente a sus pulmones. La sintonía con su presidente, Rinat Akhmetov, sería una de las claves para entender la implicación del técnico en un proyecto que no es sino su personalísima obra. Lucescu funciona con plena autonomía, no se conocen injerencias en su parcela, hace y deshace a su antojo, avalado, cómo no, por el éxito sintetizado en que ha arrebatado el liderazgo del fútbol ucraniano al Dinamo de Kiev y en una presencia constante en competición europea.
habla siete idiomas Con amplios recursos dialécticos, dominio de siete lenguas, ingenio y más tablas que nadie, Lucescu da juego ante los micrófonos. Está considerado como un caballero, lo que no obsta para que se revuelva ante el agravio. Es amable y no le cuesta sonreír, pero tampoco alzar la voz si detecta esas manos invisibles que mueven los hilos de los torneos continentales en favor de los clásicos, ya sean de la Liga española, inglesa o italiana. Ha visto demasiado como para creer en las casualidades.
Futbolista fino, algo frágil, antes de colgar las botas ya se vio dirigiendo a sus compañeros del Corvinul. Asegura que es en Rumanía donde peor trato ha recibido y cuando Akhmetov le llamó para frenar una hemorragia de técnicos (seis en seis años, Bernd Schuster uno de ellos) supo que había acertado: enseguida tuvo vía libre para desarrollar la gestión deportiva y el estilo de juego. - J. L. Artetxe