La alerta corrió como la pólvora en las redes sociales anoche en cuanto avistaron a un intruso en el número 28 de la calle Barretaguren de Güeñes. Se trata de un caserío que lleva años sin servir de residencia habitual, "aunque los propietarios suelen venir a menudo", según explica un familiar que hoy, después del susto, se afana en tapiar las puertas de acceso para evitar que la situación se repita. Numerosos vecinos que residen en los alrededores se acercaron a conminarle a que abandonara el lugar y sobre las 21.45 horas se sumaron efectivos de la Ertzaintza. Llegaron a concentrarse cerca de 200 personas que, ante su negativa a dejar el inmueble accedieron por una entrada secundaria. Según indican desde el departamento de Seguridad del Gobierno vasco, la persona que entró ilegalmente en la casa salió del edificio por su propia voluntad antes de ser identificado.

Los vecinos no esconden su indignación. "Si no es por la movilización ciudadana, aquí seguiría. Te crea un sentimiento de impotencia... Este comportamiento se va contagiando igual que el coronavirus. Ya lo estamos viendo con lo que ha ocurrido recientemente en Portugalete o Bilbao", comenta una persona que vive en el cercano de Arangoiti. "Nos decía que no se iba a marchar porque no tiene donde vivir", añadía una vecina que estuvo presente en la movilización. "¡Y tenía hasta abogado!", apostillaba otro vecino que no daba crédito a lo sucedido. Desvelaba que el okupa "ya había causado problemas en la zona por acosar a una chica joven" y que residía en su mismo bloque con una mujer en situación vulnerable, al parecer su pareja, alterando la convivencia. "Al poco tiempo de darnos cuenta de que estaba con ella se marchó y okupó esta casa", describe. Todos coinciden en que "si las circunstancias se repiten la respuesta va a ser la misma: nos van a tener enfrente", llamando a las instituciones "a que cambien la ley para proteger a los propietarios, porque es indignante".