jOSE l. aRTETXE
BILBAO. El destino quiso que Roberto Martínez Rípodas (Iruñea, 1976) caminase por la senda que unos años antes escogió su tío Patxi. En su caso, el tránsito se produjo en el marco de un acuerdo entre los clubes que, aludido recientemente por Mendilibar, reactivó una polémica sin fin. Apoyado en su contrastada sinceridad, Tiko habla de ello y reflexiona sobre otros episodios de su carrera.
¿Vio el partido contra Osasuna?
Sí, fue un partido muy bonito, de mucho ritmo. Lo que destacaría del Athletic fue su intención de atacar y luego defender para volver a atacar. También me gustó mucho que siendo lunes el campo estuviese lleno, eso solo pasa en San Mamés.
¿Qué opina de la polémica generada por las manifestaciones previas de Mendilibar?
Bueno, luego creo que pidió disculpas más que nada por el momento en que dijo lo que dijo. Quizás se equivocó en eso, pero no faltó a la verdad en cuanto a que hoy en día el fútbol está movido por el factor económico, el dinero se ha apoderado de todo y lo que comentó, al margen de cómo sean las relaciones entre Athletic y Osasuna, es algo que es una realidad.
Su llegada al Athletic, como la de Orbaiz, fue fruto de ese acuerdo por el que Arrate le dio un dinero a Miranda a cambio de una opción preferente sobre jugadores de Osasuna.
Pablo vino antes, hizo la pretemporada con Luis Fernández, luego Lotina lo pidió y fue cedido a Osasuna otro año. Entonces las relaciones entre los clubes eran buenas, el Athletic cedía jugadores a Osasuna y cuando el Athletic fichaba, Osasuna también se beneficiaba. Luego todo se ha complicado porque allí se ha vendido que la postura de Osasuna era de sumisión, pero hay que recordar que la situación deportiva y económica de Osasuna era muy difícil y la intervención del Athletic fue clave. Nadie más le dio dinero para que hiciese frente a su crisis económica. Lógicamente, el Athletic tenía su contrapartida.
Más o menos es lo que vino a decir Mendilibar. Y usted tomó la decisión de venir al Athletic.
Llevaba tres años en la primera plantilla de Osasuna. Por nombre, cada año el club aspiraba al ascenso, pero la travesía en Segunda se alargó más de lo previsto. Llegó Lotina y se hicieron fichajes. Conmigo fue claro y me dijo que si el Athetic apostaba por mí podía irme porque era una oportunidad y con él de entrada me iba a costar jugar de seguido. Todo esto fue casi al final de la pretemporada y pienso que tomé la decisión que a todos convenía: venía a un equipo donde contaban conmigo, Osasuna conseguía la cesión de Pablo y todo dentro de un acuerdo económico entre los equipos. En el plano personal aquel paso fue un acierto, así lo pensé en el momento y ahora, echando la vista atrás, con más motivo.
Llegó a Bilbao con 22 años y le costó ser titular. Jugó bastante con Luis Fernández, pero menos con Rojo.
Sí, luego vinieron cuatro años en los que estuve muy a gusto. Igual los dos años con Jupp Heynckes me resultaron más llamativos, pero en los dos que estuve con Ernesto Valverde fue cuando mejor me sentí. Esa época coincidió además con mi mejor momento físico. No me veía tan importante, pero parece que sí lo era por cómo me trataron estos dos técnicos. Entonces esa inconsciencia mía no fue relevante. Es más tarde cuando te haces cargo mejor de la realidad. A mí Valverde me vino muy bien, pienso que él confiaba en mí más que yo mismo y esa confianza que me transmitía me daba mucha seguridad. Ese acompañamiento por parte de un entrenador es ideal para el jugador y el equipo.
Creció tanto que hasta fue convocado por España.
Eso fue con Camacho y la verdad es que me provocó una especie de debate interno, una incomodidad. Resultó que por hacer lo que más disfrutaba, que era jugar bien en el Athletic, se me planteó una situación que para mí no era tan motivante. Reconozco que estar con los mejores es algo deportivamente espectacular, pero no tenía el sentimiento que probablemente hace falta para jugar ahí. De alguna manera, jugar con España tenía para mí una connotación más política que deportiva, de ahí mi debate interior.
Con la selección vasca sí jugó varias veces, pero la última le marcó la carrera muy negativamente.
Nunca sabes cuándo te vas a lesionar, puede pasar en cualquier partido y a mí me pasó con la Selección en el Nou Camp. Sin embargo, nunca he pensado que haber participado ese día fuera algo negativo. No puedo olvidar el respaldo y el cariño que me dieron la Federación, el Athletic y los compañeros, fue total. Nadie me reprochó nada, nadie me presionó, pero ocurrió así, me lesioné de gravedad. Es fútbol.
Por terminar con el tema de las selecciones, usted escogió jugar con la vasca en vez de con la navarra.
Sí, bueno, toda comunidad tiene derecho a organizar un partido, pero aquello fue problemático, las dos selecciones jugaban no recuerdo si el mismo día o una al día siguiente que la otra, había que elegir y la decisión tenía su importancia. Nos metieron el problema a nosotros, nadie se puso en nuestra piel.
Política y deporte.
Se dice que deben separarse, pero cuando a uno le conviene mete la política en el deporte. De alguna forma todo es política, pero en el caso del fútbol basta con mirar los palcos o el hecho de que los equipos tienen que ir de la mano de las instituciones por el tema del dinero.
Con Heynckes y Valverde estuvo a tope físicamente, pero usted tenía un problema crónico de tobillos.
Desde que estaba en Osasuna Promesas sufrí del tobillo derecho, pero es que el fútbol también está montado así. Muchas veces las lesiones se curan mal y eso trae sus consecuencias. Yo lo asumí y quizás de no haberlo hecho no hubiera llegado a donde llegué. Se asumen cosas que no son buenas para tu salud, pero se te requiere para que juegues e intentas hacer todo lo posible para jugar.
Estuvo mucho tiempo jugando con infiltraciones.
El año que jugamos en Europa con Valverde pensaba haberme operado, pero no lo hice, le quieres quitar importancia y seguir en la brecha. Yo me infiltraba sí, pero no era ningún héroe, otros compañeros también lo hacían para poder aportar al equipo, no lo considero un mérito especial, aunque lo puedes acabar pagando. De hecho suele haber más problemas una vez que has dejado de jugar como profesional. En buena medida, cuando decido acabar mi carrera es porque estoy sufriendo, tengo problemas de espalda, y pienso que es hora ya de quitarle exigencia a mi cuerpo y ganar en calidad de vida, en salud.
¿A qué problemas de espalda se refiere?
De la zona lumbar y de cervicales, una hernia, protusiones discales… Es el precio que se paga en el deporte. Te estoy contando lo mío, pero si me fijo en cómo quedaron mis tíos…
Habla de Patxi Rípodas…
Y de Javier Mina, ambos estuvieron en Osasuna muchos años, luego Patxi vino al Athletic y Javier fue al Salamanca. Eran otros tiempos, jugaban con los dedos rotos. Pertenecer a una familia de futbolistas me permitió ver las consecuencias del fútbol antes de dejarlo, pero a mí también me ha tocado lo mío. Me encanta hacer deporte, voy al monte, salgo a correr, juego a pala y todo esto lo puedo hacer más o menos bien, pero cuando juego al fútbol, que son pachangas, acabo reventado.
Es cierto que los jugadores de generaciones anteriores a la suya se quejan de esto. Pero está claro que usted lleva el fútbol en la sangre.
En casa solemos decir que si nos juntásemos todos los de la rama Rípodas podríamos hacer un equipo completo. Aparte de mis tíos, un hermano mío jugó en el Peña Sport y el Burgos, tengo primos que estuvieron en el Promesas y en Lezama hasta juveniles. Muy futboleros, sí. En mi casa hemos mamado el fútbol y Osasuna.
Pues a usted no le perdonaron en Iruñea que fichase por el Athletic.
Creen que preferí irme a quedarme en Osasuna, pero sucedió que el Athletic apostó por mí cuando Osasuna no lo hizo. Yo he pertenecido a Osasuna quince años y nadie me puede decir nada de vivencias en ese club, para el que siempre quiero lo mejor. Ahora bien, yo me considero del Athletic. Es innegable que Osasuna marcó toda mi infancia, pero lo que me ha aportado el Athletic es otra cosa. He tenido la suerte de conocer el Athletic por dentro y es algo que te engancha, por cómo se vive y no digo solo por el vestuario, sino por la afición. Mira, el futbolista siempre tiende a creerse más de lo que es cuando está de paso, aquí lo que importa es el sentimiento de la gente y la gente es el Athletic, cómo responde cuando el equipo está en apuros. Ahora como un aficionado más disfruto con el Athletic y también con la ciudad y la provincia, que es algo que cuando estás jugando no puedes. Vivo en Uribe-Kosta y me va el estilo de vida y la gente de aquí.
No tuvo ocasión de disfrutar el año en que amarraron la permanencia en la última jornada. Usted encima estuvo lesionado casi todo el curso.
Fue duro. Me considero muy de vestuario y era tremendo bajar allí y ver las caras de los compañeros cuando no había resultados. Sabíamos de la trascendencia de aquello, del sufrimiento de la calle y ver que no éramos capaces de salir era muy jodido. Ese año y el anterior nos curtieron mucho, en lo futbolístico y en lo humano. Recuerdo el ambiente que hubo en la cena que hicimos tras acabar la Liga, una vez salvados. La unión que había. Mira, yo nunca he tratado con los directivos y en aquella cena hubo pocos, era cuando se quedó Ana Urkijo al frente con una junta muy reducida, pero que estuvo al pie del cañón con nosotros. Esas cosas no se olvidan.
En esa temporada con Mané faltaron a la vez Orbaiz, Gurpegi y usted.
Pablo estaba lesionado con el cruzado, Gurpe sancionado y yo también lesionado. Los tres habíamos estado jugando en unos puestos concretos en el equipo y de repente esa zona quedó un poco coja. Lo pasamos muy mal, pero la gente estuvo ahí.
Tuvo una relación muy estrecha con estos dos jugadores.
Es que Gurpe se hace querer, es muy honesto, alguien de quien te puedes fiar y encima tiene sentido del humor, a pesar de todo lo que le ha tocado aguantar. También esa experiencia la llevó con dignidad, con la cabeza alta. Y Pablo es un gran compañero, tiene carisma, esa luz que tienen los líderes. El líder desprende algo ya solo con la expresión corporal, él siempre ha sido consciente de la importancia de ayudarse todos.
¿Qué le pasó en su último año? Empezó de titular y de repente desapareció, casi ni volvió a jugar.
Venía de una lesión de rodilla, con muchas ganas, hice una gran pretemporada y Caparrós me puso los dos primeros partidos, pero desaparecí. Se acabó. No hubo sintonía entre el entrenador y yo. Quizás tampoco me benefició que declarase que según lo que estaba jugando parecía evidente que no contaba conmigo, no sé. Hay entrenadores que llevan la cosa de otra manera y no permiten que el jugador se salga del grupo. Ahí está el ejemplo de Silva y Del Bosque, el jugador dijo lo que pensaba, hablaron y el técnico le ha vuelto a integrar en el grupo. Esa capacidad de gestión del grupo es algo que un técnico debe cultivar porque cuantos más jugadores estén contentos, mejor será el rendimiento. Luego me fui cedido al Eibar porque no quería acomodarme a no jugar, pero allí surgieron problemas físicos, lo de la espalda. Cuando volví al Athletic tenía otro año de contrato, hablamos, llegamos a un acuerdo y lo dejé. La espalda me marcó el final. Era un tema grave y no había que arriesgar.
¿Recuerda su último gol en partido oficial con el Athletic?
Pues… no. ¿No será el del penalti?
Sí, en aquel partido angustioso con el Cádiz en San Mamés, era la Liga 05-06, con Clemente de entrenador.
Nunca he sido un especialista en penaltis, pero las circunstancias se dieron así.
Aún quedaban partidos, pero había que ganar para no caer en el agujero y jugaron con diez, por expulsión de Amorebieta, casi desde el inicio.
Sí, ahora lo recuerdas y sonríes, pero fue tremendo. Estábamos cero a cero, el partido estaba acabado y Julen -Guerrero- metió gol de córner, pero el árbitro pitó penalti. Lo tiró Andoni -Iraola-, lo metió y el árbitro mandó repetir. La situación era increíble, cómo estaba San Mamés con el árbitro, si no ganamos no sé qué hubiera pasado. Bueno, es un episodio que recuerdo con cariño porque entró y ganamos unos puntos muy valiosos.
¿Cómo se le ocurrió coger el balón para chutar ese segundo penalti?
No sé, fuimos a protestarle al árbitro porque anuló el de Andoni y en un instante decidimos que igual era mejor cambiar de tirador. Tenía claro que le iba a pegar un almendrazo. Eso hice y fue gol. La responsabilidad es parte del fútbol, Andoni asumió la suya y yo la mía, pero es algo instintivo, estás implicado, lo está todo el vestuario y la afición empujando. Eso es el Athletic, un entramado con todas las piezas conectadas entre sí y cuanto más conectadas estén, mejor.
¿Qué balance hace de su carrera en el Athletic?
Si me guío por el final, la sensación no es buena, pero he tenido cursos muy bonitos y sobre todo me quedo con la experiencia de haber conocido a fondo el club, lo que significa.
¿Qué futuro le augura al equipo?
Me alegra que haya enganchado varias victorias porque los resultados marcan mucho y estamos viendo un proyecto muy arriesgado por lo que implica de cambio en el trabajo y en el juego. Yo noto que voy alegre a San Mamés, sabiendo que va a haber un partido abierto porque, aunque vaya ganando, el equipo va a ir a por más y si pierde también irá hacia arriba. Este Athletic creo que es un equipo peligroso por el ansia que muestra desde el primer minuto por coger el balón para atacar. Lo bueno es que confía en esa elaboración del fútbol pero en vertical.
Así era su juego: tocando pero muy vertical.
Bueno, quizás yo me equivocaba un poco por culpa de esas ganas de atacar, de ser vertical, que a veces se convertían en prisas. Lo que quiero decir es que el equipo no quiere dormir el balón, está haciendo un juego muy Athletic diría, con gusto y vertical. Hay formas de ganar, pero creo que la afición se identifica con este estilo y el día de Osasuna el ambiente, cómo vivió el campo ese partido, me recordó a la época de Valverde. Entonces, el equipo decía que quería ganar así, jugando bien y con ritmo.