Los toros, los clásicos que se difuminan en Aste Nagusia
Enrique Ponce y Pablo Hermoso de Mendoza, dos figuras que no han encontrado relevo en el corazón de Bilbao, se despiden este año
Esta es una historia en la que los clásicos se difuminan, el relato de la historia de la tauromaquia en Bilbao, donde las corridas de los toros fueron, en su tiempo, una fiesta estrella y hoy son el reducto de la gente taurina de corazón, más allá de aquellos tiempos en los que las corridas de agosto eran una tierra social, donde mirar y dejarse ver; todo uno de los clásicos del verano, un clásico que hoy se difumina. No hace tanto tiempo que se vivía así, entre la pasión de algunas personas por las corridas de toros (si me apuran, más por el toro en su esplendor que por los toreros...) y el escaparate de la gente que acudía Vista Alegre porque era "donde había que exhibirse". A medio camino, en los primeros años de Aste Nagusia hasta Vista Alegre subían no pocas konpartsas y la propia Marijaia. Aquel tiempo colorista y emocionante se difumina en pleno siglo XXI, en este 2024 en el que se despiden de Bilbao Enrique Ponce y Pablo Hermoso de Mendoza, dos figuras de Bilbao que no han encontrado relevo en el corazón de Bilbao, hoy más cosmopolita que nunca. Qué lejos quedan aquellas palabras apasionadas de Ernest Hemingway que decían algo así como "si no os asusta el calor –ese calor realmente pesado y húmedo de las minas de plomo y de cinc– y queréis ver toros enormes, impresionantes, entonces tendríais que ir a Bilbao durante la feria de agosto". Siguen el calor y el toro descomunal, pero qué lejos quedan.
Las palabras sobrevuelan la plaza donde se libra la batalla. A su alrededor se concentran los pros y los contras mientras ellas van y vienen como esos cuchillos que se arrojan en la pista central de un circo cualquiera. Palabras de altos vuelos como moral, educación, ciencia, ecología, tradición, cultura, economía o patria que se manosean; términos que se cruzan entre enemigos irreconciliables y se clavan, zas, en el corazón del enemigo.
Pero las palabras traen consigo daños y dolores relativos. El poeta supo ver bien que las lleva el viento. Es necesario alejarse del debate grueso entre el ignorante y el insensible (en los dos extremos habitan los intransigentes...) y mirarlo con perspectiva. ¿No será, acaso, un asunto de cegueras...? Porque uno tiene la impresión de que a los taurinos a machamartillo les ciega la pasión y a los antitaurinos recalcitrantes les ciega la razón de la vida del toro como bien supremo. Ambos músculos, corazón y cabeza, han chocado en el mundo antes, mucho antes, que este debate alejado del prime time del día a día en la calle, reconozcámoslo. Son los escribanos de las páginas de historia.
Es curioso, porque entre ambas cegueras el punto de la discordia aparece, según mi entender, en el papel reservado al toro en este escenario. ¿Es el mártir ajusticiado a degüello que pregonan unos o el rey de reyes sobre la arena, el protagonista máximo de una corrida de toros, del que hablan otros...? Para ambas visiones hay argumentos sólidos y pajaritas de papel. Y negarse a escucharse uno a otro es admitir que uno tiene la razón a la fuerza: la madre de todas las cegueras, la noche oscura. Como les decía en los orígenes, las clásicas Corridas Generales de Bilbao se difuminan, ya solo le cantan aleluyas la gente taurina, una población menguante, reconozcámoslo, pero con la misma pasión de aquellos, donde ir a los toros era una alegría y, si me apuran, un lujo.