EL Sevilla tiene un seguro de vida en la delantera con Carlos Bacca (Puerto Colombia, 1986). A orillas del Nervión pocos echan de menos a Álvaro Negredo, que el pasado verano hizo las maletas rumbo a la Premier League. Su traspaso al Manchester City dejó dinero en las arcas del Sánchez Pizjuán y obligó a Monchi a buscar algún goleador en el mercado. La primera adquisición fue el francés Kevin Gameiro, el jugador más contrastado y con cierto nombre, que llegó procedente del PSG previo pago de diez millones de euros. Pero el director deportivo del club andaluz, que en los últimos años ha demostrado el olfato que tiene para descubrir estrellas aún por explotar, se volvió a sacar un as de la manga con el goleador colombiano, que cambió Bélgica por el clima agradable de la capital andaluza, algo más parecido a su país natal. Nueve meses después, Bacca es todo un ídolo para la afición hispalense y a base de goles -lleva 20 entre Liga y Europa League- y buen juego ha rentabilizado los siete millones que su actual equipo abonó al Brujas.
A punto de cumplir 28 años, Carlos Arturo Bacca Ahumada se ha consagrado por fin en la élite. Lo suyo le ha costado al que muchos ven como el delantero titular de Colombia en el Mundial si el Tigre Falcao no se recupera a tiempo de la grave lesión de rodilla que tiene en vilo al país cafetero. El pupilo de Unai Emery, al que el entrenador guipuzcoano ha hecho perder cinco kilos, tardó en vivir del fútbol. Antes de despuntar en el Junior de Barranquilla y de probar suerte en la modesta liga de Venezuela, para subsistir, Bacca tuvo que compaginar el balón con trabajos muy modestos. De familia humilde, la próxima amenaza para la defensa del Athletic se ganó la vida vendiendo pescado y como revisor de autobús. Con 22 años pudo centrarse en lo que más le gusta y se convirtió en profesional. Desde entonces no ha dejado de crecer este ferviente seguidor de Dios, que se ha ganado al vestuario por su gran sencillez.
Bacca no rehuye la pelea, se mueve con rapidez en los espacios y aguanta a la perfección el esférico de espaldas a la portería. Unas cualidades que demostró en la temporada y media que estuvo en el Brujas, donde consiguió 28 tantos el curso pasado. "Era uno de los nombres que teníamos escrito en rojo en nuestra agenda", destacó Monchi tras su fichaje. El tiempo le ha dado la razón.
Los dos goles que el colombiano hizo hace un mes al Real Madrid en el Pizjuán le han colocado en las portadas, pero parece tener los pies en el suelo. En la capital andaluza ha encontrado la estabilidad que necesita. Junto a su familia vive de alquiler en la casa de Luis Fabiano (otro killer que pasó por el club hispalense). En la piscina tiene dibujado un enorme escudo del Sevilla. La afición del Athletic espera que el domingo haga aguas en San Mamés.