Quién se esconde detrás de la máscara de El fantasma de la Ópera, el musical que, tras su éxito en Madrid, está enamorando a los espectadores en el Arriaga? “Soy un argentino que desde hace 17 años vive en España. Soy padre, lo que es el mejor título de mi vida, y no paro de trabajar para poder seguir soñando”. Así se describe Gerónimo Rauch, conocido internacionalmente por su trabajo en teatro musical, que emociona cada tarde en Bilbao interpretando al personaje atormentado de El fantasma de la Ópera.

El cantante argentino (Buenos Aires, 1978) viene representando este rol protagónico desde el pasado octubre en Madrid y, anteriormente, lo hizo en Londres durante varios años. La producción que se puede ver en el teatro bilbaino es una versión diferente de la que se hizo en Londres, ahora a las órdenes de Federico Bellone y la inolvidable música de Andrew Lloyd Webber.

Presenta un fantasma más psicológico, pero menos monstruoso. “En realidad, es un hombre atormentado cuyo rostro, deformado de nacimiento, le otorgaba el aspecto de una verdadera aparición. Leroux (quien escribió la novela en 1910) lo presenta como un genio de la magia y la música, y, a la vez, como un cadáver viviente que había erigido sus dominios en los subterráneos de la Ópera de París.

Pero Rauch lo tiene claro: “No se trata tanto de un monstruo, sino de un hombre que no sabe lo que es el amor ni la compasión, que no distingue el bien del mal. Gusta mucho esta nueva versión porque no deja de tener la belleza y la fantástica partitura de la obra original, pero por momentos se convierte en algo muy real”, asegura el intérprete argentino.

La historia es conocida por todos: Erik se enamora de una joven soprano, Christine Daaé– interpretada por la también fantástica cantante y actriz Talía del Val– a quien le da lecciones de canto y hace todo lo posible por mantenerla a su lado, y hasta la rapta para retenerla en su morada. A lo largo de la obra se suceden las escenas de emoción: trampas bajo tierra, la caída de la lámpara del majestuoso auditorio, muertes, venganzas... “Mi personaje es muy complicado, resulta vocalmente agotador, pero también a nivel de interpretación. Para mí, el desafío es no rozar el estereotipo. Lo más fácil es caer en una pantomima, en el monstruo. Mi trabajo es humanizarlo, que la persona vea a un ser humano, las purezas de las emociones... Simplemente, es una persona que ha nacido con una deformidad y que no ha podido entrar en la sociedad, es un marginado que se ocultó en un teatro y empezó a autodisciplinarse, a aprender cosas por él mismo, desde la música hasta la ingeniería dentro de las cuevas, la estética... Todo lo ha diseñado para ocultarse porque detrás de la máscara está la esencia de ese ser, que se ha inventado un personaje para sobrevivir”. Rauch confiesa que se emociona sobre el escenario, incluso en alguna ocasión acaba llorando. “ En el musical hay ciertas acciones, ciertos rechazos, ciertos textos realmente dolorosos. En un momento de la representación dice que lo primero que hizo su madre fue taparlo antes de acunarlo. Para mí, esa es la frase más fuerte de todo el espectáculo, donde el público entiende de dónde viene ese ser”.

Este clásico con añadidos contemporáneos es una producción muy compleja. “Al ser nueva tenía que llegar a la altura de la original y la verdad, es que resulta increíble. Es muy difícil que se vuelva a montar una obra como esta. En Bilbao gozamos además de un espacio que luego, cuando volvamos a Madrid, no vamos a tener”, asegura el artista, momentos antes de sentarse en su camerino para transformarse en su personaje. “Me siento en mi camerino siendo Gerónimo, empezamos la transformación y ya no soy más yo. Esto para un actor es genial”, confiesa.

Reconoce que las máscaras no le molestan: “Están hechas con el molde de mi cara, simplemente son una extensión más”.

Las críticas no pueden ser mejores para la obra. “En Bilbao, va muy bien. En las primeros funciones nos preguntábamos si estaba gustando porque el público vasco es más silencioso; en cambio en Madrid estábamos acostumbrados a ciertas reacciones que aquí no suceden. Pero, tras el aplauso final, entiendes que aquí hay una cultura de respeto al silencio al final de las canciones, a no interrumpir la escena. Es mágico”, asegura Gerónimo Rauch.

Londres-Madrid-Bilbao

Rauch lleva diecisiete años radicado en Europa. Viajó para protagonizar Jesucristo Superstar y fue hilvanando grandes títulos del teatro musical que lo mantuvieron viajando entre Londres y Madrid: Los miserables, El fantasma de la Ópera, Chicago, Sunset Boulevard... “Considero Los miserables, en el que actué en un rol en Argentina en el año 2000, como el inicio de mi carrera profesional, cuando sentí que había merecido la pena dejarlo todo para dedicarme a esto. Después hice Grease y me presenté en un reality show de notoriedad y lo gané”.

Recuerda que cuando llegó a Madrid “éramos muy poquitos los que nos dedicábamos a los musicales, principalmente porque el público no entendía esto de empezar a cantar en una escena. A veces, la música dice mucho más que la palabra; pero poco a poco la gente lo empezó a entender y a gustar cada vez más. Ahora hay muchas escuelas, existe una industria de teatro musical muy potente”.

En la agenda de Gerónimo Rauch hay numerosos proyectos, entre ellos producir él mismo musicales y el lanzamiento de su nuevo álbum, Chapter One, previsto para este 2024, con canciones de Frank Wildhorn. “Yo vengo de un país en el que soñar es muy difícil, siempre te dicen que no a todo. Cuando empiezas a lograr cosas, te animas a soñar un poquito más y cada vez más y un poco más alto”.