Mostrar al alma desnuda en público se considera un exhibicionismo indecente. Habrá quien les dé la espalda a gente así como tantas veces se hizo con los locos, los poetas, los santos, los visionarios o los genios. Habrá quien hable del trébol de cuatro hojas o de la mano de santo que sacó los papelillos en el sorteo y acercase a su ribera dos toros de Fuente Ymbro majestuosos: un bravo y exigente cuarto, Histérico, cuya acometida voraz pedía el rayo de las guitarras eléctricas de Jimi Hendrix, Angus Yong, Eddie Van Halen, Eric Clapton o Mark Knopfler y un enclasado y bravo sexto, Tramposo, que llevaba en sus andares y desplazamientos la gloria y la maravilla, qué sé yo, de Nureyev o de Michael Jackson. Dirán que tuvo suerte, seguro. Pero con ambos pudo Borja Jiménez, un diestro que llegó ayer a Bilbao para sentarse en la mesa de los principales del banquete. Fuel el rey, el niño en el bautizo (se presentaba en la religión de los toros de Bilbao, siempre tan exigentes según reza la leyenda y, en días como el de ayer, la realidad...), el novio en la boda, el presidente de la compañía. Fue, como se dice sin adornos, el puto amo de la tarde. A Daniel Luque no le quedó sino mirarle, con cierta envidia.
La diversidad es la vida y la uniformidad llama a la muerte, dijo el poeta. A Luque le cayeron en suerte dos toros de muy parecidos posibles: un tercero, Agualimpia, con dos astas que recordaban a las agujas de una catedral y un quinto, Primoroso, que fue de todo menos eso. El que descorchó la tarde, Soplón, era de otro cariz, con estilo pero con los cuartos traseros destartalados. Acabaría cobrándole castigo al diestro de Gerena. Tras muletazos de malabarista que impidieron que el toro besase el albero y tres o cuatro cambios de mano elegantes y con sentido, el animal resbaló cuando Daniel entraba a darle matarile a una faena hermosa y trabajada. El diestro cayó hacia el vacío y se alivió con un metisaca. El aire de Rompetechos del tercero y la vagancia del quinto le sentenciaron. Horror de los horrores.
A su hora y puntual llegó Borja Jiménez a la primera de las tres puertagayolas de la tarde (mérito, sí, pero un punto alejadas de la primera línea de fuego...) y hubo de esquivarle al toro que salió recto, como aquella aviación kamikaze de la Segunda Guerra Mundial. Fue un amago. A la embestida con franqueza, Borja le opuso templanza con la muleta casi besándole al toro, de tanto como la arrimaba al hocico. Fue una faena clásica y una estocada al encuentro. El toro no pudo desenfundar y la primera oreja le dibujaba una sonrisa al diestro y a los tendidos.
Hasta aquí es lo propio de esta época. Pero saltemos al vacío para recordar el vértigo de otros tiempos, esa sangre revoltosa que avivaba el fuego del cuarto fuenteymbro, Histérico, que ofreció un concierto propio de los Rolling Stones de los buenos tiempos. A la larga cambiada de bienvenida le siguió la pasión de los primeros encuentros: un arrebatado achuchón por delantales y chicuelinas. Y tras ello, el duelo a quites, ya con las primeras lluvias. Luque por gaoneras, y la réplica de su compañero por chicuelinas. El toro iba con todo, ¡al ataque!, y exigía un rival a su altura. Borja Jiménez sacó la púa y buscó el rasgueo de su guitarra. Hubo muletazos poderosos en medio de la tempestad, cambios de manos y broches por abajo. El toro no cesaba de exigir, el muy cabrón. Como aquel profesor de matemáticas de cuyo nombre no debo acordarme. Como quiera que la espada partió en dos al animal en un santiamén, Vista Alegre se lanzó a la celebración absoluta pidiendo a la presidencia la segunda oreja. En el camino, dio la impresión, había faltado cierto punto de esa relajación que nace del dominio, las lentas en un concierto de rock, que siempre se agradecen. ¿Fue un pecado de voracidad del propio torero? Puede. Cada cual lo verá desde su punto de vista que, al fin y al cabo, es lo que crea en panorama.
¿O no? Porque la caprichosa diosa fortuna le había reservado a Borja la maravilla de las maravillas: un toro, Tramposo, que vino a Vista Alegre a exhibir, de verdad, los valores de la bravura. No tenía el animal esa vena locuela de su hermano pero sí una entrega y una clase en el acometer propia de la alta escuela. Y entonces ocurrió. Apareció otro Borja. Fue hermoso el inicio, tras el alarde por la espalda, y llegó el compás de la derecha. Esperen, esperen. La muñeca y la cintura del diestro se relajaban y de esa templanza nacían dos naturales que los hubiese firmado cualquier artista renacentista, con el tiempo al ralentí o quieto, si me apuran. ¡Qué maravilla! El final genuflexo y cadencioso no merecía el pinchazo que se llevó la segunda oreja. Qué más da.
La corrida de ayer
l Ganadería. Toros de Fuente Ymbro, de gran presentación y variopinto juego; el bravo y exigente cuarto y el enclasado sexto, sobresalientes.
l Daniel Luque, de nazareno y oro. Metisaca (ovación): media desprendida y estocada en parecido sitio (silencio); pinchazo y estocada despendida (silencio).
l Daniel Jiménez, de gris perla y oro. Estoconazo al encuentro (oreja); estocada en buen sitio (oreja y petición de la segunda); pinchazo y estocada despendida (oreja). Al cortar tres apéndices salió por la puerta grande de Vista Alegre.
La corrida de hoy
l Ganadería. Toros de Núñez del Cuvillo, un clásico de los grandes carteles. Ayer dieron la vuelta al ruedo a uno de sus toros en La Malagueta.
l Sebastian Castella. El diestro francés acostumbra a presentar un toreo seco como el sarmiento, cargado de emociones, algo que agradece Vista Alegre.
l Miguel Ángel Perera. Reaparece hoy tras ser cogido en Illumbe el pasado viernes, 16 de agosto, cuando se encontraba a buena altura en la temporada.
l Emilio de Justo. Un diestro que vive un momento dulce y que llega a Bilbao con ambición de dejar huella en el ceniciento albero.