OTXANDIO. EL agua sabe a hierro en Otxandio, donde se venera a Vulcano, dios del fuego, del metal y de los volcanes. Su efigie gobierna la fuente de la plaza del pueblo, la fragua de Koikili Lertxundi (Otxandio, 23 de diciembre de 1980), en una mañana sin legañas, azul el cielo, vigoréxico el sol de la primavera, entreverada en un paisaje de piedra de sillería y exuberante vegetación. En sus calles escuetas, enhebradas por la historia, con el tiempo ingrávido, en suspenso, -un reloj de sol escala por la fachada del ayuntamiento-, asoman las sillas para sentarse al sol mientras las madres conducen las sillitas hacia la plaza, donde se cobija la iglesia, el frontón y Vulcano con su inscripción de agua no tratada. Koikili, hijo de Vulcano, en ese equipo se crió, bebe del caño, al igual que todos los habitantes de Otxandio, que en 1850 construyeron la fuente en honor a la deidad de la fragua. Agua para apagar la sed de la forja, del trabajo.
Pocos jugadores del Athletic han representado con tanta fidelidad como Koi al proletariado del fútbol, a los jugadores con pantalón de mahón y casco de minero en un fútbol que viste de frac y empatiza cada vez más con los camerinos y las pasarelas. Tal vez por eso, Koikili, icono del futbolista humilde, narra su vida en el Athletic, cinco años -"un sueño", dice- desde vocablos como el esfuerzo, la implicación o el convencimiento. "Siempre he dado todo lo que tenía. Me he esforzado al máximo. Por eso estoy satisfecho con lo que he hecho, haya jugado más o menos". A Koi, la mirada, espabilada y risueña, se le enciende mientras las sonrisa traviesa, aniñada, atraviesa un lustro tatuado a dos tintas: rojo y blanco.
Del mismo color son las servilletas de papel de la taberna Haitz, refugio de su peña en Otxandio, donde se agolpan imágenes del Athletic, entre ellas la de la mítica alineación del último equipo campeón. "En total tengo tres peñas. Me siento orgulloso y querido en ese sentido. Eso me lo hado el ser jugador del Athletic. No hay nada como el cariño de la gente y yo lo he sentido siempre muy cerca. Estaré eternamente agradecido a la afición de San Mamés. Para mí ha sido un honor poder vivir el Athletic desde tan cerca, desde dentro. Ha sido un sueño hecho realidad", desliza Koi, que a cada fragmento de la memoria le asalta una zancada por la orilla izquierda de San Mamés. "Cuando juegas en banda oyes más a la gente, sus ánimos, lo que dicen. Y, sinceramente, yo me he sentido muy arropado por la afición. Siempre. Desde el principio". Desde su debut oficial en Primera frente a Osasuna y hasta los 98 partidos oficiales que completó.
en silencio El principio, su bautismo en el vestuario del Athletic, tuvo menos decibelios que las arengas en la banda de La Catedral. La solemnidad de un salto enorme, desde Segunda B a Primera, desde el anonimato a la firma de autógrafos, los micrófonos y los focos, le aconsejó que entrara de puntillas, sin meter ruido. "Recuerdo que cuando llegué a la caseta, durante la primera y la segunda semana, estuve callado. No decía prácticamente nada. Observaba, callaba y aprendía". Luis Prieto, vecino de Dima, con el que compartía coche para trasladarse a Lezama, era su guía y cicerone en el ecosistema del vestuario, un planeta con reglamento propio, donde el encaje y la adaptación al grupo se antojan imprescindibles. "Además de Luis también me ayudaron mucho a integrarme en el grupo Tiko y Gabilondo. En ese sentido no tuve ningún problema. La fuerza del Athletic es su vestuario", disecciona Koi, que enfatiza su convencimiento desde el empirismo y la experiencia. "La prueba está en que ya fuera con Caparrós o con Bielsa, jugando de una manera u otra, este equipo ha respondido y ha logrado buenos resultados. La gente está muy implicada y tiene muchas ganas de aprender. Eso es lo fundamental, lo que marca la diferencia".
Sostiene Koi, enamorado de Otxandio, que descubre con indisimulado orgullo al visitante, que el Athletic del futuro, en el que no tiene plano -"ahora estoy abierto a todas las opciones. No descarto nada ni tan siquiera marcharme al extranjero si surge algo"-, pasa por mantener unido al grupo actual, cuyo margen de mejora es amplio. "Este año se ha hecho una gran temporada. Ha habido jugadores que han crecido muchísimo, por ejemplo Óscar de Marcos o Ander Iturraspe. Es fundamental que los jugadores más importantes sigan en el equipo". En esa cartografía del Athletic del porvernir, Koikili, sombreado durante el curso por la decisión de Bielsa de no contar con él (no dispuso de un solo minuto), considera a Llorente "una pieza indispensable" por su indudable impacto y porque no existe un reemplazo de garantías en lontananza .
un curso agridulce Apenado en lo particular, porque no pudo "ayudar" desde el césped a su equipo, Koikili, manteado por sus compañeros en el duelo de cierre ante el Getafe en San Mamés, donde fue despedido por sus compañeros y agasajado por la hinchada, repasa alrededor de un café cortado, la campaña del Athletic. "Ha sido un año muy bueno. Llegar a dos finales es impresionante. Se ha mejorado lo de años anteriores y jugando muy bien, con fútbol de ataque", traza Koi, al que se le emociona la voz, feliz, cuando los fotogramas del curso se le apilan en el disco duro. En él y entre la colección de incunables, rotula en rojo la eliminatoria ante el Manchester United en Old Trafford. "Hay que darse cuenta de lo que ha conseguido este equipo y valorarlo. Lo del Old Trafford fue una pasada. No solo por el rival, también por el campo. Todo lo que significaba. ¡Cómo jugamos!".
Del estimulante recorrido por la Europa futbolística, que saludó con una genuflexión al Athletic, dueño y generador de varias noches estupendas de un fútbol de burbujas y champán en la Europa League, a Koi le queda una generosa sonrisa a pesar de las lágrimas que ahogaron la final de Bucarest. "Sinceramente, creo que somos mejor equipo que el Atlético, pero aquel día no nos salió nada. Pesó la responsabilidad, la ansiedad, el hecho de que se hablara casi más de las celebraciones que del partido. Además empezamos muy mal, encajando un gol demasiado pronto. Si a eso le sumas un equipo tan joven... son demasiados factores". Aquel viaje al corazón de la historia, a la segunda final continental en 114 años de biografía del Athletic y que finalizó entre sollozos, tampoco comenzó con confeti y serpentinas en el seno de la plantilla. "Sinceramente pienso que los que viajamos más tarde (Bielsa dividió la expedición en dos grupos, los convocados por un lado, y el resto del plantel, que viajó mas tarde, por el otro), pudimos ayudar a los más jóvenes para hacerles llevar mejor el tema y quitarles un poco la responsabilidad simplemente por cuestión de edad", analiza Koi, que observa a un equipo muy preparado, pero que aún se encuentra en fase de construcción. "El equipo está creciendo. Tiene calidad, implicación y actitud. Tiene margen de mejoría". Su recorrido, cerrada la etapa rojiblanca, se abre en dos frentes: en el futbolístico y en el familiar, recién estrenada la paternidad junto a su pareja, Ziortza.
Al fútbol lo espera sin cerrojos de ningún tipo. "En eso tengo vía libre... je, je" y se muestra dispuesto ante cualquier propuesta que le pueda seducir, que le reconforte. "Mi meta es ser feliz. El dinero no lo es todo y si encuentro un proyecto que me convenza apostaré por él", indica Koi, al que le atrae el Mirandés, recién ascendido a Segunda como un posible destino por diversos motivos, entre ellos la cercanía al hogar, que ha dado la bienvenida a una vida más, Jare, hace un par de semanas. "Estoy encantado siendo aita. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Se me cae la baba", dice con la sonrisa ilimitada Koi ante su más preciado título: "No hay mejor trofeo que este, je, je". Y como todos en Otxandio, Jare también beberá de la fuente de Vulcano.