bilbao. Hoy se abren las puertas del nuevo San Mamés para el socio, sin ningún género de duda (y como debe ser), el gran beneficiado del tránsito a la modernidad que supone esta mudanza, acontecimiento que sirve además para volver a situar al viejo Athletic en primera plana. Inconcluso, inmerso en un frenético ritmo de construcción, pendiente de una segunda fase que culminará dentro de un año, el estadio empieza por fin a desempeñar su función. Esta tarde se tratará de un contacto inicial, no es un ensayo de nada, solo una aproximación, un paso para que el alma del club, la afición, vaya reconociendo, familiarizándose, sintiendo suyo el cuerpo, una estructura ciertamente impactante que va a ejercer en adelante de soporte físico para la transmisión de las sensaciones que genera el fútbol y en concreto el Athletic, que es bastante más que fútbol a secas.

El lunes será distinto. A diferencia de hoy, ese día se cubrirá el aforo disponible, los jugadores vestirán su uniforme oficial y enfrente habrá un rival a batir, será el momento en que se deba poner en marcha el resorte anímico que vincula grada y césped, ese automatismo que distinguía el ambiente del antiguo San Mamés de la atmósfera del resto de los campos. Es el gran reto para los rojiblancos, trasladar el espíritu cultivado a lo largo de cien años a los próximos cien años y desde la propia inauguración del hogar que permitirá, entre otras cosas, la ampliación de la familia, la integración de generaciones penalizadas por una cuestión elemental como el déficit de espacio.

El proceso de conseguir que este San Mamés que ya viene se convierta en la prolongación natural del San Mamés que fue, no será coser y cantar. En parte porque todo cambio requiere un lógico período de adaptación, pero sobre todo por culpa de la extrañeza que obligatoriamente producirá entre los asistentes el hecho de que todo un fondo y las zonas que rodean los córners de ese lado, estén abiertos, vacíos, desguarnecidos, a la intemperie, formando una zona muerta, pese a la amplia visión de la ciudad que el agujero deja en la actualidad. Esa pata que le falta a la mesa es un incordio ineludible, pasajero sí, aunque tendrá su incidencia y dará pie a una situación un tanto surrealista. Lo es que en un estadio con todos los adelantos se corra el riesgo de que el balón desaparezca y no vuelva. En un mal (o buen) despeje, quizás sea en un chut sin la dirección pretendida, la pelota se puede perder igual que sucede en cualquiera de los campos modestos de nuestra geografía. Y esa pelota no caerá en una campa o en la calle adyacente, sino que irá directamente a la zanja donde continúan los trabajos que conducirán al definitivo cierre del anillo.

óPTICA PROFESIONAL Ayer el club, a través de su página web, ofrecía un repaso visual de San Mamés apoyado en los comentarios del arquitecto César Azcárate y algunos de sus colaboradores. Durante casi media hora, el mensaje de los profesionales que han intervenido directamente en la obra es reiterativo: el diseño del nuevo San Mamés está orientado a la reproducción y, si cabe, la superación de "la magia" que emanaba del viejo campo. El vídeo no solo se detiene en los elementos que estarán a la vista de quienes ocupen una localidad mientras se juega el partido, sino que hace extensiva la intención de favorecer aquella atmósfera singular a espacios inaccesibles como el túnel de vestuarios, sin olvidar la cubierta exterior, pasando por la estructura radial del techo, la inclinación de las gradas, y acabando en la distancia del césped a la primera fila de espectadores, que será en todo el perímetro del rectángulo la mínima que exige la FIFA en estadios de la máxima categoría.

La plantilla del Athletic efectuará hoy su segunda visita a San Mamés. Con esta sesión de entrenamiento, que al menos contará con el calor de los socios más impacientes o curiosos, se deberán conformar los futbolistas, quienes no puede decirse que vayan a gozar de una ventaja sustancial respecto a los visitantes que pasen por Bilbao en las jornadas más inminentes. El manido factor campo irá tomando cuerpo, adquiriendo peso real, según pasen los partidos. También esta perspectiva reclama una predisposición especial por parte de todos. Pero al margen del perjuicio que provocan el gran boquete y la novedad, y obviando los argumentos favorables del traslado (visibilidad, comodidad, seguridad?), llega un acontecimiento irrepetible, motivo suficiente para que equipo y afición sean uno.