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El perfeccionista soñador solitario

El guipuzcoano Juanma Lillo, entrenador del Almería, que esta tarde visita San Mamés, revela desde La Fabriquilla, al lado del faro de Cabo de Gata, los secretos a voces sobre su persona y su personaje

El perfeccionista soñador solitarioREPORTAJE FOTOGRÁFICO: MIGUEL ÁNGEL CRUZ

Almería

COMO el actor argentino Federico Luppi en la película Un lugar en el mundo, Juan Manuel Lillo (Tolosa, 2-XI-1965) también ha hallado su sitio en Almería, donde cumple sus cien primeros días. Después de algunos días viviendo en un hotel, el técnico vasco ha establecido su cuartel general en La Fabriquilla. El tolosarra ha encontrado en esta pequeña localidad, habitada por media docena de vecinos y ubicada a escasa distancia del faro del Cabo de Gata, una de las postales de Almería, lo que buscaba y dice necesitar. El guipuzcoano califica como "perfecto" este lugar para estar "conmigo mismo".

"Me encanta mucho lo que son los entornos. La relación del mar con el monte es muy agradable. Me he acercado a lo que es mi forma de vida, cerca del mar y en soledad. Me gusta mucho eso. Vivo en un mundo, el del fútbol, donde estoy continuamente interactuando con gente y también necesito vaciarme de todo eso para estar conmigo mismo introspectivamente. Voy buscando más paz y sosiego", explica aludiendo a su lugar de residencia.

Lillo cumple su aventura en el Almería con la ayuda de sus dos fieles colaboradores, el gallego Raúl Caneda, quien también le acompañó en la experiencia mexicana, y el guipuzcoano Iñigo Domínguez, ex técnico del equipo femenino de la Real Sociedad, pero sin la compañía de su mujer Cristina, tolosarra como él, con la que se casó a los 21 años. "Se ha quedado en Madrid con los niños. Si continuo, se vendrán conmigo para aquí como siempre ha ocurrido en otras ciudades donde he estado. Y sé que van a estar encantados", comenta.

Sin pretenderlo, la deliberada y original decisión de Lillo tiene mucho de simbólico. La historia recuerda que La Fabriquilla es una pequeña aldea donde vivían los trabajadores de las salinas del Cabo de Gata. Gran parte de estas salinas son ahora un humedal protegido y un observatorio ornitológico donde, dependiendo de la época y recurriendo a prismáticos, se pueden ver flamencos rosados, avocelas, correlimos y otras muchas aves acuáticas que han encontrado en este paraje su hábitat perfecto. Incomprendido y objeto de no pocos prejuicios, Lillo es visto por muchos como una rara avis por su forma de decir las cosas y su visión tan particular del fútbol, con un discurso que, para algunos, resulta demasiado lírico y rebuscado.

Lillo no se ve de esa manera. "No soy intelectual ni pensador. Soy todo, pero de broma. ¡Qué más quisiera yo! Lo que si es verdad es que me insultan con piropos. Ojalá fuera todas esas cosas. No lo soy por desgracia para mí". Contra aquellos detractores que han construido ese perfil no ajustado a su realidad, el guipuzcoano replica que "lo consideran más rentable para construir un personaje", señala. "Ya no me quieren porque se vende mejor el personaje que lo que uno es. Pero no soy el único al que se le equivoca persona y personaje. En cierta medida yo creo que nos pasa a casi todos", añade.

luchar contra la sinrazón Cansado, casi hastiado, y resignado, el guipuzcoano reconoce que ha perdido mucho ego por el camino, pero se ha entregado y saca la bandera blanca en esta incruenta guerra. "Yo lo que ya no hago es luchar contra algo que, al estar construido desde la sinrazón, que es lo que ocurre con casi todos los prejuicios, es derribarlo desde la razón. Yo no lo lucho. ¡Qué digan lo que quieran! Si algunos se sienten a gusto haciéndolo, por lo menos les hago felices. Tampoco está mal", ironiza. Cuestionado sobre cuál de estas dos cuestiones, las derrotas o los comentarios malintencionados sobre sus palabras, han desgastado más la percepción sobre su imagen, en general, y la de entrenador, en particular, se queda, sin dudarlo, con los reveses deportivos. "Las derrotas me duelen muchísimo más que cualquier mala interpretación de mis declaraciones porque al final no dejan de ser el prejuicio y el juicio de alguien, y eso no quiere decir que estén en posesión de la verdad. Eso no me sirve. Pero perder, me jode y mucho", espeta.

Asegura que no trata de huir de tópicos y sale en defensa propia asegurando que habla como es. Tiene la convicción de que "no hablo bien. No escribo y no me animo porque tengo mucho miedo al folio en blanco. Soy muy perfeccionista y creo que nunca pasaría de la primera línea". Su afición por la lectura, una de sus pasiones, le ha llevado a poseer una amplia biblioteca en su casa de Madrid. "Tengo -descubre-unos 7.000 libros, pero casi todos sin abrir", bromea. "En cierta medida, a los que somos perfeccionistas, que somos los más alejados de la perfección y que no deja de ser un síntoma de nuestra inmadurez, nos da miedo leer para no confrontar nuestras limitaciones con los que realmente saben", razona el tolosarra.

Más aficionado al ensayo que a la novela, el Lillo lector explica que el número de volúmenes de su vasto fondo documental que versan sobre fútbol no alcanza el millar de ejemplares. "Intento conseguirlos pero no tengo más". Su afición por la lectura esconde también otra querencia. "También es verdad que tengo un afán coleccionista con los libros. Algunos los tengo por el hecho de tenerlos, porque me gusta". Comenta, con todo, que "a veces la mejor forma de saber de fútbol es leer otras cosas". "Una vez Menotti me dijo: Quien sólo de fútbol sabe, ni de fútbol sabe".

lector, pero no tanto Contraataca y recuerda a sus detractores que "leer no creo que sea algo de lo que haya que avergonzarse. Ni tampoco convertirlo en bandera. Yo nunca hablo de lo que leo y no leo. Que me tengan por intelectual por mi afición a la lectura, como si fuera algo peyorativo, es el colmo". En el tiempo libre que le dejan los entrenamientos y la preparación de los partidos hace hueco para leer, aunque con matices: "Depende de cómo esté de preocupado. Para leer necesito cierta paz y cuando estás entrenando no es fácil hacerlo. Me tienen que ir muy bien las cosas. Si hay muchas victorias se lee más fácil que cuando hay derrotas". Y también para hablar con su mujer, con futbolistas que tuvo bajo su disciplina y amigos, entre los que no falta Pep Guardiola, al que considera casi como un hermano y con el que habla con mucha frecuencia.

El fútbol es una actividad que no admite metáforas. Siendo entrenador del Real Madrid, Jorge Valdano, tras perder en El Molinón, señaló: "Jugando así hay permiso para perder" y le llovieron las críticas. Lillo, amigo del director deportivo de los blancos, participa de la idea de que a los entrenadores se les hace responsables, en ocasiones en exceso, del alto porcentaje de suerte que rodea al mundo del fútbol como actividad azarosa que es. "Hay muchas mentiras en el fútbol y ésa es una de ellas. Engrandecer la imagen del entrenador como si hubiera causa-efecto entre planteamientos y victorias. Causa-efecto no hay nada en la vida. Ojalá entrenaran los mejores y ganaran los mejores. La del fútbol es una actividad donde puedes hacer las cosas muy mal y salir muy bien, y al revés. Hay que estar preparado para todo. Lejos de angustiar, cuando vas madurando, eso te libera. Pero no por ello se ha de abandonar el empeño de querer hacer las cosas bien. Es más, hay que hacer justo lo contrario. Sabedor de esto, se ha de intentar mejorar cada día, si se puede".