Quiero una despedida alegre, no una triste, porque tampoco lo entiendo como un gran adiós. Me despido como jugador, pero de este club no me iré nunca". Pronunciaba Mauricio Pochettino (Murphy, Provincia de Santa Fe, Argentina; 2 de marzo de 1972) su hasta la próxima con el Espanyol el 7 de junio de 2006 antes de romper en lágrimas y abandonar durante cinco minutos la sala, junto a su familia, que también lloró. En su retorno, algo más calmado, explicó que su decisión de marcharse no respondía "a una causa exacta. Nadie me ha puesto una pistola en la cabeza para que me marche", dijo tras renunciar a su último año de contrato. Admitió entonces no saber aún si se retiraría, como tampoco si algún día regresaría al Espanyol: "Es el club de mi vida, mis hijos se sienten espanyolistas como nadie y está claro que desearía volver. Sentí química desde el principio, es como cuando conoces a una chica".
Se despedía el central argentino del club al que llegó en 1994 y donde permaneció hasta 2000 y al que regresó después de 2004 a 2006. Hubo un continuará. En enero de 2009 se sentó uno de los ídolos periquitos en el banquillo, cuando Mané no pudo levantar el vuelo del equipo y la situación en la tabla ardía. Pochettino era un central bravo y es un entrenador de los de palabra.
"Sí, sí, desde luego era muy jugador argentino". Habla Ismael Urzaiz (Tutera, 7 de octubre de 1971), sinónimo de gol en el Athletic durante una década. El navarro compartió vestuario con el ahora técnico blanquiazul durante la temporada 1995-96, campaña dorada para el punta rojiblanco que se lució con 13 goles y aterrizó después en Bilbao. "Era un jugador muy maduro. Creo que tiene mi edad, o incluso menos. Debutó muy pronto en la Primera División argentina y se le veía muy maduro para su edad", se retrotrae Urzaiz a su primer contacto con Pochettino, que emprendía su aventura europea tras seis años en el Newell"s Old Boys. Club al que llegó porque dos tipos -un tal Marcelo Bielsa y un tal Jorge Griffa- le echaron el ojo. Se presentaron ambos un día a las dos de la madrugada en la casa de Mauricio y llamaron a la puerta. Los padres les comunicaron que el niño estaba durmiendo, claro, y que deberían volver al día siguiente. Bielsa, insistente, les rogó que le dejaran ver al chaval. A regañadientes e incrédulos, los padres accedieron. Bielsa fue al dormitorio, destapó al chico y al verle exclamó con cara de satisfacción: "Sin duda, este pibe tiene piernas de futbolista". Y se lo llevaron para las categorías inferiores del Newell"s. "Más tarde me confesó que él lo que pensó fue que había visto a un niño un poco gordito", contó después Pochettino sobre lo que le comentó el que fue su primer entrenador en la élite con el conjunto rosarino -donde debutó con 17 años- y su seleccionador durante parte de su periplo con Argentina -1999-2002-.
De discurso embaucador, con galones pese a ser novato en un nuevo mundo y en un vestuario desconocido, el central empezaba a engrosar en 1994 sus números en el Es-panyol disputando ya 34 partidos, todavía lejos de los 226 encuentros que alcanzó a jugar en sus seis temporadas y media en Barcelona, donde se convirtió en un ídolo. "Desde muy joven ha tenido que estar asumiendo responsabilidades y por eso pronto adquirió un papel de líder", apunta Urzaiz.
Ocurre que el ariete de Tutera y el central de Santa Fe se toparon en infinidad de ocasiones después. Cada uno, a un lado de la línea del centro del campo. "Era un jugador muy duro. Desde el punto de vista táctico, era muy inteligente porque él no era un central muy rápido pero sabía qué decisiones tomar en cada momento de manera rápida y eso para un defensa es fundamental y él lo dominaba. Ahí la escuela argentina se le veía claramente", analiza Urzaiz, que no atisba a rescatar ninguno de los siete duelos en particular con el contundente central blanquiazul. Eso sí, se acuerda el ex del Athletic que no temía el marcaje de Pochettino, como tampoco lo hacía de ningún defensor de la Liga. "No me ha pasado con ningún jugador, luego siempre había alguno que te tenía tomada mejor la medida y que te costaba más, pero empezar así los partidos... malo", descubre entre risas el punta navarro.
un líder El carácter ganador y la personalidad fuerte, definida, tejieron siempre a Pochettino. Esas señas de identidad, acunadas en su época de futbolista, se agigantan como entrenador. "De jugador ya se le notaba que tenía personalidad. Después lo demostró con el hecho de que cogió a un equipo de Primera División de la manera en que lo cogió y conseguir sacarlo de ahí requiere motivación. Es una persona con personalidad y que transmite. El año que el Espanyol se salvó nadie daba un duro por él y el mérito que tuvo fue inconmensurable", afirma Urzaiz, ya desde la lejanía.
Y es que sacó el argentino al Es-panyol de una situación que asfixiaba. Con 16 puntos, a cinco de la salvación recién iniciada la segunda vuelta del curso 2008-09, el equipo catalán concluyó décimo con 47 puntos. "Los jugadores se merecen todo y más. Han sacado al equipo del descenso en estos cuatro meses y medio y han sido capaces de revertir una situación difícil porque hace unos meses nos daban por muertos. La unión ha sido clave", explicó entonces el preparador. El pasado ejercicio, los periquitos fueron undécimos con 44 puntos. Esta campaña, esas míseras cantidades parecen olvidadas porque el Es-panyol sondea la zona de Champions. Es el gen de Pochettino instaurado en el colectivo. "Él hace de líder para que nosotros saquemos lo mejor de nosotros", describe José Callejón. "Para nosotros el míster es muy importante. Hace poco que ha dejado el fútbol y recuerda muy bien todas las vivencias de dentro y de fuera del campo. Es una persona que habla contigo, te da consejos. Es un entrenador con mucho diálogo y que exige trabajo", agrega. Pochettino es la base del éxito espanyolista.