La primera puesta de Jurgi, un petito y unos patucos, será “amarillo Pinpi”. No podía ser de otra manera porque este bebé, que vino al mundo este pasado jueves, en plena Aste Nagusia, lleva la fiesta impregnada en los genes. No en vano Eneritz Guillén y Goizalde Ruiz, sus madres, se conocieron en la comparsa, su amistad se cocinó a fuego lento, como el bacalao en El Arenal, y la chispa de su amor prendió con el soplido cómplice de Marijaia, a la que acaban de hacer amama. ¿Y si el niño les sale seriote y pasa de juergas? “No le va a quedar otro remedio”, dice Eneritz y ambas se echan a reír.

Ni Tinder ni First Dates que valgan. Marijaia se basta y se sobra para organizar cada agosto una macrocita en la que lo mismo haces colegas que encuentras pareja o un rollete que se diluye al amanecer. En ese caldo de cultivo, enfundadas en sendas camisetas de Pipilinpauxa, se conocieron Eneritz y Goizalde hace ya trece años. “Desde el principio congeniamos muy bien. Siempre hemos tenido mucha amistad y hace siete años nos empezamos a ver de otra forma. Dimos el primer paso en fiestas”, avanza Eneritz en una conversación que se desarrolló, por razones obvias, antes de que diera a luz.

La algarabía, la nocturnidad, el empujoncito de un chupito de alcohol... En Aste Nagusia todo invita a lanzarse a la piscina. “Estamos más desinhibidos y alegres y eso hace que des el paso más fácilmente, que no te dé tanto apuro...”, confiesa Eneritz. “O que lo des sin darte cuenta porque estás de fiesta, no lo piensas...”, corrobora su pareja.

Entonces no sabían si lo suyo tendría futuro, si perduraría más allá del desmontaje de las txosnas o sería para toda la vida. “Como en muchas otras relaciones, al principio no tienes muy claro cuánto tiempo vas a estar con esa persona. Te dejas llevar y con el tiempo te das cuenta de que no es una simple amistad, de que te has enamorado. La muestra es que hemos seguido avanzando con una vida en común”, explica Eneritz. Y salta a la vista, no solo por su entonces avanzado estado de gestación, sino por sus miradas cómplices o cómo caminan cogidas de la mano. “Hace dos años, tras retrasar la boda por la pandemia, nos casamos y ahora viene Jurgi de camino”, repasaban. La guinda que corona su felicidad desde hace un par de días.

Tras conocerse como comparseras e iniciar su relación en fiestas, a estas vecinas de Deusto solo les faltaba rizar el rizo. “Cuando me quedé embarazada y nos dijeron que salía de cuentas el 14 de agosto, pensamos: Las fiestas empiezan el 19. Ni hecho a propósito”, cuenta Eneritz. Lo cierto es que “han sido varios intentos” y la fecha del nacimiento, totalmente casual. “Es más, si hubiera sido a propósito, no habría sido en fiestas”, apunta Goizalde. “Para poderlas disfrutar nosotras y para que él, en su momento, pueda celebrar el cumpleaños con sus amiguitos, porque en verano...”, aclaran. No obstante, naciera cuando naciera, Jurgi iba a ser pero que muy bienvenido. “Estamos muy felices también de que nazca en fiestas y que lleve un poco en el ADN el ser comparsero y a Marijaia y Aste Nagusia. Nos parece entrañable”, comentan.

¿Harán gaupasa por Jurgi?

A punto de vestir a Jurgi con su ropita amarilla –en Pinpilinpauxa no tienen camisetas tan pequeñas, aunque “hay algún body que va rotando de niño en niño”–, recopilan las bromas que les han ido gastando. “En la comparsa nos han dicho muchas veces: Ya verás, este año tenemos txupinera, va a lanzar el txupin y justo vas a romper aguas”, cuenta sonriente Eneritz, mientras que Goizalde destaca “la típica broma que se hace mucho en la comparsa a las embarazadas de agosto y septiembre, que es que van a dar a luz en la piscina de la txosna”. A Eneritz le da la risa de solo pensarlo.

Si alguien cree que la maternidad va a apartar a estas dos almas fiesteras de su gran cita lo tiene claro. Ya lo tienen hablado y los próximos años piensan compaginar familia y comparsa. “Haremos cosas para que nos lo pasemos bien todos en casa, tanto el pequeño como sus madres”, señala Eneritz. “El año que viene todavía será muy pequeño para ir al Txikigune, pero más adelante le llevaremos a las actividades para niños que organizan a las mañanas Bilboko konpartsak”, planea Goizalde. “A las noches –añade– nos turnaremos como tantas parejas de padres que hay en las comparsas”. Todo esto es la teoría, claro. “Creemos que se puede compaginar, pero lo decimos todavía sin tener al niño”, admitían y bromeaban por “las papeletas” que tenían de hacer gaupasa por Jurgi y no por Marijaia.

Aunque la sangre pinpilinpauxera corre por sus venas, cuentan con que algún día su hijo les diga: “Oye, ahí os quedáis, que yo me voy a otra comparsa, o paso de todo. De adolescentes no aparecen mucho y cuando tienen 24 o 25 años se empiezan a arrimar otra vez. Hasta que ya le digamos: Jurgi, que nos retiramos ya. Puedes tomar el relevo”, bromean entre risas.

Ligar a un lado y otro de la barra

En Pinpilinpauxa, donde germinó su historia, “hay muchas parejas y desparejas”, dice Goizalde, quien cree que el amor fluye igual que en otras comparsas “porque al final son muchas horas y muchos días”.

Y no todo queda en casa. A veces las maripositas en el estómago traspasan el mostrador. “Hay gente de fuera de la barra que liga con la de dentro y viceversa”, da fe Goizalde, quien revela que “cuando estás de responsable de caja o reponiendo te da tiempo a ver de todo”. Por ejemplo, cuenta Eneritz, “a gente que está ahí, a ver qué pasa, y pasan las horas y siguen en la barra acaramelados o acarameladas. Luego ves a otra pareja que ya está en la pasión o a otros que se acaban de conocer y están supertortolitos. Es divertido”.

Ambas coinciden en que Aste Nagusia es “un buen sitio para conocer gente nueva, surja el amor o no”, aunque, pasado el furor, uno puede acabar echándose las manos a la cabeza. “En fiestas hay mucho desenfreno, hay más gente, son muchos días seguidos y puede pasar que a la mañana siguiente te levantes y digas: Madre mía, pero esa alegría que te has llevado. Mientras lo hayas pasado bien a la noche...”, dan por bueno entre risas.

Si la pasión no se esfuma con la resaca y la relación continúa, es momento de conocerse a fondo, sin los influjos festivos. “Puede que sea tu medio limón o media naranja, pero luego hay un periodo de saber cómo es esa persona. Si la conoces en el trabajo, en la uni o la cuadrilla, ya sabes cómo es, aunque también tienes un camino para entenderte como pareja”, expone Eneritz. “Luego igual sales de fiesta con él y no te gusta cómo es cuando sale de fiesta. Te puede pasar a la contra”, apunta Goizalde entre risas.

No es el caso de esta pareja, que destila cariño e ilusión y cuya historia parece latir en el corazón que forma Marijaia con sus manos en el cartel de fiestas. Un símbolo que para Eneritz abarca mucho más que las relaciones de pareja. “La fiesta es ver a la gente haciendo muestras de amor, de amistad, de alegría, ver que se lo pasan bien y conectan con otras personas. Vivir la amistad y el amor desde el respeto y desde la libertad. Yo veo eso en el corazón del cartel”, explica. Un corazón que reproducen con sus manos enmarcando a Jurgi, el fruto de su amor.