bilbao. Las circunstancias impedían hacer valer el factor campo, pese al esfuerzo de los veinte mil que quisieron estar al lado del Athletic, pero el equipo ha encontrado el modo de solucionar sus compromisos en este arranque liguero, pese a que todavía adolezca de finura y agilidad para desplegar el fútbol que su técnico predica. Anoeta fue testigo de cómo los rojiblancos se anotaban su segunda muesca en el campeonato mezclando con bastante eficacia el acierto en los últimos metros y una labor colectiva adecuadamente calibrada en lo táctico, sin olvidarse de las dosis precisas de laboriosidad y agresividad. Otra vez tuvieron que sudar la gota gorda los chicos de Ernesto Valverde para retirarse victoriosos a la ducha, en lo que tuvo mucho que ver la intachable actitud de Osasuna, orgulloso y valiente, dispuesto siempre a apretar las clavijas en cada metro cuadrado. El empeño rojillo revaloriza el triunfo, que solo estuvo asegurado cerca de la conclusión.

El Athletic correspondió de la mejor manera posible a su gente, sumando otros tres puntos a su cuenta y dando síntomas de que está moldeándose como un bloque prometedor, ilusionante, pese a que le cueste sostener el ritmo y a ratos pierda el hilo, el control de la contienda, algo comprensible a estas alturas. En la Liga nadie regala nada y desde luego no lo hizo Osasuna, pero con el pleno firmado en las salidas a Valladolid y Donostia, el Athletic pone las bases para continuar avanzando en su puesta a punto con cierta tranquilidad, en un contexto ideal.

Osasuna sorprendió de salida o quizá no, si se tiene en cuenta que anoche buscaba su redención tras la derrota de la jornada anterior. Lo cierto es que los hombres de Mendilibar demostraron que no estaban para bromas y ni siquiera permitieron que el Athletic se hiciese con el mando de las operaciones. Con la zaga muy adelantada, presionando con decisión, con el eterno Puñal en el eje y un inteligente aprovechamiento de las bandas, generaron una gran incomodidad, llevando el derbi al terreno que les interesaba. La primera acción a cargo de Aduriz, cuyo remate desvió un afortunado Andrés Fernández a la madera, no solo no le intimidó sino que pareció espolearle y la réplica no se hizo esperar. Doble réplica además, con la firma de Armenteros, quien sometió a un duro examen al debutante Iago Herrerín. El portero bilbaino acertó, aunque en la primera intervención favoreciese un segundo intento de Sisi. En la segunda, tras un increíble error de cálculo de Beñat, que se apartó en el último instante cuando tenía a su cargo cubrir el primer poste, evitó un gol olímpico.

Los nervios se instalaron en las filas rojiblancas, el balón empezó a quemar y las conexiones entre líneas se esfumaron ante el tesón de un Osasuna que hacía un mejor uso de la posesión y situaba a la mayoría de sus efectivos más allá de la línea divisoria. Fue una fase de desconcierto, donde el esfuerzo de los centrocampistas y los apoyos constantes de Susaeta y Muniain apenas servían para ligar una combinación decente. Pese a que Herrerín no vivió más sobresaltos, hubo que esperar casi media hora para que Andrés entrase de nuevo en juego. Un servicio al espacio de Ander Herrera puso a Aduriz en situación de encarar al meta, cuya salida superó limpiamente, no así el cuerpo de Arribas, saldándose la oportunidad con un córner. Sin embargo, el chispazo que rescataba al equipo de la desorientación tuvo un efecto inmediato, esta vez por la banda opuesta.

El lance puede catalogarse como un clásico, salvo por su inesperado final: centro en profundidad de Iraola a la espalda del lateral, Susaeta se planta en ventaja en el área, levanta la cabeza, ve a Aduriz en posición ideal y su pase en paralelo acaba en la red tras tocarlo Arribas, que acudía al corte muy forzado. El beneficio derivado del gol fue evidente.

sacrificio colectivo La pelota empezó a correr mejor, emergieron Beñat, Susaeta y Muniain, que se distinguió además por su sacrificio en tareas de contención, echando un cable al otro debutante, Enric Saborit, segundo lateral izquierdo que prueba Valverde en la primera semana de competición liguera. La mejoría hizo aflorar las limitaciones de Osasuna, algo tocado al comprobar que su encomiable esfuerzo había sido baldío, aunque en absoluto bajó los brazos.

Quien dudase del espíritu rojillo solo tuvo que aguardar al comienzo de la segunda parte. No había tregua. Osasuna perseveró en su intento por poner trabas, no renunciando a ganar metros, quizás sin la claridad del primer período y ante un Athletic advertido y que, al igual que en Pucela, optó por un repliegue táctico que le dotase de mayor solidez en terreno propio.

Lo logró, no se achicó ante las acometidas navarras y encima se apuntó dos ocasiones claras para sentenciar. La enésima conexión Iraola-Susaeta dejó a Herrera en situación de culminar, pero se diría que el bilbaino dudó y le salió un churro. A la hora de juego, Susaeta se fajó con la zaga, salió trastabillado, pero pudo disparar con todo a favor. Se le marchó cruzado. No se prodigó mucho más arriba, pero es que Osasuna insistía.

Mendilibar acentuó con un par de cambios el perfil ofensivo de su escuadra y Valverde replicó con gente dispuesta a currelar, De Marcos y Morán, además de Ibai por un fundido Muniain. El sufrimiento no remitió. Herrerín tuvo que intervenir en tres acciones más, prueba de que a Osasuna, corto de recursos, no le faltaba corazón. Sin embargo, el planteamiento del Athletic volvió a revelarse acertado. La única fórmula para apuntalar el triunfo que tenía a mano era la contra y por esa vía llegó la puntilla, el broche. Ibai dispuso de una situación ideal, mas se complicó la vida con Andrés fuera del área y De Marcos bien colocado. Aduriz, en cambio, sí vio la carrera de De Marcos a diez de la conclusión, le sirvió en ventaja y este resolvió.

La elocuencia de los gestos de Mendilibar, su incontenible rabia, reflejaba acaso la injusticia del marcador, demasiado abultado para los méritos de unos y otros, pero que en definitiva confirmaba que este Athletic de Valverde, abonado a una versión más pragmática que en temporadas precedentes, ha dado con la tecla para afrontar duelos que se presumen equilibrados ante enemigos que no se arredran e intentan subsanar su déficit de calidad arriba con otras armas. En el caso de anoche, Osasuna puso nervio, disciplina, tesón, y no fue suficiente, se quedó corto ante el poder de resolución de los rojiblancos, que de momento no necesitan acumular llegadas para golear. Ayer cayeron dos más y la excursión a Anoeta terminó en fiesta.

ATHLETIC: Iraizoz; Iraola, Gurpegi, Laporte, Saborit; Iturraspe, Beñat; Susaeta (Min. 75, Morán), Herrera (Min. 63, De Marcos), Muniain (Min. 69, Ibai Gómez); y Aduriz.

OSASUNA: Andrés; Marc Bertrán (Min. 62, Oier), Loties, Arribas, Joan Oriol; Puñal, Gato Silva; Sisi (Min. 81, Manu Onwu), Oriol Riera, Armenteros; y Ariel Núñez (Min. 67, Roberto Torres).

Goles: 1-0: Min. 31; Arribas, en propia puerta. 2-0: Min. 81; De Marcos.

Árbitro: Muñiz Fernández (C. Asturiano). Amonestó a Laporte (Min. 35) y Ander Herrera (Min. 40), por el Athletic; a Riera (Min. 25) y Bertrán (Min. 36), por Osasuna.

Incidencias: Unas 20.000 personas se dieron cita en Anoeta en el exilio del Athletic a la espera de que el nuevo San Mamés abra sus puertas.