¿Cómo ingresó en el Athletic?

Estamos hablando de la temporada 66-67. Estaba Piru Gainza de entrenador y jugué unos pocos partidos. Entonces no existía Lezama, ni había Bilbao Athletic, el club no tenía nada que ver con lo que es en la actualidad. Sí había un buen equipo juvenil, dirigido por José Luis Garay, donde jugaban Txetxu Rojo, Mancisidor, Nogales, Urra,… Los que no teníamos acceso a ese equipo del Athletic jugábamos en los equipos de los pueblos, cada cual en el suyo. En mi caso en el Lemona.

Del Lemona es de donde le capta el Athletic.

Sí, estando en edad juvenil me convocaron para la selección vizcaina, que también entrenaba Garay. La mayoría eran jugadores del Athletic, claro, y luego estábamos cuatro o cinco que no, que íbamos del resto de clubes de la provincia. Recuerdo a González Alberdi de Santurtzi, Laria de Gallarta,… Solíamos jugar contra otras provincias. Y posteriormente me eligieron para la selección española de juveniles, que estaba a cargo de Santamaría, el que fuera central del Real Madrid.

Ya era un salto importante.

Allí había jugadores buenos, muchos llegaron a Primera División, como Juan Cruz Sol, García Castany o Mora, que fue portero del Barcelona. Fuimos a jugar el Campeonato del Mundo Juvenil, que se celebró en Yugoslavia.

Ya estaba usted en el escaparate.

Después de jugar ese Mundial, viajamos de vuelta a Madrid y casualmente el Athletic estaba hospedado en el Hotel Nacional, que ya no existe, porque acababa de jugar la final de Copa con el Zaragoza de los Cinco Magníficos, que se perdió 2-0. Volví con el equipo en el autobús a Bilbao, con Zugazaga, Etxebarria... Para entonces, el Madrid se había interesado por mí. El Athletic se movió rápido. Ya no me puedo acordar qué condiciones me ofrecía el Madrid, pero era lo mismo porque quería fichar con el Athletic, encantado además.

¿Qué se encuentra a su llegada al Athletic?

Mira, no tenía nada que ver con lo de ahora. Eran otros tiempos. Nosotros entrenábamos en la Feria de Muestras, en el hormigón. Y cuando hacía mal tiempo nos íbamos a La Casilla, cogíamos nuestros coches desde San Mamés y allí íbamos. Y eso cuando no hacíamos la sesión en los bajos de la Tribuna Principal. Eso sí, el jueves siempre había partidito en San Mamés. El campo estaba como estaba, el círculo central todo pelado y las bandas, parecido.

Suena todo a muy precario.

He hablado de los entrenamientos, pero en el resto de las cosas era parecido y esto fue antes de ayer, que tampoco ha pasado tanto tiempo. Los viajes eran terribles. Montábamos en autobús y para llegar a Madrid, diez horas. Sí, parábamos para comer en Aranda o en El Vallés, pero la carretera no era autovía como es ahora. Y cuando tocaba ir a Granada, a Sevilla, lo mismo, autobús hasta Madrid y luego coche cama o en avión.

Viajes que se hacían eternos.

Para que veas, a Córdoba el coche cama llegaba a las seis de la mañana y el vagón nuestro lo dejaban en una vía muerta hasta la nueve, para dejarnos dormir. Levantarse, coger las maletas y todos, el equipo, el entrenador y los directivos, andando por la vía hasta la estación que estaba a medio kilómetro.

Todo eran comodidades.

Por no hablar de los campos que nos encontrábamos en esos sitios, decir que estaban duros es decir poco. Y las cosas que nos hacían. Ibas a Elche o al campo del Atlético de Madrid y qué patadas.

Y no había cámaras para que lo viese todo el mundo.

Ni el árbitro las quería ver. Patadas, en los córners, codazos y escupitajos a la cara. Así era el fútbol de aquellos años. Si a eso le sumas las camisetas, que eran de loneta y si llovía y cogían un peso increíble. Y las botas, con los tacos, que iban cosidos a la suela con unos hierros que cuando se iban gastando o se despegaba la primera capa que los recubría quedaban al aire y era como jugar con cuchillas. Se hacían verdaderas averías. Por cierto que se jugaba sin espinilleras. Se empezaron a utilizar con Ronnie Allen, él las trajo de Inglaterra. Así era cuando yo llegué al Athletic. ¡Cómo sería en las épocas anteriores! Pero bueno, enseguida se puso en marcha Lezama.

Usted fue uno de los que inauguró las instalaciones.

Fue en la 69-70 y fue un gran acierto de aquella directiva. Estaba Félix Oráa de presidente. Se fue organizando aquello con exjugadores que se encargaban de los equipos y esa labor ha permitido que con los años tengamos esta riqueza que es la cantera. Nosotros entrenábamos en el mismo campo que utiliza hoy el primer equipo, no había tantos campos como ahora. También nos empezamos a concentrar allí antes de los partidos.

Lezama hizo más amable el día a día.

La creación de Lezama supuso el final de una manera de hacer las cosas en el fútbol. Con Lezama empezó la era moderna del club. Fue un salto cualitativo, estaba todo estancado, y a partir de ahí se ha visto un desarrollo constante. Con Piru estaba de ayudante Patxi Garate, que nos pesaba todos los días y si no dabas tu peso… A los futbolistas de ahora les ves muy delgados en comparación con nosotros. Pero si perdíamos peso, también perdíamos fuerza, no podíamos correr tanto. Y es de pura lógica que con tres kilos menos tienes que correr más, pero es que todo el tema de la alimentación era muy diferente. Es incomparable eso y la propia preparación, todo evoluciona.

Estuvo siete campañas en el Athletic.

Tuve a Piru Gainza, a Rafa Iriondo, a Artigas, a Ronnie Allen. Con el inglés pasó un poco lo que está pasando ahora, no quiero comparar, pero me refiero a que cambió muchas costumbres. Y en el 69 no ganamos la Liga por muy poco, fuimos subcampeones, lo tuvimos todo a favor a falta de cinco partidos. Todo empezó a torcerse en Atocha, allí nos mataron, expulsaron a Txetxu Rojo y Arieta, que ya no pudieron jugar más. La rivalidad con la Real era terrible.

¿Qué aportó Allen?

Rompió con la línea de actuación de los entrenadores que conocíamos. Nos solía llevar a la playa de Sopelana, empezamos a utilizar pesas. Tuvo sus más y sus menos con la prensa, lo que pasa es que los resultados le amparaban y la afición le apoyó. Pero hubo tirantez, los periodistas de esa época tenían mucho poder, hoy da la sensación de que hay una armonía entre la prensa en general y el club. Esto no era así entonces.

Con Allen fue con el entrenador que más jugó.

Le gustaba el fútbol de fuerza. Hay que tener en cuenta que los campos solían estar muy pesados y yo me había criado en ese tipo de superficies. Cuando San Mamés estaba embarrado, que era a menudo, yo me sentía cómodo. No era un jugador muy técnico, pero con barro el balón no corre tanto, es una garantía para tenerlo siempre pegado a ti. Me convenía eso. Y además, lo mismo jugaba de lateral, que de interior, de lo que fuera. Me podía amoldar a distintos posiciones. Era así.

Tenía aquel Athletic jugadores muy buenos.

Pues fíjate, estaba Fidel Uriarte, Sáez, Txutxín (Aranguren), Argoitia, Rojo, el Txopo,… Fue una etapa bonita, jugábamos todos los años lo que se llamaba Copa de Ferias porque terminábamos la Liga en puestos de arriba. Fuimos muy felices en aquella época, la prueba es que seguimos juntándonos todos para comer un par de veces al año. Se encarga de organizar el Txopo.

Y se lograron títulos.

Yo viví dos títulos de Copa, contra el Elche y contra el Castellón. La verdad es que el ambiente entre nosotros era muy bueno. El fútbol era más normal, no había intermediarios, el dinero… pues sí, el dinero siempre es importante, pero no era como luego ha sido. Todos éramos de familias normales, yo de un caserío de Lemoa, y no éramos egoístas. Y empezábamos muy jóvenes en el Athletic, con 18 años ya estabas jugando.

También le tocó salir pronto del Athletic.

Con 26 años. Me fui a Alicante, al Hércules. También vino Antón Arieta, que estuvo dos temporadas, yo me quedé cuatro. Ese año salió también Uriarte, al Málaga. Y cuando sales te das cuenta de lo que es el Athletic. Pero llegas al Hércules y tienes dos paraguayos, un argentino, otro de otra punta. Es un ambiente muy distinto, no digo malo, distinto. En Alicante encontré buena gente, pero cada uno con su educación y sus hábitos. Pero en Alicante descubrí una ciudad fantástica, un sitio con un clima privilegiado para vivir.

Está hablando de lo que conoció al margen del fútbol.

No, y el club funcionaba bien. Estaba Rico Pérez de presidente y no había problemas de cobro ni esas cosas. Lo que digo es que jugar en el Athletic es algo excepcional, pero al irme pude conocer Alicante, el fútbol me llevó a un sitio con el que mantengo un vínculo fuerte desde entonces. Si te dejas llevar por el aspecto negativo de las cosas, te hundes. En Alicante le di forma a mi vida para el futuro. No sólo es el fútbol, hay que ampliar el marco, seguir viviendo. Han pasado más de treinta años y sigo yendo allí, tengo muy buenos amigos. Y esto mismo hace mucha gente de aquí, de Bizkaia.

Acabó contrato y se distanció del fútbol, ni se planteó ser entrenador, como tantos de sus compañeros.

Nunca me vi como entrenador. Acabé y volví a casa. He seguido el fútbol como aficionado, soy socio. Me incorporé a los veteranos, se empezaba a organizar ese asunto y solíamos jugar amistosos para recaudar fondos para diversas causas, sobre todo ikastolas. Pero profesionalmente no seguí, aunque muchos empezaron a entrenar: Sáez, Aranguren, Argoitia, Iribar, Uriarte…

Le ha restado importancia al capítulo económico, pero los más veteranos siempre se quejan de lo poco que pagaba el Athletic.

Yo puedo decir que en el Hércules gané más que en el Athletic, pero también se hacía dinero. Cuando participé en Túnez en los Juegos del Mediterráneo, que era una especie de Mundial sub'19, conseguimos la medalla de bronce. Irureta estaba en ese equipo. A la vuelta nos recibió Franco y nos dio a cada uno un Rolex de acero que todavía conservo y 30.000 pesetas. Yo volví a Bilbao en coche-cama, compartía camarote con otras tres personas y me acuerdo que dormí toda la noche con la mano metida en el bolsillo. Luego, cuando eliminamos al Liverpool en el 68, el día de la moneda al aire siendo capitán Koldo Agirre, nos dieron 50.000 pesetas de prima. Era mucho dinero entonces.

Ha repasado su vida deportiva y en un tono muy positivo, como si todo hubiese sido estupendo.

Bueno, he contado lo que viví.

No, si está bien, cada cual tiene su propia visión del fútbol.

El futbol es sacrificado, es duro, pero te sirve para afrontar la vida real. Yo veo mi etapa de futbolista como algo maravilloso, pero algo que pasó y ya está, hay gente que todavía se piensa que está jugando, pero es una etapa y luego la vida sigue y hay que darle forma. He hablado de cómo me fue en Alicante, aunque allí tuve todas las lesiones que no tuve en Bilbao, no voy a decir que fuese negativo. Sólo me faltó que me cayese un tiesto en la cabeza.

¿Qué podría decir del Athletic actual?

Ha cogido una línea. Ahora va bien, pero no hay que olvidar que hace cinco años estuvimos jodidos de verdad. Ahora jugamos finales, pero no sé qué es lo que se merece esta afición que cuando el equipo estuvo apurado le dio unos cuantos puntos con su apoyo en San Mamés. Entonces no había fiesta como ahora, pero la gente aplaudía como si se jugase la Champions. La euforia actual es muy bilbaina, pero es normal. El equipo está jugando con una alegría y una verticalidad que da gusto.