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Su llegada a la jefatura del Gobierno italiano, y por tanto a las cumbres europeas, en un año con relevo de poder en Alemania y con el presidente francés, Emmanuel Macron, pensando en las elecciones de 2022 podría marcar la diferencia en los equilibrios de poder en Bruselas, aunque está por ver si las crisis domésticas le permiten margen para dejar huella en Europa. El expresidente del Banco Central Europeo (BCE) no tendrá las cosas fáciles, con una economía fuertemente contraída tras la durísima primera ola de la pandemia de coronavirus en Italia y ante el reto de gestionar el dinero del fondo de recuperación comunitario, que aportará al país 220.000 millones de euros extra.

Por ello, analistas como Alberto Alemanno, profesor en Derecho de la Unión Europea (UE) en la Escuela de Estudios Superiores de Comercio, una de las principales academias de administración de empresas del mundo, creen que la prioridad de Draghi cuando su Gobierno se consolide “no va a ser Europa, sino la ejecución de las políticas europeas”. “Solamente después, con la gestión del coronavirus, podrá demostrar e imponerse como una voz de autoridad en el Consejo”, explica.

Por eso, opina que en los primeros meses de su mandato “no vamos a asistir a un efecto Draghi en Europa”, pero que, liderando un Gobierno con un equilibrio híbrido entre ministros técnicos y políticos, es probable que sobreviva hasta al menos el año 2023 y tendrá tiempo para afrontar retos de corte paneuropeo.

Tras el verano próximo será cuando Angela Merkel dé un paso atrás y deje de ser canciller alemana y cuando Macron empiece a mirar de reojo a los comicios en los que tratará de revalidar su cargo en el primer semestre de 2022. “Esto le va a dar una oportunidad de impacto notable, porque hay un vacío de poder, con un nuevo líder alemán que no va a tener la misma fuerza y visión que Merkel, y Macron, que necesita un aliado proeuropeo, atlantista y dispuesto a pensar en la integración europea en otra clave”, predice Alemanno.

Para el profesor italiano, Draghi cuenta a su favor con su experiencia, su red de contactos en todo el mundo, su visión cosmopolita y las credenciales como uno de los mejores economistas en política monetaria, además de la ventaja de haber tenido ya un cargo paneuropeo y conocer las dinámicas de las cumbres europeas, a las que ha asistido a menudo.

“Juega un papel en Europa también en nuestra imaginación colectiva, le vemos como un político europeo. Ninguna otra persona tiene esta legitimidad. Ha conseguido salvar el euro. Todos esos factores le van a dar un capital político en el Consejo Europeo que ningún otro jefe de Gobierno ha tenido en el pasado”, señala Alemanno.

Con esta mochila y con la más que probable sintonía con el futuro canciller alemán, el analista italiano ve “una constelación muy favorable” para que Draghi pueda usar ese capital y una gran oportunidad para “recuperar un europeísmo histórico” que se perdió con la llegada de Silvio Berlusconi en 1994.

la recuperación italiana primero

En el plano económico, Draghi asume el papel de “salvador de Italia” con las credenciales de “salvador del euro” a ojos de muchos en Europa y en Bruselas. La política de bajos tipos de interés y los programas de deuda iniciados por el BCE bajo su mando en 2012 fueron cruciales en la solución a la crisis financiera y su papel al frente de la institución le concedió un respeto que perdura en la UE.

Pero el capital político acumulado en los últimos años no será suficiente para dar un giro de timón a la economía europea si no logra su principal cometido en Italia: diseñar un plan de recuperación que garantice que los fondos europeos se destinan a reformas que impulsen el crecimiento y contribuyan a hacer su deuda sostenible.

“Si la recuperación en Italia no funciona según lo planeado, va a ser un desastre para la UE y el componente fiscal de la unión económica y monetaria”, opina Carlo Altomonte, profesor de Economía de la Integración Europea en la Universidad Bocconi de Milán e investigador del centro de estudios Bruegel. Si Italia y España, principales beneficiarios de los fondos europeos, gastan “correctamente” el dinero, se daría la señal de que una cierta redistribución de recursos en última instancia beneficia a todo el mundo, apunta.

“Políticamente habría una justificación para proceder con medidas que tienen un impacto fiscal como la unión bancaria, la mutualización de la deuda o permitir más flexibilidad en la política fiscal, porque significa que al final todos los actores se mueven en la misma dirección”, dijo. Pero si ocurre lo contrario, apunta, la cuestión “entrará en los debates nacionales, especialmente en Alemania en septiembre”.