Si evocamos la poesía de su seguramente admirado Lorca, Linaje, el grupo navarro liderado por el hijo del cantante de Marea, se mostró verde, todavía muy verde, en el concierto que cerró Abandoibarra esta Aste Nagusia. El quinteto demostró ganas y convicción en la despedida, pero echamos en falta experiencia, canciones, ritmo, tirón y sapiencia suficientes, algo que suele dar el aprendizaje asociado al paso del tiempo, para adaptarse a un escenario de tal magnitud. Además, acumularon retrasos, un sonido mejorable y exceso de versiones, ya que solo disponen de un disco publicado.
El escenario de Abandoibarra acabó tal y como empezó: gafado. El día de arranque dejará para el recuerdo la suspensión del recital de Kai Nakai, Olatz Salvador y Maren por problemas en el montaje a tiempo del escenario, y este sábado noche, en su agur festivo, se inició con largo retraso de más de 20 minutos debido a problemas con la mesa de sonido.
La cosa empezó mal para Linaje, el grupo liderado por las canciones y la voz de Aarón, hijo de Kutxi Romero, vocalista de una institución del rock estatal como Marea; y no acabó mejor. Aunque están viviendo el verano de sus sueños con múltiples conciertos, hasta haciendo doblete algún día, y con la agenda cerrada hasta fin de 2025, Abandoibarra es mucho escenario para un grupo relativamente reciente –tres años de siembra y trabajo en bajera y carretera– y con un único disco en el mercado.
Y empezó mal, con algunos pitos exigentes, debido a un retraso provocado por problemas técnicos. Y aunque el joven quinteto demostró convicción y que dispone de armas suficientes para mantenerse en la escena rock durante años, todavía están en estado embrionario desde que sonó Ay, morena mía, con Aarón gritando, orgulloso: “ahora sí, somos los Linaje, venimos de Berriozar”, entre el rock urbano, letras con ínfulas poéticas y melismas aflamencados en la voz.
A ver, Linaje, palabra asociada a la ascendencia o descendencia familiar, se llama así porque parece un tributo a la sangre que corre por las venas de Aarón; o sea, la de Kutxi Romero. O, lo que es lo mismo, la de Marea, grupo capital a la hora de entender el rock urbano de las últimas décadas. A ellos nos remitieron cuando sonó Desataron a los perros, la canción titular de su único disco, fiera, contundente y con cambios de ritmo. La jauría ya estaba suelta y enseñando los colmillos, pero el sonido, farragoso y con una batería excesivamente seca y sin matices, no acompañaba.
Un estreno y muchas versiones
A Aarón, de presencia física impresionante, con pañuelo al cuello y dueño de un timbre muy similar al de su aita, ya le sobraba la camiseta cuando estrenó un tema inédito, Hijo de puta, tras anunciar que si había algún picoleto en el recinto que se fuera a tomar por el culo. Su rock formalmente primitivo y básico, alimentado en casa por el biberón del rock urbano, seguía sonando enmarañado cuando cayó “una muy guapa”: Querida libertad.
Parecía que Malcolm Young había resucitado. “Era de AC/DC, pero la pasamos al castellano”, reconoció el vocalista navarro, que soñó en alto. Al grabarla “quisimos que colaboraran en ella Albertucho, Robe y Fito”, dijo. Solo consiguió la voz del primero. Joven e insultantemente sincero, Aarón, con su voz áspera cada vez más ronca y combinando en una mano el micro y en otra los pitis, no se cortó tampoco a la hora de reconocer sus influencias. Y como su legado grabado es solo de 10 canciones, ofreció un largo tiempo dedicado a las versiones.
De Suaves a Barricada
El tributo, que habría funcionado mejor en el espacio de una txosna, arrancó con Todos mirando, de Barricada, tras alabar el gusto rockero de Bilbao. “En Navarra no nos ha ido mal, con Marea, Berri Txarrak y Barricada”, introdujo Aarón, que, sin solución de continuidad, cantó, veloz y contundente, La sin razón, de los uruguayos La Vela Puerca. El rosario de versiones –obligado para completar su corto repertorio– se aparcó para abrir la ventana y oxigenar el sonido con la participación al saxofón de Oier Villanueva en A remojo, una de sus mejores y más melódicas canciones.
Hubo reparto de cerveza entre Asier Cuiral y Aimar Goikoa (guitarras), Alain García (bajo) y Asier González (batería) para brindar con más versiones. Cayó Malas noticias, de Los Suaves, un grupo que “también está muy guapo”, y soltó el gatillo eléctrico para, en solitario, formato acústico y aliado a una guitarra, seguir con “dos de las mejores canciones de rock de la historia”: el No hay tregua, de los Barri, y La luna me sabe a poco, firmada por su aita.
Con la garganta cada vez más ronca sonó la sentida Aún me duele, dedicada al supuesto alzheimer de su abuelo, que inauguró una recta final en la que hubo tiempo para un duelo percusivo; la interpretación de A la luna le sobran las canciones con cajón flamenco; patadas al pie de micro; su único tema en euskera: Askatu izazu ilea; goras a Euskal Herria con el flamear de una ikurriña y un bis trepidante en el que apenas se entendían ya las letras y que cerró poco más de una hora de recital con Ya no quiero tu esqueleto. Linaje demostraron tantas ganas como carencias juveniles; y mucho más futuro que presente. El aprendizaje seguirá hasta su próxima cita bilbaina el próximo 26 de febrero en el Antzokia.