Algunos en ocasiones ven muertos. O eso creen cuando llevan toda la semana de gaupasa en gaupasa y se hacen un selfi. Otros ven fantasmas. En el Teatro Arriaga, por ejemplo, deambula el de la Ópera y alguno que otro de carne y hueso, confirma sonriente la jefa de sala, Izaskun Ardanaz, que “coordina al equipo de acomodación, al servicio de limpieza, la seguridad y el catering”.
La barra a más de uno le sobra. Ya viene bebido de fuera. A falta de alcoholímetro, en la puerta los calan a ojo. “Tienes dos segundos para detectarlos. Lo máximo que ocurre es que se duerme y hay que despertarle para que no ronque. Si pasa algo, lo reubicamos en una zona más discreta, pero no suele haber altercados”.
¿Y arrebatos de pasión en los palcos? “No, la gente es bastante formal”, aunque han encontrado “alguna camiseta interior que dices: ¿Esto por qué esta aquí? ¿Qué ha pasado en la oscuridad?”.
Bilbaina, de 41 años, Izaskun lleva desde hace ocho en su cargo y siempre ha trabajado en Aste Nagusia. “Es la época más intensa”, afirma y recuerda con especial cariño su desembarco en las fiestas. “Estaba el musical Mamma Mia!, me encantaba Abba, lo escuchaba con mi aitite un montón. Entraba en el Arriaga y de repente tu primer musical, tus primeras fiestas, fue bastante bonito a nivel personal”, rememora.
Camisetas y tacones de aguja
En lo que respecta al teatro, no acierta a destacar ninguna edición más alocada que otra “porque siempre pasan cosas”. Por ejemplo, que hay espectadores que no tienen nada que envidiar, en lo que a la altura del peinado se refiere, a la esposa de Homer Simpson. “En el musical Priscilla, reina del desierto nos venían con unos tocados impresionantes y les tenías que pedir que se los quitaran porque no dejaban ver a las personas que tenían detrás”, relata.
También hay quienes aprovechan el marco incomparable de la escalinata para retratarse como si fueran la vedete principal. “A la salida se lían en la escalera, entre hacerse fotos, pequeñitas sorpresas... Si hay algún cumpleaños o alguna despedida de soltera, se ponen ahí a cantar. Bajan con toda la adrenalina del espectáculo y se vienen muy arriba”, certifica entre risas. Eso les pasa por tener “espejos, photocall, como ahora con El fantasma de la Ópera... A la gente le encanta posar y sentir ese momentito especial para ellos”, dice.
Husmeemos en el ropero. ¿El respetable va en camiseta de comparsero con lamparones, vaqueros y alpargatas (o, visto el tiempo, katiuskas) o se enfunda un vestidito lencero y unos tacones de aguja (antes muerta que sencilla)? “La gente en fiestas relaja un poco también en ese sentido y viste un poquito más informal”, aunque alguna de punta en blanco como para una boda se ve “porque luego les gusta posar para el Instagram”.
No son las únicas que alardean de outfit. “Hay gente que cuida mucho la estética, parecen salidos de un cómic, gente que viste de los años 60, alguna persona que va de gótica...”, detalla.
"No se oyen tantas toses"
Con el teatro “lleno” y la lupa puesta en las butacas se ve “a gente de toda Bizkaia, familias enteras que hacen un esfuerzo económico para ver el musical, igual te vienen ocho, muchas veces con criaturas y es una manera de que empiecen a probar si les gusta el teatro”, dice Izaskun, quien añade que “no es un público habitual y, a la hora de acomodar, nos cuesta bastante más”.
Una vez dentro, “no se oyen tantas toses, no sé si es efecto covid o qué”, y en la asignatura Apagar los móviles progresan adecuadamente desde que se han “reforzado los avisos en sala”. No obstante, han “requisado” algún teléfono porque “la persona se pone nerviosa y no sabe cómo apagarlo”, cuenta Izaskun, que advierte de que “las pantallas iluminadas, incluso de los relojes, molestan tanto como el sonido”.
Brazos en alto, la vigilanta de la jaia nos observa y, como buenos súbditos, hay que sonreír. A llorar a la llorería. Nada de pasar Cinco horas con Mario o visitar La casa de Bernarda Alba. “Siempre se intenta hacer una programación que vaya acorde con el espíritu de las fiestas y eso hace que venga público de todo tipo. Yo sí he notado que antes venían los acérrimos a los musicales y ahora, sin embargo, además de ellos, también viene gente que viene a probar”, explica Izaskun, que no duda al señalar al espectador que más le ha sorprendido.
“Recuerdo a una persona que al musical de Priscilla no sé si vino diez veces y, además, siempre con un look diferente y supertrabajado, con unos tocados impresionantes. Se dragueaba e iba a paraíso encantada de la vida, se volvía a sacar las mismas fotos que se había sacado el día anterior... A mí ese tipo de afición me deja loca”, admite divertida y añade que “también vienen turistas y gente que no ha venido nunca al teatro y ves la emoción. Salen con una energía muy bonita”. Bonita o no, a estas alturas de las fiestas salir con energía ya es la repera.