Tristes 'leones' de teta
El Athletic se estrella contra su impericia atrás y una ciega embestida en los metros finales
bilbao
N O ven un metro libre; tienen todos los cupones para perder hoy". La frase la lanzó un aficionado a la hora de las velas, en esos eternos descansos de los partidos de las diez de la noche que tanto ahuyentan. Fue una premonición porque los hombres de Bielsa salieron en la segunda mitad con el perro y el bastón, ciegos de imaginación y ofuscados en una sucesión de centros sobre el área maña que recordaban a la Luftwaffe, aquella terrible aviación alemana, bombardeando el corazón de Londres con la guerra casi perdida. Uno, otro y otro más. Así un ciento para que ni uno solo encontrase remate, pese a que llegar al cielo abierto de las bandas suponía un quilombo embarullado, un lío de mil demonios en el que el equipo se enmarañaba. El Athletic jugó sin las gafas de ver de cerca y acabó el partido repleto de coscorrones y con la cartera vacía. Un horror.
Duele ver al rebelde San Mamés resignado a su suerte, convencido de que sus voces y cánticos de aliento ya no son la pócima de Asterix, el bebedizo capaz de dar a los suyos una fuerza sobrehumana. "Juegan como si hacerlo fuese un suplicio", dijo una voz. Un sacrificio a los dioses del fútbol, que demandan de ciento en vez un cordero lechal para arrojarlo por el cráter del volcán. Ayer las víctimas sacrificadas fueron leones de teta, en feliz expresión de un aficionado que pasaba por allí.
¿Qué contar del vacío...? Ni siquiera la aparición de Llorente avivó el fuego. Apenas el paso por caja de salida -treinta segundos de pitos y aplausos...- y la constatación de que era uno más sobre el césped, uno torcido entre los once que no dieron una a derechas. ¡Qué tristeza y qué pereza da contar todo esto! Ver cómo en el fútbol aún perdura, como un rasgo propio de animales prehistóricos, la fuerza bruta de quienes usan las banderas como armas arrojadizas. Lejos de celebrar su baraka, su buena suerte en el Día Universal de la Salud al toparse con un Athletic reblandecido, la turbamulta de los Ligallos llegaron un cuarto de hora tarde, escoltados y con la clara consigna de la provocación. Se marcharon de igual manera, con las hueste de Herri Norte atentas por si un descuido bajaba la guardia. Corre por sus venas un veneno que acabará por intoxicar al fútbol sino se practica un torniquete pronto. Y en los casos extremos, la amputación.
¿Es eso un partido de fútbol; es lo que se quiere contar de 90 minutos? No. Pero desde esta orilla del Nervión hay poco má que rescatar. Pasó por San Mamés Ander Garitano y no pudo ver nada del Athletic que no hace mucho maravillaba. Saludó a los cercanos y su presencia recordaba viejos centros del campo, menos centrocuentistas que los de ayer. Baste decir que un viejo soldado del Tercio de Flandes cuando menos, Movilla, se movía sin cansancio a sus casi 38 años. Los cumple dentro de dos meses.
La esperanza de que el viento cambiase se evaporó mediada la segunda mitad. Ya comienza a oírse en San Mamés la letanía de los mediocres: "que salgan pronto tres peores". No parece complicado en una Liga de más renombre que nombres propios. Por si acaso, vamos a remar juntos y pronto hacia los 40.